miércoles, enero 26

El registro fósil, recogido y explicado por la literatura popular (16)

 por Heraclio ASTUDILLO-POMBO. Universitat de Lleida

El “trigo de los Santos”, trigo robado en el santuario de san Cosme y san Damián de Guara que fue petrificado milagrosamente como castigo a los ladrones 


Introducción

Durante la primera semana del pasado mes de diciembre de 2021, la revista naturalista Naturaleza Aragonesa, debería haber hecho accesible a sus lectores habituales el número 38, pero la pandemia de la covid trastocó este hecho como ha trastocado otras muchas cosas de nuestra vida cotidiana, durante estos dos últimos años. En ese número cuya publicación fue retrasada por el virus de moda, debía aparecer publicado un artículo mío titulado: El trigo de los santos, de Guara. Trigo robado en el santuario de san Cosme y san Damián, petrificado milagrosamente. Desde la dirección de la revista me han comunicado que la publicación del numero en cuestión ya es un hecho inminente...

En ese trabajo mío, de investigación bibliográfica histórica, se mostraba la existencia de varias interpretaciones populares sobre la naturaleza y origen de los caparazones de algunos tipos de macroforaminíferos eocenos, concretamente ciertos tipos de alveolínidos muy fusiformes, muy abundantes en las rocas de algunas zonas de la Sierra de Guara y de su entorno. La motivación para iniciar tal investigación fue el conocimiento casual, en 2005, de que existían unas piedrecillas semejantes a granos de trigo, avena, centeno o cebada a las que las personas más mayores llamaban "trigo de los santos" y que las relacionaban con los santos Cosme y Damián y su santuario de la sierra de Guara. 

Aspecto del altar mayor, en todo su esplendor, con su retablo barroco dorado, en el templo troglodita de Guara consagrado al culto de los santos médicos, en una fotografía de 1920. En esta época, aún debía ser muy conocido, apreciado y venerado el "trigo de los santos". Tarjeta postal de una serie de seis dedicadas a mostrar diversos aspectos del complejo del santuario de san Cosme y san Damián. Editores Salesianos. Sevilla. 

Imagen: Todo colección

Buscando información al respecto, en Internet, usando combinaciones de palabras clave y tras varias tentativas, las interpretaciones populares empezaron a ser  localizadas  por quien escribe, puesto que habían sido recogidas en diferentes clases de documentos (libros, revistas y diarios) publicados en España, desde mediados del s. XVIII hasta principios del siglo XXI que habían sido digitalizados por diversas instituciones

En el mencionado artículo, también se exponían las probables causas naturales, culturales y sociales que habrían podido favorecer la aparición de tales ideas fantasiosas, entre los habitantes de la zona, así como la manifestación de algunas de aquellas interpretaciones acríticas en forma de relatos populares, con finalidad didáctica y moralizante, así como la de algunos usos populares protectores de tipo supersticioso. 

En la publicación mencionada inicialmente, como no se podía recurrir al uso de hipervínculos, a través de los cuales ampliar la información, por tratarse de una publicación en papel y como también era limitado el espacio disponible para cada articulo y autor, no se podía entrar en detalles literarios, considerados como una información accesoria. Por estos motivos no pudo darse a conocer el texto completo o parcialmente resumido de las diversas narraciones populares (leyendas etiológicas) cuya trama argumental pretendían explicar de forma fácil, comprensible y convincente sobre cuáles fueron las causas de un fenómeno  percibido como sobrenatural (petrificación milagrosa) que en realidad era natural (la fosilización)

Los diferentes relatos populares hallados en distintas publicaciones de diversas épocas, reflejan la interpretación popular de la fosilización siempre en clave sobrenaturalista. Un hecho natural y ordinario, de tipo geológico, raro y muy localizado, como es la fosilización se interpretó como un suceso no natural y extraordinario, al relacionarlo con el castigo divino de una acción humana delictiva, contraria a las los principio sociales, como es la apropiación de una propiedad ajena y contraria a las normas morales de la religión católica, como es el robo de patrimonio eclesiástico, por medio de una intervención de ciertos personajes celestiales. 

