sábado, julio 15

Arqueoetnopaleontología (17)

por Heraclio Astudillo-Pombo, Universitat de Lleida

Los usos sociales y funciones culturales de los fósiles en la antigüedad, la necesaria contribución y la imprescindible colaboración de la arqueología (17)

La revisión actual de la fauna fósil incluida en los antiguos hallazgos arqueológicos ibéricos ha permitido mejorar la identificación zoológica, la datación y la interpretación paleoetnológica (Segunda parte)

  

Recapitulación

En el año 2020 se publicó un interesante e importante trabajo colectivo, resultado de la colaboración entre arqueólogos y naturalistas, especialistas en zoología, paleontología y geología. Era un planteamiento relativamente novedoso en nuestro país, por inhabitual y por falta de tradiciónSe había aplicado un planteamiento de enfoque pluridisciplinar, el estudio se realizaba de forma colaborativa, siendo los resultados individuales parciales y complementarios, necesitando de una puesta en común y un encaje finales. Fue una experiencia que demostró ser muy necesaria como metodología de trabajo y que, a la vez, resultó tremendamente enriquecedora, a nivel individual, para todos l@s participantes. Un planteamiento investigador de este tipo, en el que se partía desde una perspectiva multidisciplinar, se aplicaba una metodología múltiple, alcanzando finalmente unos resultados transdisciplinares, es un enfoque y una metodología que algunos investigadores venimos reclamando y aplicando desde hace años para temas tan complejos como los de este tipo, a caballo entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. 

Ese trabajo colectivo titulado "Fossils in Iberian prehistory: A review of the palaeozoological evidence"resulta muy importante tanto por la magnitud de la muestra revisada como por la luz que aportan los resultados obtenidos. Durante los cinco años previos a la publicación, habían participado en el desarrollo de aquel trabajo colectivo y colaborativo, doce investigadores pertenecientes a ocho instituciones universitarias y a cuatro organismos de investigación, situados en muy diversos lugares de España.

Introducción

En la entrada de hoy se da continuidad al tema iniciado en la entrada anterior, publicada el 13 de mayo de 2022exponiendo algunas de las notables dificultades que presenta la identificación paleontológica, para los no especialistas, de algunos ejemplares de origen biológico hallados en contextos arqueológicos, así como algunos de los errores más habituales cometidos por la arqueología tradicional y también algunos casos detectados en los estudios y fondos museísticos de algunos yacimientos arqueológicos ibéricos que han sido revisados en esta investigación que se ha empezado a dar a conocer a nuestros seguidores y seguidoras que pudieran no conocerla. 

Tal como ya sucedía en la entrada anterior, el contenido de esta nueva entrada dedicada al mismo tema e investigación particular, consiste en una selección de aquellas partes del texto original que por estar más relacionadas con los objetivos del blog, pueden interesar a nuestr@s seguidores/as. Luego seguida de su  traducción al español del original en inglés. La versión publicada en castellano se hace con muy escasas modificaciones, siempre fieles al texto original pero orientadas a mejorar la comprensión de ciertos conceptos especializados por parte de aquell@s lectores/as no especialistas en arqueología ni en paleontología.


Las dificultades de la arqueología, no especializada, en la identificación de algunos ejemplares

Contrariamente a la sabiduría académica establecida, con independencia del período y la región considerados, la presencia de fósiles en contextos arqueológicos constituyen un tema recurrente en la arqueología prehistórica. En la península de Iberia pueden invocarse varias causas para explicar la escasez de estudios arqueológicos sobre fósiles hallados en contextos  arqueológicos

La primera causa, es esencialmente estocástica, pues sostiene que esta situación ibérica particular, simplemente, refleja el mayor  número de sitios arqueológicos con fósiles disponibles para su estudio en otros países (Taborin, 1993; Eriksen, 2002; ver otras referencias en Álvarez, 2009; Boyadziev, 2008; Bar-Yosef et al., 2010; Dimitrijevic et al., 2010). 

Más intrigante es contemplar la posibilidad de que muchos fósiles existentes en contextos arqueológicos hayan pasado desapercibidos, hasta ahora, para los arqueólogos españoles. Un argumento convincente para respaldar tal propuesta es la gran cantidad de fósiles que nuestra búsqueda restringida a estudios anteriores, logró revelar en un puñado de sitios. La falta de fiabilidad de los registros publicados anteriormente es una de las principales razones para pensar que los fósiles han estado pasándose por alto, con regularidad. De hecho, muchos artículos publicados son cuestionables debido a un fallo sistemático para justificar el estado fósil y taxonómico de los ejemplares, y que un número sustancial de ellos no pudo encontrarse al ser solicitados para su revisión. 

