Introducción.
Como ya hemos dicho en ocasiones anteriores, aquellos fósiles que aflorando en lugares, situados en la proximidad de rutas de paso o de asentamientos humanos, consiguieron atraer la atención de la gente, por alguna característica destacable, como pudo ser su forma curiosa, su llamativo color, los reflejos de su brillo, su anormal tamaño, su extraordinaria abundancia o su extrema rareza, en general, llegaron a ser considerados como objetos dignos de curiosidad y, posteriormente, algunos de ellos adquirieron alguna forma de utilidad social (mítica, mágica, ornamental, toponímica, etc.), por la que llegaron a constituir objetos de interés y, en consecuencia, tuvieron que ser identificados por medio de una o más denominaciones, en las lenguas propias de sus descubridores o usuarios.
Enterramiento prehistórico de la Primera Edad del Bronce, en Dunstable Down (Gran Bretaña), de casi 4000 años de antigüedad. Los esqueletos de una mujer y un niño pequeño, aparecieron rodeados por más de 100 fósiles de erizos de mar del género Micraster, del Cretácico. Obviamente el uso de este tipo de fósiles, debió tener una finalidad ritual-mágica y esa cualidad de uso les debió otorgar valor social y un nombre, en la sociedad de aquella época.
Imagen: Fairy loaves
La relación denominativa, entre los humanos y los fósiles, seguramente, lleva practicándose, reproduciéndose, evolucionando y manteniéndose, desde hace miles de años, puesto que tenemos constancia de su existencia, a través de diversos textos escritos de la antigüedad clásica, griega, romana y grecorromana, en documentos originales o conservados en traducciones y reproducciones realizadas en épocas posteriores, gracias a estas fuentes la información original, se ha podido conservar hasta nuestros días y hemos podido conocerla.
Documentos de este tipo, serían ciertos tratados medievales de medicina, que estarían basados en diversos lapidarios bastante antiguos, como puede ser el caso de "Remedios medicinales" de Dioscórides (s. I d.C.), de ciertos compendios de geografía universal, como la "Geografía" de Estrabón (s. I a.C.) o la "Historia Natural" de Plinio "El Viejo" (s. I d.C.), en éste último, se recogen los nombres antiguos y descripciones de, al menos, 29 tipos distintos de fósiles (Liñán, 2005).
Imagen: Fairy loaves
La relación denominativa, entre los humanos y los fósiles, seguramente, lleva practicándose, reproduciéndose, evolucionando y manteniéndose, desde hace miles de años, puesto que tenemos constancia de su existencia, a través de diversos textos escritos de la antigüedad clásica, griega, romana y grecorromana, en documentos originales o conservados en traducciones y reproducciones realizadas en épocas posteriores, gracias a estas fuentes la información original, se ha podido conservar hasta nuestros días y hemos podido conocerla.
Documentos de este tipo, serían ciertos tratados medievales de medicina, que estarían basados en diversos lapidarios bastante antiguos, como puede ser el caso de "Remedios medicinales" de Dioscórides (s. I d.C.), de ciertos compendios de geografía universal, como la "Geografía" de Estrabón (s. I a.C.) o la "Historia Natural" de Plinio "El Viejo" (s. I d.C.), en éste último, se recogen los nombres antiguos y descripciones de, al menos, 29 tipos distintos de fósiles (Liñán, 2005).
Portada de la edición castellana, de 1629, de la Historia Natural de Plinio. Es este tomo, el segundo, el que contiene la mayoría de sus descripciones paleontológicas, conocidas en su tiempo como "piedras" o"gemas", según sus usos y supuestas propiedades terapéuticas.
La Historia Natural de Plinio fue considerada una obra cumbre del saber y el fundamento para cualquier estudio relacionado con la historia natural, hasta el siglo XVIII. En esa época se habían realizado más de doscientas ediciones, en latín y en otras lenguas modernas, incluyendo la de la primera traducción al castellano, realizada por el médico de Felipe IV, Gerónimo de Huerta, en 1624.
La Historia Natural de Plinio fue considerada una obra cumbre del saber y el fundamento para cualquier estudio relacionado con la historia natural, hasta el siglo XVIII. En esa época se habían realizado más de doscientas ediciones, en latín y en otras lenguas modernas, incluyendo la de la primera traducción al castellano, realizada por el médico de Felipe IV, Gerónimo de Huerta, en 1624.
