por Heraclio Astudillo-Pombo, Universitat de Lleida
Los usos sociales y funciones culturales de los fósiles en la antigüedad, la necesaria contribución y la imprescindible colaboración de la arqueología (16)
La revisión actual de la fauna fósil incluida en los antiguos hallazgos arqueológicos ibéricos ha permitido mejorar la identificación zoológica, la datación y la interpretación paleoetnológica (Primera parte)
Introducción
En el año 2020 se publicó un interesante e importante trabajo colectivo, resultado de la colaboración entre arqueólogos y naturalistas, especialistas en zoología, paleontología y geología. Era un planteamiento relativamente novedoso en nuestro país, por inhabitual y por falta de tradición. Se había aplicado un planteamiento de enfoque pluridisciplinar, el estudio se realizaba de forma colaborativa, siendo los resultados individuales parciales y complementarios, necesitando de una puesta en común y un encaje finales. Fue una experiencia que demostró ser muy necesaria como metodología de trabajo y que, a la vez, resultó tremendamente enriquecedora, a nivel individual, para todos l@s participantes. Un planteamiento investigador de este tipo, en el que se partía desde una perspectiva multidisciplinar, se aplicaba una metodología múltiple, alcanzando finalmente unos resultados transdisciplinares, es un enfoque y una metodología que algunos investigadores venimos reclamando y aplicando desde hace años para temas tan complejos como los de este tipo, a caballo entre las ciencias sociales y las ciencias naturales.
Ese trabajo colectivo titulado "Fossils in Iberian prehistory: A review of the palaeozoological evidence", resulta muy importante tanto por la magnitud de la muestra revisada como por la luz que aportan os resultados obtenidos. Durante los cinco años previos a la publicación, habían participado en el desarrollo de aquel trabajo colectivo y colaborativo, doce investigadores pertenecientes a ocho instituciones universitarias y a cuatro organismos de investigación, situados en muy diversos lugares de España. El coordinador del grupo fue Miguel Cortes-Sánchez, catedrático del Departamento de Prehistoria y Arqueología, de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla. Los demás investigadores participantes fueron María D. Simón-Vallejo, con la misma filiación académica que el coordinador; José-Carmelo Corral, del Museo de Ciencias Naturales de Álava; María del Carmen Lozano-Francisco, del Departamento de Ecología y Geología, Facultad de Ciencias. Universidad de Málaga; José Luis Vera-Peláez, del HUM-949/TELLUS Group-Universidad de Sevilla; Francisco J. Jiménez-Espejo, del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, CSIC-UGR, Armilla y del Research Institute for Marine Resources Utilization (Biogeochemistry Program), JAMSTEC, Yokosuka, (Japan); Antonio García-Alix del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, CSIC-UGR, Armilla y del Departamento de Estratigrafía y Paleontología, Universidad de Granadal; Carmen de las Heras del Departamento de Patrimonio / Investigación, Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, Cantabria; Rafael Martínez Sánchez del Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Granada; María Dolores Bretones García del HUM-262/Group. Área de Prehistoria, Universidad de Córdoba; Ignacio Barandiaran-Maestu del Instituto de Ciencias de la Antigüedad, Universidad del País Vasco, UPV/EHU y Arturo Morales-Muñiz del Laboratorio de Arqueozoología, Departamento de Biología. Universidad Autónoma de Madrid.
Cubierta de la revista Quaternary Science Reviews. Volumen 250, publicada el 15 de diciembre de 2020, en la que apareció publicado el articulo que se presenta hoy. "Fossils in Iberian prehistory: A review of the palaeozoological evidence"
La publicación presentaba una cuantiosa revisión de casos, realizada con un enfoque multidisciplinar. Se habían revisado 633 ejemplares correspondientes a diversos géneros de animales fósiles, recuperados en 83 yacimientos arqueológicos ibéricos ubicados en diferentes regiones de España y Portugal. Esos ejemplares habían sido recolectados e identificados durante numerosas campañas de excavación realizadas muchos años antes, en decenios o siglos anteriores.
La realización de un trabajo de revisión de multitud de ejemplares fósiles procedentes de antiguos hallazgos arqueológicos en diversas regiones de España y Portugal, depositados en diferentes museos, implicaba una gran complejidad logística, pero auguraba resultados muy prometedores e interesantes. Su realización estaba motivada por que existía la seria presunción, tras varias constataciones, que años atrás, se habían realizado varias identificaciones taxonómicas erróneas y que se habían atribuido cronologías equivocadas, a bastantes especímenes faunísticos hallados en contextos arqueológicos.
Uno de los resultados del nuevo estudio, mucho más detallado y utilizando medios tecnológicos mucho más modernos, había permitido identificar en algunos ejemplares claros indicios del uso prehistórico de instrumentos, aplicados para conseguir ciertas modificaciones de sus características naturales, orientadas a conseguir fines relacionados con ciertos usos específicos.
