Por Heraclio Astudillo Pombo. UdL.
Fósiles ibéricos vinculados, por el folklore español, con Santiago apóstol o/y con su legendario caballo (3)
FÓSILES JACOBEOS EN LA RIOJA (2)
Las “pisadas”, “huellas” y “rastros" dejados por el paso del caballo de Santiago, en diferentes lugares de la Rioja.
En diversas localidades de la Rioja española, algunas rocas han mostrado unas extrañas y grandes marcas de forma redondeada, de media luna o de herradura e incluso tridáctilas que son conocidas desde antiguo por la población local. Desde la Edad Media hasta hace pocos años se atribuyeron al paso del caballo de Santiago por esos lugares. Hoy día, la población local y muchos visitantes saben que son huellas de pisadas de dinosaurios saurópodos, ornitópodos o terópodos. La divulgación sobre el verdadero origen de las viejas marcas se debe a la existencia de
diversas rutas de turismo paleontológico que discurren actualmente por la cuenca alta de los ríos Cidacos, Linares y Alhama y por las cuencas medias de los ríos Leza, Iregua y Jubera. Se informa a los visitantes que son huellas que fueron impresas por el paso de diversas clase de dinosaurios juràsicos y cretácicos, fundamentalmente por saurópodos, hace más de 100 millones de años.
Las huellas de las rocas riojanas, mencionadas, han tenido que ser conocidas, desde muy antiguo, por los pastores, cazadores y campesinos que habitaban en los valles fluviales mencionados pero antiguamente nadie conocía su verdadero origen por lo que se interpretaron de forma mítica.
En siglos pasados, posiblemente, a partir del siglo XIII y como consecuencia de la gran influencia social, religiosa y cultural de la invención de la leyenda de la aparición milagrosa de “
Santiago Matamoros”, en la famosa
Batalla de Clavijo, tradicionalmente la gente de la comarca atribuía las marcas a "las huellas de las pisadas dejadas por el paso del caballo del Apóstol Santiago. Supuestamente el suceso se produjo cuando recorrió el camino que le llevó desde el cielo hasta la célebre y legendaria batalla contra los moros." La primera crónica que cita esta legendaria aparición fue narrada hacia 1243 por Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo.
Estatua del apóstol Santiago como caballero Matamoros. Montando un caballo blanco, vestido con una armadura y un sombrero de peregrino, y blandiendo una espada. El caballo salta por encima de moros caídos. En el museo de Santiago, Carrión de los Condes, Palencia, (España). Anteriormente estaba en el altar de una iglesia que formaba parte del Camino de Santiago.
Según una síntesis de las diversa versiones de la leyenda popular explicativa que han sido consultadas, "las marcas de forma redondeada, de media luna o de herradura y tridáctila, existentes en las rocas de diferentes lugares de La Rioja española, serían las marcas dejadas por la pezuña del caballo de Santiago Apóstol, cuando cargando al santo Patrón de España, bajaron ambos del cielo para dirigirse, a toda velocidad, hacia el castillo de Clavijo. Lugar a donde su santo amo quería llegar, a toda prisa, para auxiliar a las tropas cristianas del rey
Ramiro I de Asturias quien, desesperado por la situació bélica, le había invocado en su ayuda, antes de empezar la temible batalla.
El ejercito cristiano se encontraban en una angustiosa situación, sitiado en el castillo de Clavijo, en el
Monte Laturce, en inferioridad de condiciones, pues estaba rodeado por numerosas y bien pertrechadas tropas sarracenas."
La leyenda etiológica popular relata que "el milagroso caballo para llevar más velozmente a su santo jinete hasta el campo de batalla, fue dando grandísimos saltos sobre las laderas de los diversos montes que les separaban del lugar de Clavijo. Dejando impresas en las rocas de esos diversos y alejados lugares las marcas de sus “curiosas” pisadas, por esta razón las marcas aparecen impresas sobre una multitud de peñas en diferentes lugares. La tradición suponía que en cada uno de esos "lugares marcados" puso sus pies el caballo de Santiago cuando después de descender del cielo, tuvo que pasar brincando, aterrizando y tomando impulso sobre ellos, camino del castillo de Clavijo.