Estampa mural impresa en homenaje a los santos médicos Cosme y Damián,  a expensas de la cofradía de Huesca, en 1833. En este grabado antiguo, entre ambos santos aparecen representados diversos elementos naturales y artificiales, existentes en el complejo religioso del santuario de la sierra de Guara, relevantes por estar implicados en diversas prácticas devocionales populares.  
ImagenSan Cosme y San Damián. Genealogía de Sobrarbe   

Los primitivos antiguos relatos populares, en sus versiones legendarias originales o en sus adaptaciones literarias o periodísticas recientes, que no pudieron incluirse en la publicación del nº 38 de la revista Naturaleza Aragonesa, es el contenido y la  información que se proporcionará en la presente entrada

Aquell@s  l@s lectores/as que quieran pasar un ratito de entretenida lectura, podrán gozar de la lectura de una muestra de narraciones populares producto de la capacidad de fabulación, con finalidad moralizante y religiosa, de las gentes ignorantes y crédulas de siglos pasados. Así como la posible influencia de tales fábulas en la mentalidad mágico-religiosa de comunidades mal comunicadas, poco alfabetizadas típicas de la Iberia profunda y montañosa de siglos anteriores

El contenido de esta entrada puede considerarse un complemento literario a la información más "técnica" que  se ofrece en el nº 38 de la revista Naturaleza Aragonesasobre el hecho paleontológico, cuya publicación es inminente y cuya lectura es necesaria, más que recomendable. Pues permite comprender cuáles pudieron ser las posibles condiciones ambientales posibles causantes de la aparición de justificaciones psicológicas, sociológicas, geológicas y paleontológicas necesarias para la aparición del fenómeno etnológico y sociológico resultantes que fue inspirado y desencadenado por la presencia de aquellos minúsculos fósiles y por su interpretación legendaria.


El hecho observable y su interpretación popular

En varios lugares de algunos de los diversos caminos que, desde algunas de las diferentes poblaciones del Somontano de Guara o de la sierra de Guara, conducían a los romeros hasta el santuario de los santos médicos, san Cosme y san Damián, se podía hallar unas curiosas piedrecitas (arag. "piedretas") minúsculas con la forma y las dimensiones propias de los granos de ciertos cereales: trigo, centeno o cebada. En unos lugares aparecían sueltos, mezclados con la tierra del borde del camino, mientras que en otros aparecían pegados en la superficie de las rocas que flanqueaban el camino.

Aspecto de un ejemplar de Alveolina fusiformis, de 5,5 mm de longitud, visto aquí con mucho aumento. La imagen de la fotografía representa una ampliación de 20 veces el tamaño real del macroforaminífero.

Imagen: Bracklesham Beds (U.K.)

Para las gentes de aquella zona, hace uno, dos o tres siglos, aquellas raras "piedretas", según la tradición local y la mentalidad de la época, no eran ni podían ser otra cosa que verdaderos granos de trigo, centeno, avena, cebada o espelta (según cada relato) que habían sido robados, por uno o dos ladrones, del interior del granero limosnero de los santos médicos, san Cosme y san Damián. Como respuesta al agravio cometido por aquellos sacrílegos ladrones, los santos Cosme y Damián habrían petrificado milagrosamente el trigo saqueado, antes de que abandonara los límites de su área de influencia,   milagrosa, para castigar el hurto y burlar el posible beneficio del ladrón

Si algún visitante forastero, quizá más ilustrado, más crítico o menos crédulo, manifestaba algunas dudas ante tal interpretación o explicación autóctona, entonces sus interlocutores intentaban convencerle por medio de la trama argumental de alguno de los diversos relatos populares tradicionales que circulaban por la zona. Narraciones que eran bien conocidas por los devotos habitantes de todas las poblaciones circundantes, más próximas al santuario rupícola de Guara, por transmitirse oralmente de generación en generación. 

Mezcla de varios tipos de caparazones de alveolinas, de diversas especies, la mayoría de ellas de forma muy ahusada, lo que les proporciona un aspecto bastante semejante al de granos de cereal petrificado. Según sea la especie, unos caparazones son más o menos semejantes a granos de trigo, cebada, centeno o avena. 
La cuadrícula milimetrada, del fondo del recipiente, permite hacerse una idea de las dimensiones reales de los supuestos granos petrificados milagrosamente. 
Imagen: Coquilles de Chaumont. Association Paléontologique de Mennecy

Siglos atrás, la interpretación popular de ciertos objetos desconocidos (fósiles), recién descubiertos y totalmente desconocidos poco tiempo antes, resultantes de procesos naturales muy complejo, como es la fosilización, ante la ausencia total de los necesarios conocimientos científicos, solo podía realizarse desde la perspectiva mítica o legendaria. Planteándose los aspectos y efectos visibles de la fosilización, como el efecto sobrenatural de un suceso prodigioso, sucedido en ciertas condiciones sobrenaturales, muy especiales y causado por la intervención de algún personaje mítico o legendario, con capacidades sobrehumanas, p. e. Dios, Jesús, la Virgen, Santiago y otros santos, Roldán, El Cid, el Diablo, las brujas, los moros, los judíos, etc. 