Ambos problemas, simplemente, pueden reflejar una falta de comprensión de la relevancia de los fósiles para la investigación arqueológica, entre sus practicantes. El alcance de tal fracaso va más allá de categorías específicas y vínculos con la tradición humanista de la arqueología ibérica, donde los elementos naturales hallados en los contextos arqueológicos, no suelen ser un motivo de gran preocupación (restos de animales, vegetales, minerales y fósiles). En nuestra opinión, estos casos generan datos de valor científico cuestionable, lo que genera dudas sobre una fracción sustancial de las evidencias arqueológicas. Para abordar este asunto particular, en el futuro, se debería centrar la atención en la implementación de protocolos para reconocer evidencias paleontológicas en el inventario arqueológico y reportar datos de manera adecuada.

La correcta identificación de los ejemplares se encuentra en el centro mismo de este problema, y una primera cuestión es cómo reconocer el verdadero estado de los ejemplares fósiles, subfósiles o no fósiles. Este problema puede parecer trivial, pero para los fósiles no bien mineralizados u otros que no pertenecen a grupos fácilmente reconocibles, como por ejemplo, son los trilobites, ammonites, equínidos, crinoideos, bivalvos, braquiópodos, etc., se requiere un alto nivel de experiencia para lograr una interpretación correcta de algunas de las características visibles. 

El problema es aún más acuciante en los yacimientos arqueológicos, donde los fósiles son escasos, a menudo se encuentran aislados o han sido trabajados, fragmentados y desprovistos de cualquier contexto arqueológico y/o característica paleontológica típica

Pero las cosas se vuelven aún más complicadas cuando los fósiles recientes que son fenotípicamente indistinguibles de las especies contemporáneas existentes en la actualidad. Este sería el caso de los moluscos tirrenienses (Pleistoceno mediterráneo) en yacimientos del área del Mediterráneo, frecuentes en los afloramientos que salpican las costas ibéricas desde Cataluña hasta el Algarve. Estos fósiles son a menudo miembros de especies que aún son vivientes en la actualidad, por lo que parecen sorprendentemente "recientes" y, como veremos más adelante, son elementos de confusión, recurrentes en varios sitios arqueológicos de esta región. En ausencia de ciertas características discriminatorias como son el brillo, el peso, la bioerosión o las incrustaciones, y sin poder tener acceso a buenas colecciones de referencia, los analistas de ese tipo de ejemplares deben ser conscientes de que los especímenes que, a primera vista, consideran recientes, de hecho, podrían ser fósiles.

El hecho de no lograr las identificaciones adecuadas de los ejemplares arqueológicos de naturaleza orgánica, a menudo refleja la falta de contacto con paleontólogos o paleobiólogos. Esta deficiencia, eventualmente, se traduce en graves interpretaciones sistemáticas, cronológicamente erróneas, como sería considerar la presencia de conchas de caracol fósiles como una evidencia de la existencia de actividades humanas prehistóricas de pesca o recolección de conchas con fines alimentarios o la presencia de los dientes de tiburón, fósiles, como resultado de la pesca de este tipo de peces, con fines alimentarios (Russ, 2010; Lujan, 2016). 

En la mayor parte del material faunístico, la coloración de los ejemplares, por sí sola, puede no resultar decisiva para distinguir los restos fósiles de los recientes. De esta manera, el color verde distintivo de los dientes de tiburón de los depósitos ricos en residuos glauconíticos es una pista de que el diente es fósil, sin embargo, uno debe estar interesado en diferenciar estos tonos verdes de aquellos de los dientes recientes que han estado en contacto con óxidos de cobre (pigmentación por contaminación procedente de herramientas de este material en las proximidades). Lo mismo ocurre con los tonos negros producidos en unos casos por termoalteraciones por combustión (restos a menudo recientes) y en otros por impregnación de manganeso (resto fósil), o rojos resultantes del proceso de diagénesis/redox (resto fósil) vs. contacto con objetos de hierro en condiciones anaerobias (herramientas), etc.