Imagen cavalleresca de Santiago matamoros espada en mano, ataviado como guerrero, montado sobre su fabuloso caballo blanco. El animal se ha representado encabritado o en actitud de iniciar un salto.
Escultura en madera policromada y papelón, de autor anónimo ¿sevillano? (S. XVIII ). Parroquia de San Juan Bautista. La Palma (Puntallana).
En buena lógica racionalista, o para el simple sentido común, las huellas de pisadas dejadas por el caballo del santo Apóstol deberían ser semejantes a la forma del casco de cualquier caballo, tal como sucede en el caso de las supuestas pisadas del caballo de Santiago impresas en las rocas del monte de Santiagomendi de Astigarraga (Guipúzcoa), pero, sorprendentemente, en el caso de La Rioja no se cumple esta premisa lógica. En tierras riojanas las marcas llamadas popularmente “huellas” , “pisadas” o “rastros del caballo de Santiago” en raros casos y poquísimos lugares, acostumbraban a ser de la forma apropiada y típica de una autentica huella equina. Sólo en algunas pocas ocasiones nos encontraríamos con que las huellas de pisadas, atribuidas por la fantasía popular al caballo de Santiago, con que son unas concavidades, en forma de media luna, de óvalo o de trapezoide, siempre bastante más grandes que las que podría dejar un caballo de tamaño normal. Incomprensiblemente y con gran frecuencia vemos que las supuestas marcas equinas son unas huellas tridáctilas, de medianas a grandes dimensiones, absolutamente impropias de un caballo convencional.
Diversos rastros de huellas tridàctilas, dejadas por dinosaurios terópodos en el yacimiento de Los Cayos A (en Cornago, La Rioja)
Interpretando la interpretación popular
Esta incongruencia entre la causa (el casco de caballo) y el efecto (la forma inapropiada) es lo que nos ha inducido a pensar que posiblemente, entre los siglos XI y XII, al principio del proceso de cristianización de aquellas marcas, solamente, se denominarían “pisadas” o “huellas del caballo de Santiago” a las depresiones, sobre lajas de roca que tuviesen un vago parecido a la marca dejada por la pezuña de un caballo, es decir a las marcas semilunares, redondeadas y ovaladas, pero es posible que con el paso del tiempo y por un proceso de mimetismo etiológico, la denominación original acabara haciendo extensiva a todo tipo de marcas “inexplicables”, existentes sobre las rocas de la comarca.
Este proceso de asimilación cultural legendaria, seguramente, fue posible gracias a algunas características favorables de la sociedad rural española de hace algunos siglos, en la que predominaba la credulidad milagrera, la mentalidad mágica y la lógica fabulosa. En el caso riojano, todo ello estaba sazonado con grandes dosis de fe en el patronazgo de Santiago, sobre aquellas tierras y desde la absoluta credulidad de que la leyenda de que Santiago había bajado del cielo y participado en la batalla de Clavijo, era un hecho histórico cierto tal como afirmaban las antigua crónicas eclesiásticas.
Por consiguiente el hecho de que un caballo tan singular como era el caballo celestial de Santiago, pudiese haber dejado marcas de pisadas anormales, no representaba ninguna contradicción insalvable para la credulidad popular católica. Puesto que si aquel caballo podía recorrer grandes distancias aéreas, brincando de peña en peña, no tenía por que dejar tras su paso, las marcas vulgares de un caballo común, y además, tratándose de un corcel volador, bien podría haber dejado impresas sobre las rocas, unas marcas semejantes a las que dejaría una gran ave, que como todo el mundo sabe, son huellas tridáctilas.
A pesar de las curiosas leyendas jacobeas explicativas que sobre el origen de las marcas de las rocas relataban los paisanos de la sierra de Cameros, hasta principios del siglo XX, los paleontólogos ya sabían desde finales del siglo XIX que tal tipo de marcas, no fueron impresas por un ser fantástico, sino por un tipo de animales "antediluvianos", bien distintos a un
caballo volador y a los que los naturalistas denominaban genéricamente con el nombre de
dinosaurios.
