Imagen: Caramella, 21, revista de Música i cultura popular. https://www.revistacaramella.cat/joan-amades-i-lestudi-de-la-masia-catalana/Tan mayúsculo cúmulo de errores nos induce a creer que J. Amades obraba de buena fe, pero que probablemente había sido victima de su ingenuidad, su gran ignorancia geológica y de la dificultad de aquella época para consultar e interpretar mapas y estudios geológicos locales. Por lo que J. Amades habría aceptado como buenas y ciertas determinadas informaciones erróneas o falsas, provenientes de informantes equivocados, fabuladores y poco fiables. Puesto que les habría dado un crédito inmerecido de una manera bastante ingenua y poco crítica.
Tal vez, la permanente falta de tiempo de J. Amades por su extensa y activa implicación en la recogida de datos sobre cultura popular tradicional, por toda Cataluña y zonas circundantes relacionadas culturalmente, y su necesidad de rápida publicación de resultados para justificar gastos y demostrar resultados prácticos, no debieron facilitar que buscara una confirmación posterior experta de verificación de los datos recogidos. Por lo que no habría contrastado la validez de la información popular recogida sobre el terreno, con la opinión valorativa de naturalistas locales o con los conocimientos académicos de geólogos o de paleontólogos que fueran buenos conocedores de la geología o la paleontología comarcal o regional, ámbitos necesitados de asesoramiento, puesto que Amades no era nada experto.
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A la izquierda de la imagen, en primer término, sentados, se ve al músico y musicólogo Joan Tomàs i Parés, tomando notas manuales de las melodías, en un cuaderno. Mientras el folclorista Joan Amades i Gelats, está tomando notas de la letra de la canción en una pequeña máquina de escribir portátil. Instantánea de un día de 1929, cuando ambos se hallaban recogiendo canciones populares en un barrio obrero de Balaguer (Lleida). Joan Amades dedicó toda su vida a la recopilación del folclore catalán, viajando incansablemente por infinidad de lugares de toda la región con los medios disponibles en la época (1918-1959). Imagen: Arxiu Mestre Joan Tomas
Algunas posibles explicaciones, razonablemente lógicas, al enigma paleontológico planteado por las afirmaciones del folclorista J. Amades (1ª parte):
Quizás la casuística geológica y paleontológica individual del listado de 20 santuarios santalucianos catalanes, proporcionado por J. Amades, puede ser tan particular, variada y compleja que en cada uno de ellos que hayan podido hacer que se diesen unas circunstancias etnológicas, geológicas y paleontológicas muy particulares. En función de las condiciones geográficas, geológicas o sociológicas específicas propias existentes en cada uno de los diferentes lugares donde estaban ubicados los diversos santuarios santalucianos recopilados y listados por el folclorista catalán.
A continuación se presenta una serie de posibles circunstancias que podrían ser validas para un determinado lugar, pero no para otros, que teóricamente podrían servir para explicar cuál pudo ser la causa de los errores de interpretación de la verdadera naturaleza de los objetos llamados popularmente "ojos de santa Lucía", "lagrimas de santa Lucía" o "piedras de santa Lucía", cometidos por J. Amades.
Todas las posibles explicaciones teóricas propuestas están inspiradas en hechos geológicos o sociológicos cuya existencia es conocida en otros lugares de Cataluña y Aragón.
1. Una primera explicación hipotética posible, podría consistir en el hecho de que J. Amades posiblemente no hubiera visitado, personalmente, muchos o la mayoría de los diversos lugares de culto santaluciano que había citado en diversas publicaciones suyas y que aparecían recogidos en forma de listado de 20 santuarios. Por lo tanto, el folclorista no habría podido ver con sus propios ojos el lugar preciso donde se recolectaban los ejemplares ni los fósiles "in situ", sino que los fósiles del tipo que fuera le habrían sido mostrados "ex situ" por sus informantes. Mientras que quizás, en otros casos, los informantes ni siquiera le mostraban ejemplares fósiles de ninguna clase sino que se habrían limitado a hablarle de la existencia de aquellos supuestos fósiles, en el lugar del santuario, y le habrían dado una descripción sucinta, bastante superficial o subjetiva.
De esta manara J. Amades habría podido recoger información, errónea o totalmente falsa que le habrían transmitido sus informantes como si fuera cierta, creíble y verdadera, confiando en la veracidad de la información recibida y en la rectitud moral de sus informantes, supuestamente personas veraces, buenas conocedoras del territorio y de las costumbres tradicionales de sus habitantes.
Cayendo en el error de procedimiento de no haber realizado, posteriormente, ninguna supervisión, contrastación o confirmación por parte de naturalistas locales o geólogos o paleontólogos expertos.
Tal vez, Amades inducido o persuadido por la información recibida de sus informantes, hubiese podido caer en el error de generalizar, injustificablemente, la idea de la existencia de un cierto tipo de prácticas litolátricas populares, asociadas a los numulites o a los "fósiles numulítidos", sin tener en cuenta otras alternativas. Habiendo contribuido a extender la creencia errónea en la gran extensión geográfica de determinadas prácticas populares que, en realidad no lo eran y que, en realidad, serían propias sólo de unos pocos santuarios catalanes, ubicados en lugares con terrenos realmente numulíticos. Habiendo contribuido J. Amades, de esta forma inapropiada, a la generalización del error, incorporando equivocadamente a muchos otros santuarios santalucianos catalanes, por no estar bien fundamentada ni contrastada su afirmación.
El error garrafal de tal generalización infundada provendría del hecho geológico de que muchos de esos santuarios estarían ubicados en localidades sin terrenos numulíticos. Habiéndose afirmado su existencia y recolección "in situ", sin disponer J. Amades de suficientes indicios geológicos ni etnopaleontológicos fidedignos.