A partir de los resultados obtenidos, también se ha podido demostrar que el estudio detallado de los fósiles, hallados en sitios arqueológicos, puede ser una herramienta muy útil para la arqueología, la paleoetnología y la arqueoetnopaleontología, pues permite abordar ciertos problemas relacionados con el conocimiento inductivo de algunos aspectos ideológicos, como pueden ser las creencias, los procedimientos técnicos, los usos ordinarios o extraordinarios, etc., propios de las sociedades de la antigüedad, cuyos otros restos culturales materiales son muy escasos y de difícil interpretación.
Distribución geográfica de los diversos yacimientos arqueológicos ibéricos, estudiados en este trabajo. Apareciendo agrupados en los diversos mapas según diferentes épocas históricas
Los fósiles, a pesar de ser objetos arqueológicos poco frecuentes, en general, parecen ser elementos habituales en algunos registros arqueológicos de ciertas zonas y épocas. Su presencia se ha documentado en algunos de los principales yacimientos arqueológicos de la península Ibérica, desde el Paleolítico (p. e. Altamira, Parpalló, Reclau Viver, Aitzbitarte, La Garma, Rascaño, El Juyo o La Pileta), hasta la edad de los metales (Los Millares, Valencina, Los Castillejos, El Argar, Fuente Álamo, Vila Nova de São Pedro, etc.).
El problema de determinar si un ejemplar está en estado fósil o subfósil o no está fosilizado
Tradicionalmente, el término fósil se refiere a cualquier tipo de evidencia directa o indirecta de restos orgánicos, incluidos moldes internos y moldes externos y rastros de actividad de origen orgánico, como senderos, huellas y madrigueras. Se incluyen todo tipo de restos corporales, incluyendo huesos, conchas, dientes, hojas y restos vegetales mineralizados así como bioconstrucciones, bioinclusiones en ámbar, restos producidos por la actividad de organismos antiguos como huevos, gastrolitos y coprolitos y, ocasionalmente, trazas sedimentarias geológicas, relacionadas con el fósil en cuestión (Raup and Stanley, 1978; Benton and Harper, 2009).
Arte rupestre paleontológico del Paleolítico, interior de la cueva de Las Aguas, en Novales, Cantabria. Los puntos rojos se pintaron en una sección natural de un molusco rudistido de gran tamaño del género Pseudotoucasia (probablemente P. santanderensis) que afloraba naturalmente en la superficie de roca caliza Aptiense de la pared de la caverna. Este fósil es el único descrito en este estudio que no había sido transportado hasta el lugar y los niveles arqueológicos por H. sapiens, sino que ya estaba en el lugar y que fue aprovechado para darle algún significado simbólico o algún uso particular, al señalarlo mediante la serie de puntos rojos que le fueron impuestos por los humanos ocupantes de la cavidad en la prehistoria.
El problema es que descender de la teoría a la práctica, no siempre es sencillo para las personas inexpertas o poco expertas en paleontología. Con respecto a los sitios arqueológicos prehistóricos, ciertos restos animales se pueden reconocer muy fácilmente como fósiles, pero en otros casos no resulta tan fácil o nada fácil.
La mayoría de los restos de animales que aparecen en una excavación arqueológica son contemporáneos de los ocupantes humanos del lugar, en unos casos han llegado hasta el lugar por su propio pie, mientras que en otros han sido acarreados por sus depredadores naturales y en otros casos fueron transportados por sus cazadores o carroñeadores humanos. Aún así, existe la posibilidad de que una pequeña fracción de cualquier fauna arqueológica pueda representar restos fosilizados de animales que vivieron mucho antes de que se produjera la ocupación humana y la acumulación de restos de la actividad humana, es decir, no son contemporáneos de los ocupantes humanos, sino muy anteriores a la ocupación humana del lugar, ya que se trata de "restos fósiles", en el sentido más amplio de la palabra que vivieron muchos miles de años antes o algunos millones de años antes.
La recolección de fósiles en la prehistoria europea
Aunque la evidencia es escasa, y no siempre está libre de controversias, la presencia de fósiles en los yacimientos arqueológicos constituye un testimonio evidente del antiquísimo interés por los fósiles de los humanos antiguos y modernos y una evidencia de la práctica de su comportamiento de recolección, transporte y utilización. Parece ser que se registró la presencia de fósiles en contextos arqueológicos, por primera vez, en algunos sitios arqueológicos del Pleistoceno medio, asociados con la estancia en el lugar de determinados grupos de homínidos pre-sapiens.
Kenneth P. Oakley (1975), geólogo, paleontólogo y antropólogo físico, fue el primer científico en abordar el tema de los fósiles recolectados en la prehistoria y hallados en sitios arqueológicos, y Gautier (1987) introdujo la categoría tafonómica de los denominados "intrusivos reelaborados", para poder tener en cuenta la presencia de los fósiles, cuando eran encontrados formando parte de los depósitos de objetos arqueológicos.
Aspecto de un diente fósil de tiburón, de la especie Cosmopolitodus hastalis, en vista lingual, hallado en la Cueva Hedionda-IV, en Casares, Málaga. Correspondiente al periodo Neolítico. Con dos perforaciones bicónicas, en la zona de la raíz, para poder sujetarlo o para llevarlo suspendido. Tal vez como ornamento o quizás como amuleto protector...