De lo dicho, anteriormente, se debe deducir que sólo unos pocos tipos de fósiles, de entre todos aquellos conocidos en un país determinado, han conseguido obtener nombres particulares. Por medio de los cuales han sido denominados, comunicados y conocidos, en su región de procedencia, en ciertas épocas históricas.
Poseer un nombre, les ha servido a aquellos fósiles que por alguna de sus características han llegado a ser, más o menos, valorados socialmente, para integrarse y pasar a formar parte de la cultura local o regional, constituyendo la categoría de fósiles que pueden ser diferenciados, comunicados y reconocidos. Y, sobre todo, para ser segregados del anonimato en el que han permanecido la mayoría de los fósiles por haber sido considerados "inútiles" y por tanto carentes de motivos de interés, para los pobladores de la zona, por lo que no se hizo necesario otorgarles ningún nombre genérico ni específico. Por esta razón, la mayoría de los fósiles han permanecido "invisibles etnográficamente y lingüísticamente", puesto que hasta épocas recientes la premisa de que "aquello que no tiene nombre no existe y viceversa" era una verdad infalible para la gente común.
Sólo los naturalistas y científicos, se preocupaban y ocupaban poniendo nombres genéricos y específicos a "todo bicho viviente"...y a sus restos fosilizados. Pero esa es otra historia de la que trataremos más adelante
MUDANZAS NOMINALES DEBIDAS AL PASO DEL TIEMPO Y DE LA HISTORIA.
El nombre popular de los fósiles, al que hemos decidido denominar, "tecnicamente", etnopaleontónimo, como sucede con el nombre de todas las demás cosas materiales e inmateriales que constituyen el mundo que nos rodea (léxico y toponimia), no ha permanecido inmutable a lo largo del tiempo histórico. El nombre de todas las cosas ha ido cambiando con el trascurrir del tiempo, por efecto de la natural evolución del idioma local o regional.
También han sufrido mutaciones los nombres de las cosas y de los fósiles por efecto de los cambios étnicos, sociales, lingüísticos y culturales que han impuesto o inducido las sucesivas conquistas e invasiones, de esos mismos territorios, por parte de otros pueblos de cultura distinta a la de la población autóctona conquistada y colonizada.
Distribución geográfica de los territorios de los diversos pueblos de cultura celtibérica e ibérica, antes de la dominación y colonización, romanas, de la península ibérica
Imagen: 2ª guerra punica,
Las sucesivas mudanzas no sólo de la lengua sino también de los demás usos y costumbres sociales tradicionales, inducidos o impuestos en las sociedades afectadas han favorecido la aparición de nuevas denominaciones que, según los casos, pueden haber contribuido a ampliar, transformar o sustituir ciertas denominaciones, previamente, existentes.
Un ejemplo de lo comentado, anteriormente, serían las sucesivas etapas de iberización, celtización, euskerización, helenización, romanización, germanización, arabización, castellanización, catalización, etc., de ciertos territorios peninsulares y su influencia sobre la lengua y las costumbres propias de las gentes que habitaban, previamente, esos mismos territorios.
Situación cultural de la península ibérica entre los años 409 y 429 de n. e.
Imagen: Génesis y desarrollo de España, II
El proceso de cambio lingüístico y más concretamente, del cambio léxico, antes enunciado, se puede poner de manifiesto, revisando diversas denominaciones locales y regionales, asignadas a los fósiles autóctonos y alóctonos, en ciertas localidades españolas e ibéricas.
Creemos que el estudio etnopaleontonímico del registro fósil, local, tal como ha demostrado por la Etnopaleontología, ibérica, podría resultar especialmente útil a l@s filólog@s, en su afán por esclarecer determinados aspectos lexicológicos, etimológicos y geolingüísticos "a prori" problemáticos.
También han sufrido mutaciones los nombres de las cosas y de los fósiles por efecto de los cambios étnicos, sociales, lingüísticos y culturales que han impuesto o inducido las sucesivas conquistas e invasiones, de esos mismos territorios, por parte de otros pueblos de cultura distinta a la de la población autóctona conquistada y colonizada.