Separar los restos fósiles de los restos recientes puede requerir ocasionalmente equipo y técnicas específicas. Este sería el caso de los isótopos de estroncio, solo reportados en escafópodos fósiles, y los análisis de microscopía electrónica que monitorean de manera no destructiva si el contenido de fluoruro en el esmalte de diente de tiburón (fluorapatito) es alto tanto en la raíz como en la corona (fósil) o solo en la corona (reciente) (Elderfield, 1986; Shackleton and Elderfield, 1990; Vanhaeren et al., 2004; Bajnoczi  et al., 2013; Lübke et al., 

Modernas instalaciones de microscopía electrónica para poder realizar observaciones de muestras preparadas, a grandísimo aumento y enorme resolución óptica.
Imagen
hipertextual  https://hipertextual.com/2014/08/microscopio-electronico

Para las polémicas cuentas del escafópodo “Dentalium” (ver discusión), la espectrometría FT-Raman sería una forma no invasiva de diferenciar rápidamente los que son reciente de aquellos que son fósiles. 2017).

La identificación a nivel taxonómico es mucho más desafiante dado el amplio espectro de grupos que alberga el registro fósil. Ningún analista se siente cómodo identificando especímenes cuya disparidad anatómica excede la variabilidad que conoce. 

Los icnofósiles, grupos cuyas diferencias morfológicas interespecíficas son sutiles, y los fragmentos, como suele ser el caso de los especímenes trabajados, son particularmente problemáticos (Cáceres et al., 2019; Vera y Lozano, 2004). Rara vez los especialistas pueden otorgar un estatus taxonómico a los fragmentos. La fragmentación plantea el problema del tamaño. Aunque el tamaño no es garantía de una identificación taxonómica correcta, el tamaño es a menudo un rasgo de diagnóstico útil. Incluso cuando se trata de especímenes completos, y más aún en el caso de diferencias sutiles entre taxones, el tamaño pequeño dicta el uso obligatorio de equipo óptico de aumento (Vera y Lozano, 2004).

En ocasiones la correcta identificación taxonómica de un ejemplar requiere de personal especializado y del uso de equipos sofisticados. Sucede cuando la ultraestructura del material o las pistas químicas permiten realizar un diagnóstico correcto del fósil, como es el caso del marfil (Schuhmacher et al., 2013).

Los escafópodos ejemplifican como pocos grupos zoológicos los problemas taxonómicos que nos hicieron difícil poder aceptar el estatus de fósil verdadero de muchos especímenes que aparecen en la literatura ibérica. Los problemas aquí van desde la falta de colecciones de referencia, hasta suposiciones no declaradas. Las conchas de "colmillo de mar" a menudo carecen de características llamativas que permitan diferenciarlas fácilmente. Pertenecen a gasterópodos pequeños y, a menudo, se han convertido en adornos personales, cosa que implica que la mayoría hayan sido más o menos alteradas. Añádase que el registro fósil del Neógeno Ibérico, con 24 especies de 9 géneros está muy diversificado (Paradentalium [5 especies], Fissidentalium [1 especie], Antalis [8 especies], Pseudoantalis [1 especie], Fustiarias [3 especies], Gadilina [1 especie], Entalina [1 especie], Pulsellum [1 especie]) y Cadulus [3 especies]). Viendo esta diversidad se comprende por qué los escafópodos fósiles son la pesadilla de un taxónomo no especializado en el grupo. Por estas razones, ningún arqueólogo pudo otorgar estatus, y mucho menos taxón, a muchos de los especímenes que encontrados y que luego estudiamos. 

Una muestra de fragmentos de cochas de escafópodos usadas con fines ornamentales, rituales, apotropaicos, identificativos, etc. por humanos prehistóricos y, modernamente, halladas en contextos arqueológicos correspondientes a diferentes lugares: (C) collar de escafópodos fósiles y cuentas de piedra procedente de El Oficio; (D) escafópodos de la cueva Hoyo de la Mina: (1-3) Paradentalium inaequale; (E) escafópodos de la cueva del Tesoro: (4-10, 12-14, 16-18) P. sexangulum, (11, 15) P. inaequale. Pi: P. inequale; Ps: P. sexangulum; (F);(F) P. sexangulum noe forma de Campo Real (19, Fotografía de Ana Gómez, Casa Museo Jorge Bonsor) 

Para complicar aún más el problema, el término  "Dentalium" se ha utilizado tradicionalmente en la arqueología ibérica en un sentido genérico y vago para referirse a cualquier tipo de "concha de colmillo marino", perteneciese o no a ese género zoológico. Sin embargo, el género Dentalium, aún existente en la actualidad, solo está presente en la región del Indo-Pacífico, por lo que todos los escafópodos mediterráneos que anteriormente habían sido identificados y etiquetados erróneamente como Dentalium, actualmente, se encuentran incluidos en el género Antalis