En más de una ocasión, J. Amades afirmaba en sus escritos que la mayoría de los santuarios santalucianos catalanes estaban ubicados en lugares en los que existían nummulites o fósiles numulíticos y que los romeros devotos los buscaban y recolectaban para darles uso como remedio casero y como amuleto... A pesar de contradecir tal afirmación aquellas condiciones naturales de naturaleza litológica, paleontológica y geocronológica que parecen existir en el lugar del santuario, a partir de la información geológica proporcionada por el actual mapa geológico de Cataluña.
A la izquierda, Joan Amades, con bastón, y Joan Tomàs, durante una misión etnográfica, acompañados de mosén Andreu Antich, junto con miembros informantes de la familia Rocadembosch, en Santa Eulàlia de Puigoriol (Barcelona), el 24 de agosto de 1931.
Imagen: Fons Amades. Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya.
2. Una segunda posible explicación hipotética que podría justificar las discrepancias litológicas e incongruencias geocronológicas halladas por quien escribe, podría haber estado causada por un engaño intencionado. Consistente en que los numulites u otra clase de fósiles que eran hallados y recolectados por los devotos romeros santalucianos, alrededor del santuario, en realidad, no fueran fósiles autóctonos. Sino fósiles transportados, secretamente, por alguna persona, o grupo, interesados en iniciar o mantener una práctica piadosa local, inspirada en la tradición devocional de otros lugares, en los que verdaderamente hubiera terrenos y yacimientos de fósiles numulíticos. Desde donde podrían haber sido transportados, secretamente, hasta el lugar del santuario de santa Lucía, para de esta manera fraudulenta hacer creer que eran fósiles originales y posibilitar su futuro hallazgo el día de la romería. La siembra numulítica podría realizarse durante la noche del día anterior o en la madrugada del día de la festividad anual. Los nummulítidos alóctonos habrían sido distribuidos, "con nocturnidad y alevosía" por los alrededores del santuario de santa Lucía para que, durante el día de la festividad de la santa, los devotos romeros los pudiesen encontrar con facilidad, gran alegría y recolectarlos con satisfacción, para su posterior uso remediador o protector.
La aparición súbita e inexplicable de aquellas extrañas piedrecillas (fósiles) en el día de la festividad de la santa, en un lugar donde anteriormente o posteriormente no podían hallarse, no representaba un problema credencial ni un conflicto cognitivo para gentes sencillas, crédulas y generalmente analfabetas, educadas en la mentalidad mágica y propensa a creer en apariciones milagrosas de toda clase de objetos relacionados con santos y santas en el día de su festividad religiosa.
Joan Amades, en su madurez, entrevistando a una informante anciana, sobre vivencias personales del pasado, relacionadas con usos, prácticas, costumbres y creencias de tiempos anteriores, en su comunidad.
3. Una tercera explicación hipotética, posible estaría en el hecho de que los devotos romeros no recogiesen los fósiles en el entorno del santuario de santa Lucía, el mismo día de la romería. Sino que lo que hacía era transportasen sus propios fósiles hasta el santuario de santa Lucía, en el día de la festividad anual. Ya fuesen ejemplares de "fósiles numulítidos" o de cualquier otra clase de fósiles de aspecto numular, lenticular o globular, denominados popularmente "Ulls de santa Llúcia". Tales ejemplares, previamente, habrían sido recolectados por los devotos en otros lugares, más o menos cercanos a su lugar de residencia o al camino que conducía hasta el santuario santaluciano, lugares en los que habría yacimientos y en los que se habría efectuado la recolecta y selección de ejemplares fósiles. El transporte devocional de aquellos fósiles santalucianos podría haberse realizado, básicamente, con dos finalidades:
a- Con la finalidad de impregnar o incrementar la virtud protectora y curativa de aquella clase de "piedras", supuestamente, maravillosas consideradas capaces de adquirir milagrosamente la "virtud" protectora de tipo curativo en la proximidad de la imagen el día de su festividad. Pues en el caso de que fueran "piedras nuevas" y procedieran de un lugar vulgar, no sagrado, estarían vacías de "poder protector" o " virtud curativa". En el caso de que fueran "piedras viejas" y muy usadas, se creería que podrían haber quedado descargadas de "poder" o "virtud" por el uso y el paso del tiempo. Por lo tanto, en ambos casos, se consideraba que era necesario llevarlas hasta el santuario, lugar sagrado e impregnado de poder milagroso, para que las "piedras" se impregnaran plenamente del poder protector, sanador o preventivo que emanaba de la imagen de la santa, del templo consagrado a su veneración y de todo el lugar más cercano al santuario. La carga o recarga de virtud protectora sucedería cuando tales piedras fueran expuestas a la influencia milagrosa de la imagen, cuando entrasen en contacto directo con la imagen, su soporte, su altar o permaneciese en sus cercanías y cuando fueran bendecidas por el sacerdote, durante la misa. De todas estas diversas maneras se creía que aquellas piedras podrían quedar completamente recargadas de poder sanador o protector, durante otro año más de uso protector.
b- Como exvotos personales que se llevaban para ser depositados junto al altar de la santa constituyendo un medio convencional y muy económico para dejar constancia por medio de un testimonio material de haber sido receptores del beneficio de una curación milagrosa, por estar la persona o la familia bajo la protección de la santa. También, como una muestra material de la deuda o compromiso de gratitud contraída con la santa, por la persona curada y también como un testimonio visible que dejaba constancia material de la realización del peregrinaje, hasta el santuario, por el romero agradecido.
Continuará
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