domingo, abril 21

El registro fósil ibérico y el santoral católico, en la religiosidad popular de España y Portugal (12)

Heraclio ASTUDILLO-POMBO, Universitat de Lleida

Fósiles ibéricos relacionados, por la tradición popular española, con algunos santos y santas del panteón católico (2)


Las "piedras de santa Catalina" del convento de Badaya, en Trespuentes, Álava (País Vasco) (2ª parte)


Posibles hallazgos arqueológicos de época romana

En las excavaciones recientes de la antigua población romana del oppidum (cerro) de Iruña-Veleia, (s. I-V dC), protegido en la mayor parte de su perímetro por el curso del río Zadorra,  también se han hallado algunos ejemplares fósiles de Micraster, junto con otros restos cerámicos y variados materiales residuales, procedentes del total arruinamiento de diversas construcciones, afectadas por un proceso de destrucción, abandono y disgregación sobre el terreno. Todos los restos culturales arruinados habrían ido quedando sepultados en el terreno, tras el abandono humano definitivo del asentamiento, por el recubrimiento de las ruinas por una capa de tierra y polvo, fijados seguidamente por la cubierta vegetal que colonizó el lugar y contribuyó al proceso natural de ocultamiento de las ruinas.


Ejemplar de Micraster, hallado entre los escombros de excavación en el sitio arqueológico de Iruña-Veleia. Fotografía original de Antton Erkicia.
Imagen: Terrae Antiqvae, 23/06/2016

Iruña-Veleia es un antiguo yacimiento arqueológico de la época de romanización de la zona, situado en un lugar elevado del término del actual municipio de Iruña de Oca. Este topónimo moderno resulta de la unión, en 1976, de las administraciones y de los nombres de los dos antiguos núcleos municipales más importantes de la zona, en aquella época,: Iruña y Nanclares de la Oca. A dicho municipio también pertenece, como núcleo agregado, la pequeña localidad de Trespuentes, en cuyo antiguo término municipal estuvo ubicado el viejo convento de santa Catalina de Badaya, cuyas venerables, solitarias y silenciosas ruinas, tras unas obras de desbroce, limpieza, consolidación y maquillaje restaurador, hoy se hallan reconvertidas en un decorado romántico, en medio de un bulliciosos parque temático, hiperfrecuentado, dedicado a la exhibición botánica de ejemplares de flora mundial. 




Foto aérea de la zona. Arriba a la izquierda localización del antiguo monasterio, hoy Jardín Botánico, de santa Catalina de Badaya. En el centro la localidad de Trespuentes o Trasponte y abajo, a la derecha, localización del sitio arqueológico de Iruña Veleia.
Imagen: Google Maps

El hallazgo de algunos ejemplares sueltos de Micraster coranginum en las excavaciones del yacimiento arqueológico de Iruña-Veleia, que no parecen ser contaminantes directos accidentales procedentes del entorno natural, mezclados con restos de construcciones y de ajuares, propios de la cultura y época romanas, parece poner de manifiesto que en entre los antiguos habitantes romanos o romanizados de la antigua localidad alavesa, los fósiles de Micraster, quizás pudieron tener alguna utilidad, simbólica o real. Tal vez pudieron cumplir funciones de tipo lúdico, ornamental, mágico o religioso. Relacionadas con la vida cotidiana de los antiguos habitantes de aquel lugar y que hoy nos resultan totalmente desconocidas, por la confusión y desorden del contexto arqueológico. Quizás, solamente se les dio un uso elemental, como juguetes infantiles rodantes, improvisados y económicos, por formar parte del medio natural próximo. 

Quizás se les pudo dar alguna función simbólica ritual de tipo religioso, en representación de alguna divinidad celeste, como era Júpiter, el lanzador de rayos, pues en algunos lugares del imperio, a los erizos marinos fósiles se denominaba ceraunias, pues se les había considerado como "piedras celestes" o "piedras de rayo", tal vez por influencia germánica. 