Las escamas de sílex estelado, hechas a partir de un pedernal procedente de un coral fósil, halladas en Swanscombe (Inglaterra) , son consideradas como las evidencias arqueológicas materiales más antiguas que parecen demostrar el uso de restos fósiles por parte de humanos pre-sapiens, elaboradas con alguna finalidad hoy desconocida.
Los artejos individuales, obtenidos de la desmembración de tallo peduncular de un tipo de crinoideos jurásicos, probablemente también sean las evidencias arqueológicas materiales más antiguas. Los artejo perforados en el centro fueron usados como cuentas para ser ensartadas y formar con ellas collares, pulseras, brazaletes, colgantes y adornos para el vestido, etc. Fueron hallados en el sitio de cultura achelense de Gesher Benot Ya'aqov (Israel).
Sorprendentemente, no existe ningún informe arqueológico sobre hallazgos de fósiles recolectados intencionalmente por humanos neandertales, a pesar del uso constatado de conchas y plumas, por haber sido halladas frecuentemente en los sitios de cultura musteriana y chatelperroniana (Paleolítico medio), por ejemplo en las cavernas de Riparo Fumane (Italia), Combe-Grenal (Francia), Les Fieux (Francia) y Gorham's Cave (Gibraltar). Supuestamente usados como objetos de adornos, .
La práctica de recolectar fósiles parece generalizarse partir del Paleolítico superior, en toda Europa, tal como demuestra su presencia en multitud de yacimientos europeos, a partir de esa época. A partir de ese momento histórico, se asiste al establecimiento de redes de intercambio que, además de intercambiar otras materias primas y elementos de adorno, como conchas marinas, se evidencian el transporte ocasional de ciertos tipos de fósiles, a larga distancia.
Durante el Holoceno, desde las últimas etapas de la Prehistoria hasta la Antigüedad clásica, la recolección de fósiles se generalizó tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo. Sin embargo, parece ser que solamente fue durante la Antigüedad clásica griega cuando algunos restos fósiles arraigaron profundamente en la mentalidad de la gente de aquella sociedad, fomentando entre ellos la invención de una serie de narrativas explicativas, de tipo mitológico y unos usos políticos y religiosos de los grandes huesos fósiles de megamastofauna mediterránea, al ser considerados como auténticas reliquias de los antiguos héroes y gigantes míticos. Huesos que con su descomunal testimonio, contribuyeron a dar verosimilitud a las narraciones legendarias y a atraer peregrinos hasta los templos que exponían sus restos óseos.
Sobre esta clase de restos óseos, interpretados míticamente en la antigüedad por griegos, israelitas y romanos, se publicaron varias entradas en este blog, desde julio del 2008 hasta agosto del 2009, estando esa sección bajo el título genérico de Grandes huesos fósiles y gigantes imaginarios.
La recolección de fósiles en la antigüedad
Durante el Holoceno, desde las últimas etapas de la Prehistoria hasta la Antigüedad clásica, la recolección de fósiles se generalizó tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo.
Las sociedades precolombinas mesoamericanas son un caso paradigmático de este práctica. Un enorme fémur, de cerca de 1 m de largo fue donado al capitán español Hernán Cortés, conquistador de aquel territorio, quien lo recibió de los indios vencidos como regalo o tributo de pleitesía, de parte los gobernantes en la localidad de Tlaxcala (Méjico). Este tipo de restos óseos eran considerados tanto en Europa como en América como auténticos "huesos de gigantes" antiguos. En este caso, el hueso fósil probablemente perteneció a alguna especie de proboscidio de la extinta megafauna norteamericana. Este hecho pone en evidencia la gran estima que alcanzaron algunos tipos de huesos fósiles entre las sociedades mesoamericanas. Este hecho curioso fue recogido por Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, obra que fue publicada póstumamente en 1632.
Resulta muy sorprendente que la Península Ibérica, una de las regiones europeas más ricas en términos de depósitos de restos fósiles, sin embargo, destaque respecto a otras regiones europeas, por la escasez comparativa de presencia de fósiles reportados en los informes arqueológicos derivados de los estudios de sus sitios arqueológicos. En la literatura arqueológica ibérica, el tratamiento de los restos fósiles hallados en contextos arqueológicos, en su mayor parte ha sido muy deficiente, estando los pocos datos existentes esparcidos por la "literatura gris" y en los protocolos para reportarlos, pero resultan esencialmente inexistentes en la literatura publicada. Esto es muy lamentable, dado que el registro de fósiles en la arqueología ibérica se remonta al siglo XIX, y que los pocos trabajos recientes, dedicados al estudio de este tema han arrojado unos resultados realmente sobresalientes.
A partir del estudio que hemos realizado sostenemos que la escasez de fósiles arqueológicos en Iberia es el resultado de una combinación de factores metodológicos "tradicionales de tipo artefactocéntrico", en la arqueología nacional, ya que no toma en consideración a los fósiles que aparecen en contextos arqueológicos y que reflejan una total falta de comprensión de la relevancia cultural de los fósiles arqueológicos.
Continuará
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