Sobre las diversas nomenclaturas utilizadas para la denominación de los fósiles. (2ª parte)
SOBRE LAS DIFERENTES CATEGORÍAS DE LOS NOMBRES ASIGNADOS A LOS FÓSILES.
Nombres populares, nombres cultos y nombres científicos
El interés humano por ciertos tipos de fósiles que como ya hemos mencionado antes, se debe remontar a tiempos antiquísimos y a personas de diversa categoría social, debe haber determinado que las denominaciones de los fósiles hayan sido realizadas por personas pertenecientes a distintas capas sociales, circunstancias que habrían podido determinar que los distintos nombres que fueron impuestos a un mismo tipo de fósil, reflejaran las creencias o usos asociados al mismo y la amplitud de conocimientos que poseía su denominador original.
Nombres vulgares o etnopaleontónimos
Los nombres de fósiles que han sido creados por personas "del pueblo" que poseían escasos o nulos conocimientos eruditos y que para denominarlos se basaban en aspectos de tipo morfológico, legendario, utilitario o topográfico, se dice que son "nombres vulgares".
Los
pastores en su divagar pausado, por extensos territorios, han tenido
la oportunidad de poder encontrar, observar, relacionar y denominar multitud de elementos presentes en
la naturaleza. Puede tratarse de seres vegetales o animales u objetos minerales, pero también de objetos arqueológicos
Se
trata de una categoría que integra todas las denominaciones usadas para nombrar a ciertas clases de fósiles
que han sido creadas por "el vulgo", también se les llama "nombres populares" y se caracterizan porque han sido creados, usando la lengua vulgar y los criterios clasificatorios del pueblo "llano". Nosotros, a esta clase de denominaciones creadas por personas "ingenuas" e ignorantes. respecto de los conocimientos científicos, los denominamos etnopaleontónimos
Nombres eruditos y nombres científicos o paleontónimos
Algunas personas que poseían una gran cantidad de conocimientos eruditos, se interesaron por la naturaleza en general y por la geología en particular, llegaron a descubrir ciertos tipos o géneros de fósiles que no disponían de un denominación "de categoría" por lo que decidieron ponerles un nombre de categoría. Los nombres de fósiles que fueron creados por por personas "con estudios", podían estar basados en aspectos de tipo morfológico, utilitario, histórico, pseudohistórico, filológico o mítico. Para darles categoría se compusieron utilizando dos lenguas que no eran utilizadas ni conocidas por la plebe, el latín y/o el griego, construyendo nombre mediante palabras o combinaciones de ellas procedentes de las citadas lenguas. por eso se dice que son "nombres cultos", también se les llama "nombres eruditos". Ambas adjetivaciones hacen referencia al hecho de que se trata de nombres que han sido creados por personas "cultivadas", es decir, con estudios, generalmente, pertenecientes a las élites sociales y, por tanto, poseedoras de amplios conocimientos.
Nombres eruditos y nombres científicos o paleontónimos
Algunas personas que poseían una gran cantidad de conocimientos eruditos, se interesaron por la naturaleza en general y por la geología en particular, llegaron a descubrir ciertos tipos o géneros de fósiles que no disponían de un denominación "de categoría" por lo que decidieron ponerles un nombre de categoría. Los nombres de fósiles que fueron creados por por personas "con estudios", podían estar basados en aspectos de tipo morfológico, utilitario, histórico, pseudohistórico, filológico o mítico. Para darles categoría se compusieron utilizando dos lenguas que no eran utilizadas ni conocidas por la plebe, el latín y/o el griego, construyendo nombre mediante palabras o combinaciones de ellas procedentes de las citadas lenguas. por eso se dice que son "nombres cultos", también se les llama "nombres eruditos". Ambas adjetivaciones hacen referencia al hecho de que se trata de nombres que han sido creados por personas "cultivadas", es decir, con estudios, generalmente, pertenecientes a las élites sociales y, por tanto, poseedoras de amplios conocimientos.
Retrato de Domínique Villars ( 1745-1814,), un erudito francés que fue botánico, pteridólogo, micólogo,y algólogo .