Tal vez se les dio un uso ritual funerario, de forma semejante a como sucedía con los pueblos de cultura céltica, quienes usaban ritualmente ejemplares de Micraster, para conseguir la protección mágica del cadáver o como defendesa mágica el espíritu del difunto, contra el posible ataque de seres infernales, durante el tránsito hacia "la otra vida" o durante la permanencia en el "otro mundo". 

Existe aún, una tercera posibilidad hipotética, ya que entre los antiguos romanos, el símbolo denominado "pentángulo" o "pentalfa", con forma de estrella de cinco puntas, estuvo asociado con el dios de la salud y la medicina: Esculapio. Los micraster tienen esculpida una figura estrellada en el dorso, quizás por este motivo, los antiguos habitantes de Iruña-Veleia pudieron haber asociado a este tipo de "piedras" marcadas con el signo del dios, con algunas virtudes mágicas relacionadas con la protección de la salud humana, pudiendo haberse usado como amuletos, para la defensa contra todo tipo de enfermedades o para acelerar su curación. 

Representación esotérica en la que se ha encajado el cuerpo humano, con sus diferentes miembros, en coincidencia con las cinco puntas de la estrella de pitágoras o pentalfa, con la intención de simbolizar la vinculación mágica existente entre el cuerpo y el símbolo estrellado.
Imagen: Pentalpha

De momento, los arqueólogos que han realizado las excavaciones, no han podido identificar las probables formas de uso, ni interpretar la posible función doméstica o social que este tipo de fósiles pudieran haber tenido, en la época romana, en contextos laicos o religiosos, vitales o funerarios en aquella comunidad


El pensamiento ilustrado proporcionó, por primera vez, un enfoque científico sobre este tipo de fósiles y aportó alguna información etnológica


La primera cita documental moderna, que manifiesta una interpretación racionalista, naturalista y laica de este tipo de fósiles, es de principios del siglo XIX. Apareció en el  Diccionario Geográfico-Histórico de España, Volumen 2, publicado por la Real Academia de la Historia (Madrid) en 1802. Aparece formando parte de la entrada correspondiente a la localidad alavesa de Trespuentes. 
En el texto se indica que las denominadas "piedras de santa Catalina", eran en realidad no eran piedras prodigiosas sino objetos naturales de naturaleza paleontológica, es decir, un tipo de fósiles y, además, recoge sucintamente su uso popular supersticioso, sin dar detalles de finalidades o modalidades de su uso popular. El texto dice:
"En sus inmediaciones [las de Trespuentes, en Álava] se hallan con abundancia muchos erizos de mar petrificados de la especie que llaman los franceses pie de asno y la gente vulgar [las llama] piedras de santa Catalina, y suelen engastar en plata las más pequeñas de éstas, atribuyéndolas supersticiosamente efectos maravillosos."

Debido al absoluto desconocimiento del aspecto de los amuletos religiosos de Trespuentes, mencionados en el Diccionario Geográfico-Histórico de España de 1802, por la total falta de imágenes que los representen, con las que se hubiera podido ilustrar esta entrada, nos vemos en la necesidad de recurrir al uso de una imagen substitutoria. La de un amuleto religioso que a pesar de ser originario de otro lugar y estar vinculado a otra santa, tiene una justificación equivalente y una función mágico-religiosa muy semejante. Esta misma imagen fue utilizada para ilustrar la entrada sobre los erizos fósiles llamados popularmente   "piedrecitas de la Virgen" de Inodejo, por los habitantes de los pueblos de los alrededores de aquel santuario mariano de Las Fraguas (Soria).
Imagen: Fotografía original de Javier Soria Verdes, realizada en 2012 por encargo del autor de este blog.