La mayoría de las especies de escafópodos ibéricos, tanto prehistóricas como actuales, son raras y bastante pequeñas, aunque los taxones del Mioceno y Plioceno eran en promedio más grandes que sus equivalentes del Pleistoceno. Dado que los antiguos recolectores se habían centrado, durante mucho tiempo, en buscar y recoger los especímenes más grandes, el número de especies que pueden aparecer en los sitios ibéricos está restringido a seis (es decir, los dos Paradentalium reportados en este documento (ver discusión) a los que se deben agregar cuatro especies de Antalis (A. fossile, A. inaequicostatus, A. dentalis y A. vulgare, de los cuales los dos últimos todavía habitan el mar Mediterráneo). 

Dado que todos los A. vulgare que encontramos eran modernos, incluso aún cuando están certificados taxonómicamente, el estado fósil de los escafópodos denominados , en la literatura ibérica “Dentalium”, “Dentalium sp.” y “D. vulgare fósil”, siempre requerirán confirmación por parte de un especialista en paleontología. Las conchas de los denominados vulgarmmente "colmillo de mar" también ejemplifican, como pocos otros grupos, la necesidad de que existan buenas colecciones de referencia para poder realizar comparaciones fiables. 

Una práctica generalizada y nada recomendable es aquella que consiste, en que ausencia de las muestras de colecciones de referencia pertinentes, en realizar un ejercicio de atribución intuitiva, hallando la mejor correspondencia con "lo que sea" que se encuentre a mano. Esta práctica improvisada no es nueva. En efecto, creemos que así es como D. de Orueta y Aguirre, en el siglo XIX, llegó a identificar como Dentalium elephantinum las conchas de de escafópodos  de Paradentalium que E. J. Navarro le envió procedentes de la “Cueva del Tesoro” (Navarro, 1884). Casi 20 años después, el Revdo. R. A. Bullen siguió su ejemplo con las conchas de colmillos de mar que J. Bonsor le envió desde Campo Real, ejemplificando otro “principio” de identificación equivocado como fuera seguir los pasos de prestigiosos colegas (Bullen, 1905).

El uso de herramientas inapropiadas, como las guías de campo y las ilustraciones en la web, en lugar de otras fuentes más confiables (es decir, Steiner, 1997; Steiner y Kabat, 2001, 2004) complica aún más las cosas y, a menudo, resulta en la aparición de todo tipo de errores, como confundir tubos  de poliquetos serpúlidos con conchas de escafópodos.

Informar correctamente sobre el hallazgo de fósiles en un contexto arqueológico, requiere no solo especificar cómo se lograron las identificaciones de los ejemplares, sino también ilustrar el aspecto de los especímenes correctamente. Las buenas ilustraciones a menudo ofrecen una forma confiable de verificar la identificación de los ejemplares hallados. Aunque aquí la calidad gráfica es muy importante, obviamente, las consideraciones anatómicas son igualmente importantes a tener en cuenta. La tendencia a representar los escafópodos en vista lateral, por ejemplo, es una costumbre lamentable, porque solo la forma de los perímetros externo e interno del caparazón, cuando se ven en sección transversal, son realmente informativos desde el punto de vista taxonómico. 

Para el caso de los bivalvos, a menos que las muestras sean fácilmente reconocibles debido a ciertas características específicas típicas, se deben ilustrar las caras externa e interna de la valva para ver si existen incrustaciones, perforaciones, etc. (icnitas). Si no se hace así, es posible que los investigadores no puedan certificar la verdadera naturaleza fósil o subfósil de un espécimen determinado (por ejemplo, Bosch et al., 2011).