Muestras de cuatro tipos distintos de granos de cereal, descascarillados. De arriba a abajo y de derecha a izquierda: 1. trigo, 2. cebada, 3. avena y 4. centeno. No puede negarse el evidente grado  de semejanza que existe entre algunos tipos de alveolinas y de los granos de  ciertas clases de cereal, la fantasía hace el resto...  Imagen: 123rf

Como aquellos granos petrificados de trigo se hallaban en ciertos lugares del camino, relativamente cercanos al santuario de los santos Cosme y Damián, lógicamente los responsables del portento de aquella transformación milagrosa tenían que ser ellos dos, sus patronos, y el desencadenante de tal penalización, debía ser algún acto malvado, miserable o anticristiano que no respetase las normas de buena conducta civil y/o religiosa. En este caso particular, los castigados serán uno o dos los malhechores, se trata de ladrones que incumplían el séptimo mandamiento: "No robarás" y además con el agravante de que robaban el trigo que era propiedad de los santos, es decir que cometían una profanación o sacrilegio, al apropiarse de patrimonio sagrado.


Las diversas versiones literarias de los diferentes relatos legendarios populares 

La creación de una primera narración fabulosa que justificara y explicara la presencia de aquellas extrañas piedrecitas, con forma de granos de cereal, en ciertos puntos del camino cercanos al santuario, por efecto de un suceso milagroso o de una causa celestial, debió suceder en algún momento histórico especialmente favorable para la invención de este tipo de explicaciones extraordinarias. Tal invención narrativa pudo suceder entre los siglo XVI y XVII, que fueron periodos especialmente propensos a la invención de explicaciones prodigiosas y de narraciones legendarias de tipo religioso. 

En el siglo XVIII 

Un indicio que confirmaría la posibilidad y suposición antes mencionadas, es que, el autor más antiguo que menciona las curiosas piedrecitas de Guara, su relación con el santuario, la correspondiente leyenda explicativa y sus virtudes imaginarias, fue el padre Roque Alberto Faci, fraile carmelita, cuyo relato (Faci, 1750), parece indicar que este fraile "solo conocía de oídas" el prodigio legendario y al trigo petrificado de Guara. 

“Esta Casa [el santuario] recoge limosnas de trigo para su conservación, y sustento de los Pobres, (no tiene otra renta, ni la ha menester) y las deposita en su granero. 

Robó cierta cantidad de trigo un hombre indigno, y al salir con su robo, iba derramando el trigo, y cayendo esparcidos sus granos sobre aquellas peñas, se convirtieron en piedras, y así mismo se miran hoy transformados dichos duros granos, para afeamiento de tales delincuentes.” 

Viejo cargando medio saco de grano a la espalda, representando el suceso del robo legendario. Ilustración de creación propia, a partir de la profunda transformación de otra muy semejante, en blanco y negroImagen: "Man carrying sack on his back  

En el siglo XIX

Aunque se ha buscado insistentemente, en Internet no han podido hallarse referencias ni copias digitalizadas de documentos que trataran sobre este caso prodigioso, publicados durante el siglo XIX. Pero es muy probable que durante esos 100 años se hubieran publicado, en papel, no uno, sino varios documentos aludiendo al caso portentoso del trigo petrificado de Guara. 

Es posible que existan libros y revistas, conservados en bibliotecas públicas o privadas, inaccesibles para el autor que contengan narraciones relacionadas con el caso portentoso del trigo petrificado de Guara. Pues el siglo XIX fue una época de gran fervor religioso, gran inestabilidad social y política, y precariedad económica, condiciones que hacían de este periodo un tiempo especialmente propenso para la aparición de publicaciones de tipo maravilloso o legendario, de contenido religioso.  