Un siglo más tarde, y a pesar de todos los avances culturales, producto de la Ilustración y de los avances técnicos y sociales, producto de la modernización de la sociedad española, parece ser que todavía en el primer tercio del siglo XX, aún se seguía conservando la vieja costumbre supersticiosa de utilizar este mismo tipo de fósiles para elaborar amuletos religiosos semejantesPues hacia el año 1999, los más viejos del lugar le contaron a un informante que, en Trespuentes, en tiempos anteriores a la guerra civil de 1936, había trabajado un herrero, de nombre olvidado y por tanto desconocido, con habilidades manuales y pretensiones de orfebre, que elaboraba unos colgantes defensivos, contra el "mal de ojo". Contaban que había usado para elaborar sus amuletos colgantes, los ejemplares más pequeños, más blancos y mejor conservados de los fósiles de Micraster coranginum que recolectaba en los alrededores del convento de santa Catalina y un engarce de alambre de plata. Luego aquellos amuletos milagrosos, los adquirían algunas personas de las aldeas de la zona, devotas de la santa, temerosas del poder maléfico de las brujas y crédulas de las supersticiones populares. Confiaban en que por medio de la milagrosa virtud protectora de aquellos objetos, quedarían bajo la protección permanente de santa Catalina. Creían que por el sencillo procedimiento de ser portadoras de tales "piedras sagradas" quedarían a salvo de accidentes, enfermedades, fracasos, infortunio, etc., males provocados supuestamente por las brujas, tal vez promovidos por algún vecino malvado, envidioso o rencoroso

A finales de la década de 1940, fue recogido otro uso popular que a pesar de ser menos polivalente y espectacular, no por ello debió ser menos importante socialmente, cuando la soltería femenina, indeseada, se consideraba una enorme desgracia. Este uso estaba relacionado con una de las funciones típicas y tradicionales de la protección de santa Catalina de Alejandría, la de proporcionar "buenos" maridos a la mozas casaderas. Aunque quizás algunas mozas solo aspirasen a que las "piedras de santa Catalina" que llevaban colgadas, por lo menos, sirvieran para que la santa las librara de la soltería, de por vida, dándole marido, aunque no fuese tan "bueno".


Grupo de muchachas recolectoras de "estrellitas de la Virgen", fotografiadas en 1933, en los alrededores de la ermita de la Virgen de la Providencia, en Tortosa (Tarragona). En este caso particular, los fósiles con supuestas virtudes anticelibatarias, eran los artejos aislados de un crinoideo cretácico. Fotografía original de Josep Badosa.
Imagen: Estampa. Revista gráfica, nº 281, 27 de mayo de 1933, (pp. 7-10)

Recuérdese que en la entrada anterior dedicada a estos fósiles, publicada el 18 de noviembre de 2018, se mencionaba que a finales del siglo XVII, algunos fósiles de Micraster coranginum de excepcional calidad, eran usados por frailes agustinos del convento de santa Catalina de Badaya, en los rituales de exorcismo. Aprovechando las supuestas virtudes milagrosas de las "piedras de santa Catalina", determinados ejemplares escogidos, eran aplicados en ciertos rituales destinados a expulsar el demonio del interior del cuerpo de ciertas personas afectadas por comportamientos muy extraños, expresiones verbales o corporales contrarias a la religión, alucinaciones, convulsiones, etc., supuestamente causadas por la ocupación de su cuerpo por parte de un espíritu maléfico, generalmente algún demonio. 
Hoy sabemos que tales síntomas serían manifestaciones típicas de personas aquejadas por determinados tipos de enfermedades mentales. Entonces se creía firmemente en que por la milagrosa mediación de santa Catalina, aquellas personas que habían sido "diagnosticadas" de posesión diabólica, por el testimonio de clérigos, familiares o vecinos, serían liberadas de la esclavitud diabólica y dejarían de manifestar los aberrantes comportamientos que manifestaban la dominación demoníaca.


Tarjeta postal antigua, fotografía de una mujer "espiritada", acompañada de sus familiares, participando en la "procesión de espiritados de santa Orosia", en Jaca (Huesca) en 1922. Foto original de Francisco de las Heras. Archivo Peñarroya.
Imagen: Todo Colección

Desde principios del siglo XIX con la institución y desarrollo de dos nuevas disciplinas médicas, la Neurología y la Psiquiatría, la mayoría de las personas consideradas anteriormente como endemoniadas, poseseídas o espiritadas, han podido resolver, mejor o peor, sus problemas de imaginaria posesión diabólica, siguiendo los tratamientos farmacológicos propuestos por neurólog@s, psiquiatras y psicólog@s expertos. A pesar de ello, los actuales exorcistas mágicos o religiosos, siguen reivindicado la necesidad, utilidad y eficacia de su viejo oficio y de sus métodos mágicos. 