A la izquierda un sello cilíndrico de calcedonia (3,6 cm x 1.3 cm), de los siglos 14 al 13, antes de Cristo y a la derecha el modelado resultante de la impresión moderna sobre la superficie de arcilla blanda: relieve de caballo mítico volador, alado, con garras de ave y cuernos. Cultura asiria del norte de Mesopotamia, actualmente, Irán.
Imagen. Metropolitan Museum New York.
Las marcas que los paisanos riojanos confundieron y creyeron durante siglos que eran las pisadas del caballo santo de Santiago, en realidad, eran
icnitas, es decir, huellas fosilizadas de actividad biológica. En este caso particular, fueron impresas por el paso de diversas clases de dinosaurios, por este lugar, hace más de 100 millones de años, al desplazarse sobre un sustrato que, en aquel tiempo, era blando por tratarse del barro que formaba parte de las riberas pantanosas y los deltas de una gran llanura fluvio-lacustre que exitió desde el Jurásico superior (hace unos 140 millones de años) hasta el Cretácico inferior (hace aproximadamente 110 millones de años) en esa zona riojana.
Se trata pues de huellas o impresiones de pisadas dejadas por el paso de diversas especies de dinosaurios, muy difíciles de identificar de forma particular, incluso para los especialista o paleoicnólogos, pues muchas no son los suficientemente definidas y otras no pueden asignarse a un género o familia concreta. Por la forma más o menos característica, sabemos que pertenecen a alguna especie de los tres grandes grupos de dinosaurios conocidos (
Terópodos, Ornitópodos y Saurópodos) que, en vida, deambularon por esta zona española, desde el Jurásico Superior hasta el Cretácico Inferior, cuando este territorio era una llanura costera en la que abundaban las zonas pantanosas de inundación fluvial.
El paisaje de la Rioja, hace 120 millones de años, habría tenido un aspecto y unas condiciones ambientales semejantes a las representadas en esta imagen.
Un tipo de huellas que pudiera haber dado origen a la leyenda de las marcas dejadas por el paso de un caballo prodigioso y en consecuencia a la denominación popular de las icnitas que ahora nos ocupan, pudieran haber sido, posiblemente, las huellas de las manos, y en menor medida de los pies, de jóvenes dinosaurios saurópodos, por sus característica formas respectivas, semilunares y ovaladas.
Doble icnita de dinosaurio saurópodo, de aspecto vagamente equino. El sentido de la marcha es de derecha a izquierda, esto se deduce porque a la izquierda se puede apreciar la huella semilunar de la mano y a la derecha, la huella ovalada del pie. En rocas del Jurasico superior (Kimmeridgiense), de unos 152 millones de años de antigüedad.
Otra posibilidad, quizás más plausible, sería que en los lugares donde abundan las huellas tridàctilas verdaderas y sus subhuellas, ambos tipos de huellas hubiesen sido destruidas por meteorización y erosión de la capa de roca que las contenía y solamente se hubiesen conservado las capas que contienen unas concavidades aún más imprecisas que las subhuellas, llamadas marcas de dinoturbación, que por su forma inconcreta y por el aspecto del rastro se podrían relacionar con el paso de un caballo por aquel lugar.
Finalmente, con el paso de los siglos, también acabarían siendo asimiladas por la misma leyenda, las demás huellas y subhuellas visiblemente tridàctilas, dejadas por las pisadas de dinosaurios terópodos y ornitópodos, a p
esar de no tener ningún parecido con la huella dejada por un caballo común.
Rastro de pisadas de una cria de dinosaurio saurópodo, su típico desplazamiento cuadrúpedo ha dejado una pista de pisadas de aspecto caballar, en el que se aprecia la mezcla de huellas de manos y de pies. El sentido de la marcha es de arriba hacia abajo.
Icnitas sobre un estrato calizo del Jurásico Superior (Kimmeridgiense).
Fuentes:
- Fundación Patrimonio Paleontológico de La Rioja. Huellas de Dinosaurios en la Rioja