Imagen: Wikipedia
Los nombres de fósiles que han sido creados por personas que eran poseedoras de una gran cantidad de conocimientos de tipo naturalista (biológico y geológico) y que estaban basados en razonamientos de tipo morfológico, anatómico (anatomía comparada), se dicen que son "nombres científicos" pues han sido creados por personas dedicadas al estudio racionalista y científico de la naturaleza. Fueron creados, usando ciertas normas taxonómicas, determinadas convenciones lingüísticas y las lenguas de mayor prestigio social en el momento de sus origenes, el siglo XVIII, el griego y el latín. Los verdaderos nombres científicos de fósiles empiezan a aparecer durante el siglo XVIII
Nosotros, a esta clase de denominaciones creadas por personas "sabias" los denominamos paleontónimos
Retrato de Carl Nilsson Linæus, (1707- 1778) científico, naturalista y botánico sueco que
fue el creador de la moderna nomenclatura científica o binomial,
realizando el primer tratado sobre la clasificación y denominación
científica de los tres Reinos de la Naturaleza.
Imagen: Wikipedia
Interpretaciones cultas, científicas y populares, de un mismo tipo de objetos fueron las razones para denominar un mismo tipo de fósiles, de forma distinta
Tomemos como ejemplo a estudiar, unas singulares piedras alargadas, lisas, de sección más o menos circular y estructura interna radiada que cuando se presentan, más o menos enteras, muestran uno de los extremos puntiagudo y el otro recto. Las más pequeñas son semejantes a una clavija, punta o clavo. Las medianas se asemejan a una punta cilíndrica de flecha o dardo y las mayores, a una punta de javalina o de lanza.
También
hay otros autores, que les han encontrado parecido con penes, con dedos
índices de humanos o de otros seres imaginarios, también con candelas
espectrales, cigarros diabólicos, balas, etc. En el caso particular, de
algunos tipos de rostros de forma espatulada, se les ha encontrado
parecido con dedos pulgares humanos y con otros objetos. Estas
semejanzas y la capacidad de fabulación humana, han dado origen a
diversos nombres más o menos descriptivos que se les han sido aplicado
en diversos lugares geográficos y épocas históricas.
A modo de ejemplo: la perspectiva culta o científica al interpretar los rostros fosilizados de belemnites
A modo de ejemplo: la perspectiva culta o científica al interpretar los rostros fosilizados de belemnites
Aspecto externo de cinco ejemplares de rostros fosilizados de Acrocoelites tripartitus, procedentes del Toarciense inferior (Jurásico inferior) de Francia.
Imagen: Jurfossil
Imagen: Jurfossil
En el siglo I, Plinio "El Viejo" en el lapidario, contenido en Historia Natural, en el libro 37, párrafo 61, menciona este tipo de piedras como "lapis Dactylus Idaeus", es decir la "piedra dedo de (el monte) Ida".
En el siglo VI, Isidoro de Sevilla, en el lapidario, contenido en Las Etimologias, 16.14.392, menciona una piedra interesante por sus supuestas virtudes medicinales, llamadas "lapis idaeus dactylus", es decir la "piedra de (el monte) Ida dedo " el nombre y usos fueron tomados del lapidario de Plinio El Viejo.
En el siglo XVI, en 1546, Georgius Agricola (Georg Bauer), en Sobre la naturaleza de los fósiles, en realidad era un tratado de mineralogía, menciona la misma piedra dándoles un nuevo nombre creado por él mismo: "lapis belemnites", es decir la "piedra con forma de dardo".
En 1565, Conrad Gesner en Sobre los fósiles, las piedras y las gemas asocia, por primera vez en un libro, una imagen concreta al nombre del "lapis belemnites" y de otras "piedras figuradas",
con lo que a partir de este momento y gracias a esta obra habrá menos
confusiones entre nombre cultos y objeto fósiles.
Ilustración del libro de Gesner, en la que aparecen representados, diversos fragmentos de rostros fosilizados de belemnites
En el siglo XVII, en 1664, Boetius (Anselmus Boëtius de Boodt) en El Joyero perfecto o Historia de las gemas, el último gran lapidario de occidente, menciona que el "lapis belemnites" que está dotado de ciertas virtudes y diversos usos medicinales, también es conocido en Europa como "ceraunites", "coracias", "corybantes", "dactylus idaeus" y "lincurius".