Representación gráfica del cumplimiento de la promesa de donar al santuario su peso en trigo, realizada por un devoto agradecido, tras obtener la curación de su enfermedad por influencia divina de los santos médicos. Se realizaba en la llamada "sala del peso" de la hospedería de peregrinos, luego la limosna se transportaba al granero del santuario. Dibujo y acuarela de autor desconocido

Imagensteemit images

En el siglo XX, el autor que parece haber sido el primero en recoger y difundir el imaginario suceso prodigioso fue mosén Gregorio García Ciprés, cura párroco de Aguas (Huesca) y naturalista aficionado. Quien aportaba algunos detalles de tipo geológico y paleontológico que resultan interesantes. Además presenta una versión de la leyenda bastante más detallada y algo diferente de la de su predecesor. En su relato el grano robado no es trigo, sino centeno, y los hechos relatados no han de ser considerados históricos, sino como una leyenda piadosa popular (García, 1919).

“Continuando el camino de [Nocito a] San Cosme, para que todo venga á recrear al viajero con nuevas impresiones, encuéntrase en éste [camino] un banco de numulites, que en forma de granos de centeno aparecen incrustados en la dura caliza.... detrás de la sierra aparece otro banco en forma de lentejas. 

Esta es otra versión del aspecto del legendario grano petrificado tras ser robado en el granero de los santos Cosme y Damián de Guara. En este caso no se trata de caparazones de alveolinas, sino de caparazones de nummulites, parcialmente incluidos en la roca caliza matriz. Están orientados y seccionados de un modo muy particular, circunstancias que favorecen su confusión con granos de cereal petrificados.
Imagen: Geology is the way  

Los sencillos aldeanos de aquella comarca vienen conservando la leyenda que de unos á otros se trasmite hace muchos siglos, puesto que el P. Faci en su «Reinado de Cristo» ya se ocupa de ella. A título de curiosidad, y como entretenimiento la ponemos aquí. 

Hubo un hombre, dice esta leyenda, que llegó al santuario de San Cosme, que siempre se ha conservado con las limosnas, y penetrando en él furtivamente fuese al granero y hurtó una talega de centeno, huyendo con ella precipitadamente antes de ser visto, pero al llegar á aquel sitio se le rasgó un poco el saco, cayendo en el suelo el centeno; al apercibirse de esto intentó recogerlo para no ser descubierto y arreglar la talega, pero observó que había quedado tan pegado al suelo que fueron inútiles cuantos esfuerzos hizo por arrancarlos, entonces devolvió lo que tenía en la talega y confesó su hurto, quedando aquellas señales para perpetuo recuerdo y escarmiento de los demás. Esta narración, que no pasa de ser mera leyenda, se sostiene viva porque se han repetido algunos casos prodigiosos.” 

En 1928, Luis Mª de Arag, pseudónimo literario de Vicente Gracia S.I., relataba su experiencia personal como romero asistente a la romería al santuario de Guara y observador del trigo petrificado. Además recogía una versión de la leyenda popular, en forma de relato costumbrista muy detallado y edulcorado, quizá  excesivamente extenso y muy distinto de los de sus dos precursores (Arag, 1928). Características que nos hacen sospechar que al relato popular original, le añadió mucho de cosecha propia, tanto como para que pueda ser considerado como una versión literaria y no como auténticamente popular. Por ser excesivamente larga, esta narración, se presenta recortada en sus partes prescindibles.


Espectacular paisaje natural que enmarca el santuario de san Cosme y san Damián, situado al pie del abismo y del pico de san Cosme. Un impresionante lugar sagrado, recóndito y humilde, lleno de sensaciones e historias de tiempos pasados.

Imagen: 

“Tiene la sierra de Guara un venerado santuario en que reciben culto especialísimo los dos santos mártires patronos de los galenos. Su camino principal está sembrado de piedras menuditas y cilíndricas, que llaman los naturales «el trigo de los Santos». Es sencillamente un terreno numolítico [sic] en que se encuentran fósiles del genero miliolina, muy parecido a los granos de trigo. Yo, sin embargo, humilde espigador en el inmenso campo de las tradiciones de Aragón, procuré indagar por qué los pueblos de esta serranía, Panzano, Aguas, Labata y Nocito llamaban a esas piedrecitas «el trigo de los Santos», y me encontré con una preciosa leyenda que cuenta varios siglos de existencia.

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Fotografía de un grupo de jóvenes y alegres jinetes, montados sobre sus caballerías, dispuestos a iniciar la marcha hacia el complejo de san Cosme y san Damián,  desde una población relativamente alejada del santuario
Imagen: Fototeca del Xiloca

Al llegar a las inmediaciones del santuario observé que todo el mundo echaba pie a tierra y cogiendo un puñadito de ésta [tierrala besaba con toda devoción y la ponía en sus bolsillos. Asombrado, pregunté al tío Damián por qué hacían aquello, y me contestó: Es que cogen «el trigo de los Santos». ¿Usted no sabe la historia del milagro de San Cosme y San Damián? 