Piedras maravillosas de origen prodigioso localizadas y marcadas portentosamente para señalizar un lugar preciso, escogido por Dios, para instaurar el culto a santa Catalina 

Un hecho totalmente natural, aunque no demasiado frecuente, como era la presencia de restos fósiles de erizos marinos del género Micraster, con una extraordinaria abundancia, localizados en un determinado lugar de la sierra de Badaya, fue interpretado hace 700 años como un hecho sobrenatural. Pues aquella acumulación extraordinaria de erizos fósiles fue entendida como una señal del cielo, una manifestación de la voluntad de Dios y como una orden divina, de que en aquel lugar había que rendir veneración a un santa en particular. Tal interpretación religiosa de un fenómeno geológico habría justificado la necesidad de construir el primero de los tres santuarios dedicados al culto a santa Catalina de Alejandría. Santuario que posteriormente sería substituido por otros dos, cada vez mayores y más lujosos, levantados en aquel mismo lugar de la sierra de Badaya. 


Imagen panorámica de una parte de la sierra de Badaya, vista desde el lugar denominado el “Mirador de la Llanada”, situado en el término de Trespuentes. El conjunto arquitectónico del monasterio de santa Catalina de Badaya destaca claramente en el entorno forestal, se le distingue por sus formas y tonalidad clara, situado en una “hoyada” de la ladera serrana boscosa. 
Imagen. Generada a partir de otra, original de "Josefe"

Las razones objetivas por las que se pudieron haber interpretado los fósiles de Micraster, de aquel lugar de la sierra de Badaya, como una clase de "piedras marcadas" y para que pudieran ser asociadas a santa Catalina de Alejandría, parecen ser bastante "evidentes y habría sido posible por dos motivos mofológicos. El primero sería el de tener forma acorazonada, la cual fue interpretada como que la piedra manifestaba simbólicamente el extraordinario amor que la santa de Alejandría sentía hacia Jesucristo y Jesucristo hacia ella. Incluso existió una leyenda eclesiástica, según la cual durante una visión de la santa, Jesucristo se le apareció y le entregó un anillo de compromiso de esponsales místicos. El segundo motivo "evidente" era que aquellas piedras mostraban inscrito en un lugar de su superficie un diseño estrellado radial, de 4 o 5 brazos. Tal figura fue interpretada como una representación simbólica del principal emblema iconográfico de santa Catalina de Alejandría: la rueda de cuchillas, utilizada para su martirio.


Aspecto de un buen ejemplar típico de Micraster coranginum, con su típica forma de corazón y su típica figura estrellada.
Imagen: Colección del BMNH 

La presencia natural de una gran cantidad de "piedras figuradas" con un determinado aspecto, habría "inspirado" la invención de una explicación bastante sencilla y fácilmente comprensible, para las gentes sencillas y crédulas de aquella época. La interpretación sobrenatural de la extraordinaria acumulación de fósiles y la vinculación de su forma y marcas características con santa Catalina de Alejandría, habría provocado o favorecido la aparición de una actividad supersticiosa recolectora, transformada con el paso del tiempo en costumbre tradicional. Consistente en la búsqueda, selección y recolección de las mejores "piedras figuradas", a las que los peregrinos y devotos llamaban "piedras de santa Catalina" por su doble vinculación, con la santa y con su santuario, que luego serían usadas como amuletos protectores contra diversos peligros cotidianos, causados por seres infernales o promovidos por vecinos sospechosos de amistades con tales seres. 
Parece lógico pensar que al ir creciendo la masa social de romeros devotos de santa Catalina que se desplazaban anualmente hasta su santuario de Badaya, para rendirle culto en el día de su festividad, la recolección de aquellas piedras milagrosas iría aumentando de forma proporcional y progresiva, desde los inicios, en el siglo XII-XIII, hasta la casi la total extinción de tal costumbre supersticiosa, desde finales del XIX hasta mediados del siglo XX. 