2. Materiales y métodos

2.1. Materiales

Los fósiles estudiados, que suman 156 (de ellos 143 estudiados por nosotros y 13 adicionales evaluados a partir de otras publicaciones; ver Tablas 1 y 2) proceden de múltiples fuentes de origen (han sido recuperados en 20 sitios arqueológicos diferentes). Todos ellos  fueron tomados en afloramientos geológicos y luego transportados hasta depósitos arqueológicos, con la única excepción de la cueva de Las Aguas (ver Resultados).
El conjunto de fósiles se pueden separar aún más en dos subgrupos:

i) Fósiles recuperados en nuestras excavaciones (por ejemplo, El Juyo, Hoyo de la Mina, Hedionda-IV) y excavaciones abordadas por proyectos de investigación en los que participaron algunos coautores (por ejemplo, La Pileta, El Pirulejo, Tesoro, Altamira, Rascaño, Campo Real ) y fósiles de colecciones de arqueofauna  que se nos pidió estudiar (por ejemplo, Aitzbitarte-IV, Peña de la Abuela).

ii) Evaluaciones de fósiles descritos en la literatura (por ejemplo, Las Aguas, Reclau Viver, Tossal de les Basses, Les Jovades, Los Alcores, Casal do Pardo) o realizadas a través de contactos personales con conservadores y excavadores (por ejemplo, Parpalló, El Oficio, Señorío de Guzmán). Cabe destacar que varios artículos de este último grupo no se pudieron encontrar a pedido nuestro y que otros, por diversas razones, no pudieron estudiarse debidamente; todos estos, solo se mencionan en la sección de revisión. 

2.2. Métodos 

Para determinar el estado fósil de los restos de proboscidios, seguimos a Osborn (1942) y Aguirre (1995). 
Los moluscos fósiles se identificaron siguiendo los criterios proporcionados por Lozano (1999), Vera et al. (1993) y Vera y Lozano (2004), junto con la colección de referencia de A. Morales que se encuentra en la Universidad Autónoma de Madrid. 
Los dientes de tiburón se compararon con el material recogido en parte por uno de los coautores (J.C.C.) que ahora se encuentra en el Museo de Ciencias Naturales de Álava. La terminología descriptiva y la nomenclatura taxonómica de los tiburones sigue a Cappetta (2012). 
Las medidas se tomaron con un calibre digital (error estimado ± 0,1 mm). Debido a la heterogeneidad para reportar fósiles en la literatura ibérica, se han considerado tanto el Número de Especímenes Identificados (NISP) como el Número Mínimo de Individuos (MNI) (Reitz y Wing, 2008). 
Los análisis tafonómicos y de uso-desgaste siguen a Taborin (1993). Un estereoscopio Nikon-SMZ-P00 permitió el estudio de los procesos de fabricación. Los criterios para definir las lámparas paleolíticas siguen a Beaune (1987).
La supuesta falta de sincronicidad de los elementos se exploró mediante los datos cronoestratigráficos publicados (véanse las referencias en el siguiente párrafo). Se obtuvieron dátos absolutos para el diente de elefante de El Pirulejo (U / Th) y la ostra de La Pileta, (14C / AMS) (Cortes et al., 2016a, b).
Las áreas de origen de los fósiles se exploraron mediante estudios de campo de sus alrededores de Hoyo de la Mina (5 km2), Hedionda-IV (800 m) y Tesoro (20 km2) (ver Ferrer et al., 2005; Vera y Lozano, 2007). Se utilizaron mapas geológicos del Servicio Geológico Español (IGME) y publicaciones de los yacimientos de La Pileta, Altamira, Rascaño, El Juyo, El Pirulejo, El Oficio, Los Alcores, Les Jovades y Tossal de les Basses (Aguirre, 1995; Aguirre et al., 2005; Cossmann y Peyrot, 1924; Glibert, 1945; Lozano, 1999; Vera y Lozano, 2004).


3. Resultados (Primera parte)

Los diversos yacimientos revisados en la investigación colectiva se muestran ordenados, cronológicamente, de mayor a menor antigüedad

Yacimientos arqueológicos del Paleolítico Superior

Cueva de la Pileta, en Benaoján, Málaga, (Andalucía) 

Una ostra común y una almeja agridulce, cuya naturaleza fósil había pasado desapercibida en la excavación de 1943, fueron identificados como fósiles por los investigadores tras la inspección de las colecciones de la sección de Arqueología del Museo de Málaga (Inventario número 232; Fig. 2.1 y 2.2). 

El primer fósil de La Pileta es una valva izquierda de ostra común (Ostrea edulis Linnaeus 1758)La datación por medio del análisis de 14C / AMS de la corteza estalagmítica que recubre la cara palial de la ostra, proporcionó una fecha de depósito en la cueva o edad de ca. 31,8 a 31,4  ka. BP, coincidente con el período gravetiano (Cortes et al., 2016a). Este espécimen es una valva casi completa de la ostra común .