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Vivía en él [santuario] un santero, venerable anciano jovial y decidor, que se llevaba de calle a todos los vecinos cuando con su urnita limosnera recorría los pueblos y su nieta, rapaza de veinte años, sencilla y candorosa como criada al abrigo de aquellos santos muros. Cuando en la siega salía ésta por los tajos a recoger algunas espigas para sus gallinas, los segadores dejábanlas caer a idea de sus brazos, por verla cerca de ellos. 

Ana María, con su pañuelo ensombreciendo el sonrosado rostro y el delantal prendido a la cintura, era solo en aquellos momentos la abnegada Ruth que celaba su vida y su hermosura entre aquellos riscos, para hacer el sacrificio de ellas a su querido viejo. No se cuidaba de que en aquellos campos estuviese el Booz que se prendase de ella, y espiga tras espiga, cuando llenaba el halda, iba a vaciarlas al costal que había dejado en la fajina. Entonces al ver su cara arrebolada, era cuando aprovechaban los segadores la ocasión para sus requiebros. 

Complejo de edificios que constituyen el santuario semitroglodita de san Cosme y san Damián, empotrados en la base del farallón rocoso del monte de san Cosme.

Imagen: Liesa info

— ¿Qué cazador va a matar a esa tórtola sin hiél?, decía el uno. Y el otro: A su paso se me fueron las amapolas del trigal. Qué pena segar sin flores. Alguno de los más burdos soltaba un ¡ay! prolongado y añadía: Quién fuera espiga pa que se me tragara a mí también. 

Ella sin embargo, siempre modesta y sonriente, pero sin vender con su sonrisa el pudor, proseguía su tarea a relativa distancia siempre custodiada por el abuelo, que desde el altozano de la ermita hubiera disparado un venablo al audaz que se hubiera atrevido a profanarla. No hacía falta. La veneración que por el santero y su nieta tenían en toda la comarca era el mejor custodio de su honor. 

Al atardecer, cuando la pobre esquila del santuario daba esas campanadas lentas, dulces y emotivas, que son para las almas la llamada interior de las que salvaron los umbrales de la otra vida, la demanda de un recuerdo y la salutación amorosa de la más tierna de las madres y más pura de las mujeres, poníase Ana María de pie, juntaba las manos y rezaba el Ángelus. En alguna como ella se inspiraría el inmortal Millet para sus cuadros «La oración de la tarde» y «Las espigadora». Acabado el rezo y salutación a María Inmaculada cogía el hatillo y presurosa marchábase al santuario envuelta en las saetas que le dirigían los segadores. 

"Las espigadoras", una de las pinturas más conocidas de Millet, realizada en 1857.  Caminando por los campos, alrededor de Barbizon, observó la práctica del espigueo, el derecho secular de las mujeres y de los niños pobres de llevarse el grano abandonado en los campos, después de la cosecha. Museo de Orsay de París.
Imagen: Wikipedia

La cuadrilla que aquel año habían contratado los amos, era muy dicharachera y amiga de la jácara y del bullicio. Por esto contrastaban más en ella dos de sus individuos, de carácter hosco y pendencieros con jactancia. 

Tal vez por miedo les habían admitido en la contrata, aunque bien le pesaba al jefe de la cuadrilla. Jugadores empedernidos, apenas llevaban a casa otros ahorros que la pelambre sucia y deslavazada del rostro y cabeza y el mugre extendido por todas las partes de su cuerpo. 

Ellos eran los únicos que a la presencia de Ana María callaban como muertos. Sin duda les daba en cara su bondad, cariño y afanosa laboriosidad por sostener a su pobre viejo. En esto Un día, cuando la joven volvía al atardecer del lugar vecino de cobrar el trigo de los Santos, en un recodo de la sierra asaltáronla dos hombres enmascarados, que atándola a un pino le robaron la talega de trigo que traía en su borrico, cargáronla sobre un potente mulo que ya llevaba otras tal vez de la misma procedencia  y se alejaron a todo correr; Ana María se encomendó a la Satísima Virgen y a sus Santos Patronos [s. Cosme y s. Damián] y enseguida dicen que se apareció una sombra misteriosa que fue en seguimiento de los ladrones y abriéndoles las talegas sin que ellos se diesen cuenta, fueron aquéllas rociando el camino del trigo hasta quedar completamente exhaustas. Quisieron recogerlo, pero al inclinarse a hacerlo, lo encontraron convertido en esas piedrecitas. 