Imagen: 2ª guerra punica,
Las sucesivas mudanzas no sólo de la lengua sino también de los demás usos y costumbres sociales tradicionales, inducidos o impuestos en las sociedades afectadas han favorecido la aparición de nuevas denominaciones que, según los casos, pueden haber contribuido a ampliar, transformar o sustituir ciertas denominaciones, previamente, existentes.
Un ejemplo de lo comentado, anteriormente, serían las sucesivas etapas de iberización, celtización, euskerización, helenización, romanización, germanización, arabización, castellanización, catalización, etc., de ciertos territorios peninsulares y su influencia sobre la lengua y las costumbres propias de las gentes que habitaban, previamente, esos mismos territorios.
Situación cultural de la península ibérica entre los años 409 y 429 de n. e.
Imagen: Génesis y desarrollo de España, II
El proceso de cambio lingüístico y más concretamente, del cambio léxico, antes enunciado, se puede poner de manifiesto, revisando diversas denominaciones locales y regionales, asignadas a los fósiles autóctonos y alóctonos, en ciertas localidades españolas e ibéricas.
Creemos que el estudio etnopaleontonímico del registro fósil, local, tal como ha demostrado por la Etnopaleontología, ibérica, podría resultar especialmente útil a l@s filólog@s, en su afán por esclarecer determinados aspectos lexicológicos, etimológicos y geolingüísticos "a prori" problemáticos.
El caso euskérico de los erizos fósiles del género Micraster
Tomemos como ejemplo de lo dicho anteriormente, algunas denominaciones populares, recolectadas de fuentes orales y documentales, de las que disponemos en el momento presente, usadas hasta mediados del siglo pasado para designar a los erizos cretácicos del género Micraster, en tres zonas españolas, muy próximas geográficamente, pero no tan homogéneas culturalmente, ya que las más meridionales son de influencia cultural castellana y las más septemtrionales, son de influencia cultural euskérica.
En general se trataba de fósiles de Micraster coranginum, que es una especie muy frecuente en esos territorios, a la que hemos podido comprobar que recibía nombres vulgares muy diversos, con motivaciones muy diferentes y en dos lenguas tan distintas como son el castellano y el euskera.
El aspecto acorazonado y la marca de cruz, típicos en los equínidos fósiles de la especie Micraster coranginum, son dos características que han dado origen, en el pasado reciente, a diversas creencias, usos y leyendas populares, algunas de las cuales, posiblemente, hundían sus raices hasta la prehistoria.
En Guipúzcoa, en Andoaín se les llamaba "Santiagoren arriak" y "Santiago Matamorosen arriak", mientras que en Oñate, se les conocía como “Sandailliren arriak” o “Sandailiren arriak”.
En Navarra, en la zona vasco-navarra, se les denominaba “calbarros” y “galbarros”, en las Améscoas Alta y Baja; “calvarros” en Aranarache y Zudaire (Améscoa Alta), Ekala y San Martín (Améscoa Baja); “calvarris” en Eulate (Améscoa Alta); “calvorros” en Galdeano (Valle de Allin); “Jainkoaren arriya” y “Jangoikoen arriya” en Urdiain; “piedras de santa Lucía” y “Santa Lutziaren arriak” en Aramendia, Galdeano y Muneta (Valle de Allin) ; "cantellas", "centellas", “ramaskilluak” en el Valle de Araquil; “piedras que los cristianos utilizaban contra los moros” en Abarzuza, (Valle de Yerri) y en Muneta, (valle de Allín); “Santiago arriak”, en el noroeste de Navarra, pero también "Santiyo arriya" en Bakaikoa e Iturmendi, en el valle de la Burunda; “Santiyo arri” y "Santiyo arriya" en Etxarri Aranaz; ”sorgin arriak” o “sorrin arriak”, en Lizarraga (Valle de Ergoiena). También, en la comarca de La Barranca, conocida en euskera como la Sakana, y sin que dispongamos de información sobre localidades concretas, eran denominados "santikuarri"
Aquellas personas interesadas en conocer más detalles etnográficos asociados las denominaciones citadas, les sugerimos que consulten: NAVARRA (1) NAVARRA (2) y NAVARRA (3)
Continuará
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