En 1678, Martin Lister, en una carta a la Royal Society de Londres, denomina a los belemnites "Lapides turbinati non spirati".
En el siglo XVIII, en 1747 Carlos Linneo, en su "Sistema de la Naturaleza" ya no cita a los belemnites
como una piedra con propiedades especiales y usos medicinales, sino
como los restos petrificados de un tipo de animales marinos
indeterminados, formando parte del Reino Mineralia y como parte del
grupo de los denominados "Helmintolithus" o "petrificaciones con forma de gusano" y constituyendo un género zoológico fósil, concretamente, el de los Belemnites.
En 1754, fray José Torrubia,
uno de los padres fundadores de la paleontología española, en una carta
a la Société Géologique de France, informa que ha encontrado Belemnites en España.
En esta breve sucesión histórica, podemos ver como las denominaciones eruditas o nombres cultos de un
tipo de fósiles, con el paso del tiempo ha ido pasando por una serie de
cambios, para finalmente, dar lugar a la formación de un antiguo nombre
científico genérico: Belemnites, denominación científica que
actualmente ya casi no está vigente, pero que ha dado origen, en
diversos idiomas, a un nombre común: belemnites y cuyo prefijo "belemn-" ha sido utilizado para crear además del mencionado y popular Belemnites, otros varios nombres científicos genéricos: Belemnella, Belemnitella, Belemnopsis, etc., en los que poder reubicar a una gran parte de los que antiguamente constituían el género Belemnites.
La perspectiva popular al interpretar el mismo tipo de objeto
La perspectiva popular al interpretar el mismo tipo de objeto
Simultáneamente, al proceso histórico y lingüístico, antes relatados, la gente del pueblo llano ya había estado creando y usando diversos nombres alternativos, para nombrar a aquellas mismas "piedras" tan atípicas. La mayoría de las denominación populares se han ido perdiendo para la posteridad, puesto que casi nunca han sido registradas en ningún documentos escritos. A pesar de tener todas las condiciones en contra, conocemos unos pocos nombres vulgares, por aparecer recogidos en diversos documentos escritos y publicados en los últimos cinco siglos o por haberse conservado, como "fósiles lingüísticos" en el léxico del lenguaje rural.
Imagen: Belemniten
Sabemos que hasta mediados del siglo pasado, en una gran parte de España, a los diversos tipos de belemnites, se les conocía por el nombre vulgar de "balas de moro" (Andalucía, Aragón, Castilla-León), "balas de piedra" (Alicante), "balines" (Zaragoza), "dientes de ballena" (Guadalajara), “lapiceros” (Guadalajara y Teruel), "pitones" (Guadalajara), "lápices de cantero", "puros petrificados", etc. y en zonas catalanoparlantes como "bales de moro" (Cataluña, Baleares y Valencia) y "puntes de fletxa" (Mallorca). También sabemos que con anterioridad, se las había conocido como “bordones” o “bordones de Santiago”, “hierros de lanza” (La Rioja) o como “Santiagoren erromeroen pordoi arri” y “Santiyago’ren bordoi-makil-puskaren arri” (Guipúzcoa) y también como "puntas de rayo" o "piedras de rayo" en diversas zonas castellanohablantes y como "pedres de llamp", en las zonas catalanófonas.
Sabemos que hasta mediados del siglo pasado, en una gran parte de España, a los diversos tipos de belemnites, se les conocía por el nombre vulgar de "balas de moro" (Andalucía, Aragón, Castilla-León), "balas de piedra" (Alicante), "balines" (Zaragoza), "dientes de ballena" (Guadalajara), “lapiceros” (Guadalajara y Teruel), "pitones" (Guadalajara), "lápices de cantero", "puros petrificados", etc. y en zonas catalanoparlantes como "bales de moro" (Cataluña, Baleares y Valencia) y "puntes de fletxa" (Mallorca). También sabemos que con anterioridad, se las había conocido como “bordones” o “bordones de Santiago”, “hierros de lanza” (La Rioja) o como “Santiagoren erromeroen pordoi arri” y “Santiyago’ren bordoi-makil-puskaren arri” (Guipúzcoa) y también como "puntas de rayo" o "piedras de rayo" en diversas zonas castellanohablantes y como "pedres de llamp", en las zonas catalanófonas.
Continuará
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