Representación gráfica del legendario castigo milagroso a los dos ladrones del trigo del santuario. Ilustración de A. Antolín para la narración "El  trigo de los Santos", incluida en el libro titulado "Flores de montaña. Tradiciones y costumbres aragonesas", publicado en 1928, por la Imprenta-Editorial Gambón,  dZaragoza.

El abuelo, al ver llegar el borrico solo y sin talegas, adivinando lo que había pasado salió en busca de la nieta, y la encontró en el camino atada a un árbol. Cuando llegaron a casa se dio cuenta de que también a él le habían desvalijado los mismos ladrones. 

Dieron parte al Juzgado, y aunque organizaron una batida todos los vecinos, no pudieron dar con ellos. Luego se supo que de la cuadrilla de segadores faltaban aquellos dos mal encarados. 

Según suponían los de Panzano se habrían refugiado en la cueva de Solencio y en uno de sus terremotos se los tragó vivos. 

Pero en el camino queda «el trigo de los Santos» convertido en piedra para, eterna enseñanza de las generaciones.” 

En 1987, mosén Rafael Andolz volvía a tratar sobre el asunto prodigioso inspirado por la edulcorada versión de Arag (Andolz, 1987). Repitiendo posteriormente el mismo tema y texto en dos ocasiones más (Andolz, 1992 y 1994).

“En las cercanías de San Cosme y san Damián se encuentran por el suelo unas piedrecillas blancas, con aspecto de granos de trigo. La gente los llama «el trigo de los santos» aunque saben que se trata de unos diminutos fósiles (del género miliolina).Y cuentan que hace ya muchos años vivía allí en paz de Dios un anciano santero, acompañado de su nietecilla, Ana María, auténtica joya de belleza y bondad. La muchacha, para la época de la siega iba a respigar por los campos para ayudar a su propio sustento y el de su abuelo. Un borriquillo le acercaba a los rastrojos vecinos y le llevaba la carga. Todo el mundo quería a Ana María y hasta dejaban caer más espigas de la cuenta para facilitar su tarea. Sin embargo, dos jornaleros extraños que aparecieron un verano por allí no compartían su simpatía por ella. Es más, una tarde, cuando la chica volvía con sus sacos de trigo cargados en su burro hacia el santuario, la sorprendieron en el camino, le robaron las talegas y la dejaron atada a un árbol. Ella se encomendó a la Virgen y cuentan que enseguida apareció una como misteriosa sombra, que se abalanzó sobre los jornaleros ladrones, les abrió los sacos y se los vació. Ellos quisieren recoger el trigo desparramado, pero se había convertido en piedretas. Terriblemente impresionados se dieron a la fuga. 

Al poco tiempo apareció el santero en busca de su nieta: el burro había llegado vacío a San Cosme. También a él le habían robado. Dio parte al juzgado pero no encontraron a los ladrones. En la cuadrilla de segadores faltaban dos forasteros. Los vecinos de Panzano aseguraban que se habrían escondido en la cueva de Solencio y que uno de sus terremotos los había tragado vivos. 

Nunca se supo más de ellos. Pero en las cercanías de San Cosme, se siguen encontrando granos del trigo de los santos convertido en piedra." 

En 1991 Enrique Satué se refiere muy brevemente a la tradición: “En el santuario de San Cosme y San Damián los romeros recogían piedrecitas del camino de la ermita: “trigo de los santos”, pues se decía que ejercían un papel protector, al ser el trigo petrificado que antaño quisieron robar unos ladrones al santero.”  (Satué, 1991).

Cabecera de una antigua comitiva de romeros, dirigiéndose a pie hacia el santuario, encabezados por la cruz ceremonial de su parroquia. Fotografía de la década de 1960.  Imagen: Archivo del SIPCA

En 1995 Manuel Benito Moliner trata sobre el prodigio de forma tan breve y confusa que resulta sin apenas sentido (Benito, 1995). 

"La ermita nunca tuvo rentas para mantenerse. Por ello se recogían limosnas que solían ser en especie (en grano de trigo que hasta hace unos años fue moneda de curso legal). El trigo se guardaba en unos graneros, y cuentan como un año lo robaron unos ladrones, pero por la intercesión divina, el trigo se les derramó y los granos se convirtieron en peñas que aún se ven en la Peña del Fraile, y que llamaron la atención de Lucas Mallada y de Lucien Briet."