En el sur de Iberia, la especie aparece por primera vez en los depósitos del periodo Langhiense-Serravalliense y llega hasta nuestros días (Lozano, 1999). El color amarillento y la textura de la costra de calcarenita que recubre este gran ejemplar (diámetro umbopallial: 178,8 mm, diámetro anteroposterior: 129,7 mm) (Fig. 2.2A) coinciden con los que muestran las ostras de los depósitos tortonianos de la cuenca de Ronda (Fig. .3).

Fig. 2.2. Bivalvos fósiles de La Pileta.Valva izquierda de Ostrea edulis en vistas externa (A), interna (B) e interna oblicua (C) y primer plano de la zona palial (D). 

Desde un punto de vista funcional, esta valva de ostra fue transformada en una lámpara de canal abierto, siendo el canal aquí la parte de la concha situada debajo de la cámara branquial justo debajo del sifón cloacal (Fig. 2.2). La muestra estudiada cumple tres de los criterios para calificarla como lámpara, a saber: (1) una marcada concavidad en la superficie interna de la válva ventral con trazas de termoalteración (Fig. 2.2C), (2) residuos orgánicos en la zona activa y bordes y (3) modelado intencional mediante extracciones con un martillo duro, modelando un mango para sostener el instrumento (Beaune, 1987).

Fig. 2.1. Bivalvos fósiles de La Pileta. Valva de Glycymeris bimaculata, valva en vista externa (A) e interna (B)

El segundo fósil de La Pileta es una valva incompleta de una gran almeja agridulce Glycymeris bimaculata (Poli, 1795) (Fig. 2.1). Los lechos locales del Neógeno-Cuaternario documentan que esta especie aún habita en aguas ibéricas desde el Mioceno (Lozano, 1999). El fósil no presenta rastros de manipulación humana, por lo que no se le puede atribuir ninguna posible función. Su color también coincide con el de los fósiles de las facies calcareníticas de los lechos tortonianos de la cuenca de Ronda (Fig. 3). Los rastros de bioerosión, visibles en el exterior del ejemplar, en este caso, causados por una esponja incrustante (género Entobia) (Fig. 2.1A), es otro rasgo distintivo de los fósiles de los lechos de la cuenca de Ronda. Estos depósitos marinos, que no se sabe que se encuentren a más de 15 km de La Pileta, son la fuente más cercana y probable de extracción de estos bivalvos (Cortes et al., 2016a).

La cueva de Las Aguas, en Novales  (Cantabria)

La cueva de Las Aguas fue descubierta en el año de 1909 por Hermilio Alcalde del Río. Este fósil fue utilizado durante el horizonte temporal de existencia del arte rupestre de tipo gravetiano, pero no procede de un nivel arqueológico concreto pues formaba parte de manera natural de las paredes de la caverna (Alcalde et al., 1911). También es el único fósil no transportado por humanos, descrito en este estudio. El espécimen se conserva incrustado en la pared de piedra caliza del Aptiano superior del interior de la cueva y consiste en una sección transversal de un molusco rudista del Cretácico Inferior del género Pseudotoucasia.

Arte rupestre sobre sustrato paleontológico, del Paleolítico superior, existente en el interior de la cueva de Las Aguas, en Novales Cantabria. El conjunto de puntos rojos se pintaron sobre una sección natural de un molusco rudistido de gran tamaño del género Pseudotoucasia (probablemente P. santanderensis) que afloraba naturalmente en la superficie de roca caliza de la pared de la caverna. Tal vez su forma particular pudo influir para que fuera aprovechado para darle algún significado simbólico o alguna función particular, al señalarlo mediante la serie de puntos rojos.  

Estaba decorado con motivos de puntos rojos para resaltarlo de las paredes de la cámara de la cueva (Fig. 4). A pesar de su confirmación taxonómica pendiente de autorización para su estudio, el candidato más probable es P. santanderensis (Doubille, 1889), especie frecuente en las calizas urgonianas que afloran entre las localidades cercanas de Comillas y Santander (Mengaud, 1920; Ramírez del Pozo y Portero, 1976).


Nota informativa

Como ya ha sucedido en otras entradas anteriores de esta misma temática, el contenido de ésta consiste en la fusión de una selección de aquellas partes del texto original consultado que resultaban más relevantes en relación a los objetivos específicos del blog FFI. Resultando una reconstitución con muy escasas modificaciones de contenido y de estilo, siempre realizadas con la finalidad de mejorar la comprensión de ciertos conceptos complejos, por parte de los lectores que no están habituados o especializados en arqueología ni en paleontología.


Continuará