Representación artística, sencilla e intimista, de santa Catalina de Alejandría, junto a tres de sus símbolos iconográficos emblemáticos de su muerte: la rueda de tortura, la espada de decapitación y la palma del martirio. Pintura de Michelangelo Caravaggio, realizada hacia 1595-1596, en su época de madurez artística.
Imagen: Wikipedia

Suponemos, por tres razones, que el último santuario cataliniano, integrado al remodelado y ampliado complejo monástico de santa Catalina de Badaya, gestionado por la Orden agustiniana, debió ser el que atrajo mayor número de romeros devotos y, por tanto, de más recolectores de "fósiles sagrados". 
La primera razón, se basa en que los agustinos aprovecharon la forma acorazonada de los fósiles para vincularlos con el gran Padre de la Iglesia católica san Agustín, cuyo emblema iconográfico principal era un corazón humano, a veces atravesado por una flecha, en otras ocasiones, inflamado o llameante, en representación simbólica de su amor extraordinario a Dios. 
La segunda razón consiste en que durante ese periodo histórico, numerosos autores pertenecientes a la Orden de san Agustín, secundados por otros clérigos y algunos laicos, se ocuparon de difundir por toda Europa y parte de América latina, algunas informaciones fantasiosas sobre el origen prodigioso, la apariencia simbólico-religiosa o las propiedades virtuosas de estas "piedras maravillosas" que "se criaban junto al monasterio. Según algunos de ellos "preciosas" no por su materia o aspecto sino por sus "virtudes milagrosas", Estas ideas propagandísticas de tipo sobrenaturalista que aparecieron impresas en diversos idiomas, países y continentes, servirían para aportar un notable atractivo supersticioso a los mejores ejemplares de Micraster de aquel lugar de la sierra de Badaya. 
La tercera razón, es porque la orden religiosa de los agustinos, fue la mayor propagandista de la formación portentosa de aquellas piedras prodigiosas y de su significado interpretado de manera muy favorable a su causa e intereses particulares, fue quien ocupó el monasterio y gestionó el culto a la santa, durante más tiempo, desde finales del siglo XV hasta mediados del siglo XIX, momento en que el convento fue clausurado, al serle aplicada la ejecución de plan de desamortización eclesiástica de Mendizabal.

Vista frontal-lateral del anillo que reciben los peregrinos que visitan el monasterio de santa Catalina del Sinaí, como recuerdo y testimonio de su peregrinación. También como recordatorio del que Cristo dio a santa Catalina como testimonio de su amor místico, mutuo. Nótese la figura en relieve, en forma de corazón, con el anagrama del nombre griego de la santa en su interior, que adorna la zona central. Nombre que se puede ver completo, aquí solo parcialmente, en el lateral: Aikatepina Atia (Agia Aekaterina = santa Catalina)
Imagen: The ring of St. Catherine the Great Martyr

Probablemente, el momento de máximo esplendor del culto a santa Catalina de Badaya y de máxima extensión e intensidad de la costumbre popular de recolectar y venerar los fósiles de Micraster, recogidos cerca del santuario de santa Catalina de Alejandría, debió coincidir con los siglos XVII y XVIII. Tal suposición se basa en el hecho de que en esa misma época es cuando aquel fenómeno paleontológico local, debió tener mayor repercusión social pues fue cuando tuvo la mayor publicidad en España, en Europa y en Hispanoamérica, proporcionada por las numerosas publicaciones religiosas y quizás, también, de los sermones que coincidiendo con la festividad religiosa de la santa, aludían al extraordinario origen de las piedras de santa Catalina, durante esa misma época. Es de suponer que la época de más propaganda debió tener unas mayores repercusiones culturales y sociales.


Continuará, próximamente