En 1998 González, Gracia y Lacasta publicaron una versión de la leyenda, recogida de un informante de Aguas, que resulta muy interesante por algunas peculiaridades del relato, entre otras que los ladrones no roban trigo ni centeno sino cebada, judías y lentejas (González et al., 1998)Resulta muy interesante el hecho de que el autor tomase en cuenta, además de la presencia de las alveolinas (cebada), también la de nummulites (lentejas) y la de algún otro tipo de fósil de mayor tamaño (judías), quizás se tratara de algún tipo de alveolínidos ovoides y de gran tamaño o de moldes internos fosilizado de algún género de bivalvos... 

“Dos ladrones fueron a robar a San Cosme y se llevaron un saco o dos, de judías, lentejas, cebada pero llevaban un agujerico en el saco y conforme lo iban perdiendo se iba convirtiendo piedra. Y si vais a San Cosme, bueno, simplemente que os subáis aquí a la Sarda [paraje de Aguas], esta recta larga de la carretera de Huesca, que hay a mano derecha, ya veréis que está todo labrao, si miráis por el suelo, pues veréis muchas piedras, si miráis en la piedra veréis que tienen granícos de cebada y granícos un poco más gordos. Pues en San Cosme pasa lo mismo. Y la tradición dice que es que los ladrones lo iban perdiendo y que se iba convirtiendo en piedra.”

En el 2000 José Mª Fuixench (Fuixench, 2000) recupera la memoria del suceso legendario milagroso y lo hace reproduciendo el texto de García Ciprés, del año 1919. Precedido de una introducción personal, posiblemente inspirada en el texto de Arag de 1928: "Los romeros del santuario de San Cosme y San Damián, en plena Sierra de Guara, recogían diminutas piedrecillas a las que llamaban "el trigo de los santos" en la creencia épica de que portaban propiedades protectoras, pues eran consideradas como el grano petrificado que antaño un ladrón quiso robar a los santos. Así contaba la epopeya mosén García Ciprés:" (Véase el original reproducido más arriba) 

En 2007 Alberto Serrano, reversiona la versión de Andolz (Serrano, 2007)

“En los alrededores del santuario de San Cosme y San Damián, en Guara, no es extraño encontrar unas diminutas piedrecillas blancas. La gente las recoge con devoción, y las denomina "el trigo de los santos".  Cuentan que tiempo atrás vivía por aquí una chiquilla tan pobre como bondadosa. En época de la siega, cuando los trilladores habían finalizado su trabajo, la muchacha juntaba los granos olvidados en el suelo, que constituían parte del sustento de su familia. Dos desalmados le robaron en cierta ocasión el saco en el que almacenaba el trigo. Al huir con el botín, quizá con intervención divina, el saco se abrió, desparramándose su contenido y convirtiéndose las semillas en piedras. La leyenda se ha transmitido de generación en generación y muchos están seguros de la veracidad de esta historia, a pesar de  que las piedrecillas son, en realidad, diminutos fósiles de épocas pretéritas (de lo que ya se percató el recordado Rafael Andolz).” 

En 2010 Enrique Satué  en el repertorio de grabaciones orales "Archivo sonoro, 2000-2007" reunido por el autor entre los años apuntados en el título (Satué, 2010), ofrece al investigador otra interesante versión de la leyenda del robo del trigo de los santos. Las particularidades más interesantes de este relato, desde nuestro punto de vista, son que aporta detalles sobre la vida cotidiana en el entorno rural del santuario y la sorpresa de que el ladrón no fueran unos forasteros, sino el propio santero.  

Vieja fotografía (ca. 1950), campesino con una yunta de mulas uncidas a un arado de diseño romano. Herramienta diseñada en la Edad Antigua que fue utilizada a lo largo de los siglos en muchos países europeos. Tiene una composición muy simple que permite un uso y mantenimiento muy sencillo. Permite realizar surcos tanto en el terreno llano como inclinado, con la ayuda de uno o dos animales que tiran de la herramienta. El arado romano se abandonó de forma oficial a mediados del siglo XX en España.
Imagen: Ver pueblos

La transcripción de la narración oral, una vez traducida del aragonés al castellano, es la siguiente:

 "Pues según he escuchado yo de San Cosme y San Damián, se ve que el que estaba de santero, les robaba el trigo. Porque debajo y arriba en San Cosme, hay unos campos que aún existen. Esos no son de nadie. Son de los santos, que yo me acuerdo de antiguamente, cuando los labraban y los sembraban. Que ponían "escalla" [escaña, escanda, espelta menor o trigo carraón]. ¿Sabes que es escalla? No ponían cebada [arag. "ordio"] o eso, porque allí no se criaba. Y esa escalla se ve que el santero se la segaba y se la trillaba al mallarla [golpeando las espigas del cereal con el mallo] en la era. Que si has estado has visto la era. Aún está el pajar debajo de la Fuente Santa. Bueno, pues eso lo mallaban. Después lo ponían en no sé dónde. Como en unos fortines, ¿Sabes? Como unos "galachos" [¿tipo de contenedor granero?]. Y allí lo robaba el santero y se lo llevaba, les robaba a los santos. Y claro los santos se ve que se dieron cuenta o lo vieron o lo que fuese, y cuando bajaba a venderla [la escalla] a Aguas, pues se le caía, se le agujerearon los sacos y por allí se caía. Se le caía la escalla, y se quedaba pegada en las peñas. Y por eso si coges la pista que va  desde San Cosme hasta que llegas a la señal indicadora de Calcón [río? embalse? = presa de guara], verás en las peñas, si te fijas, claro, como unas cosas (fósiles llamados numulites), y eso dicen que eran los granos que se quedaban pegados allí, porque los santos no querían que el grano saliese de su territorio."

En 2013, Molina, Alegret y Serra-Kiel, paleontólogos de la Universidad de Zaragoza, hacen una brevísima referencia a la interpretación legendaria, en un artículo científico   (Molina et al. 2013), en el que se puede leer: "En la provincia de Huesca existe una leyenda curiosa, que relata cómo los alveolínidos eran granos de trigo petrificados".

Con posterioridad a esta última fecha ya no se ha podido hallar ninguna otra referencias al asunto del trigo legendario petrificado ni más versiones de las leyendas etiológicas, que las ya dadas a conocer. 


Fuentes

- Andolz Canela, Rafael (1987 ). San Cosme y San Damián, debajo una peña están   (Cuando las piedras hablan) Diario del AltoAragón 18/10/1987
- Andolz Canela, Rafael (1992). El trigo de los santos. 4 Esquinas, la Revista de Huesca, nº 50, Huesca.
- Andolz Canela, Rafael (1994). El trigo de los Santos. Diario del AltoAragón 02/06/1994
- Arag, Luís Mª de (1928) El trigo de los Santos. Aragón Nº 32. Revista Gráfica de Cultura Aragonesa. Mayo. Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón. Año IV, Zaragoza,
- Arag, Luís Mª de (1928) El trigo de los Santos en Flores de montaña: costumbres y tradiciones aragonesas. Imprenta Gambón. Zaragoza (Idéntico texto al anterior, pero con ilustraciones)
- Benito Moliner, Manuel (1995). San Cosme y San Damián debajo una peña están. 4 Esquinas revista de Huesca nº 88. Huesca.
- Faci Agud, Roque Alberto (1750). Aragon reyno de Christo, y dote de Maria Santissima. Tomo II. Zaragoza. Imprenta de Francisco Moreno.
- García Ciprés, Gregorio (1919). Santuario de los Santos Médicos, Cosme y Damián, en la sierra de Guara (Huesca). Linajes de la Corona de Aragón Revista quincenal ilustrada Imp. Vda. de Leandro Pérez. Huesca.
- González Sanz, Carlos; Gracia Pardo, Carlos Antonio & Lacasta Maza, Javier (1998). La sombra del olvido. Tradición oral en el pie de la sierra meridional de Guara. Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca). Imp. Gráficas Alós. Huesca
- Molina, Eustoquio; Alegret, Laia & Serra-Kiel, Josep (2013). Los microfósiles del Prepirineo de Arguis (Huesca): breve guía para observarlos y reconocerlos. Naturaleza Aragonesa, nº 30 (enero-junio).
- Satué Oliván. Enrique (1991). Religiosidad popular y romerías del Pirineo. Instituto de Estudios Altoaragoneses, (Diputación de Huesca) Huesca.  

- Satué Oliván. Enrique (2010). El santero de San Cosme y San Damián. Trigo de santos. Archivo Oral Enrique Satué Oliván. Testimonios de aquel Pirineo. Archivo sonoro, 2000-2007. Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés. Gobierno de Aragón.


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