Las "piedras de santa Catalina" del convento de Badaya, en Trespuentes, Álava (País Vasco) (4ª parte)
Evolución histórica y social de las creencias y prácticas populares supersticiosas, asociadas a las "piedras de santa Catalina" del monasterio de Badaya (Álava) (Parte 2)
Las “pedres de santa Catarina” procedentes de Tierra Santa
Introducción
Se ha conservado en el Archivo de la Corona de Aragón, una carta del Infante D. Juan, hijo primogénito del rey Pedro IV de Aragón "el Ceremonioso" (1319 -1387), fechada en Valencia el 19 de septiembre de 1373, ordenando a un súbdito suyo llamado Bernat de sa Cot, que próximamente había de embarcarse en el puerto de la ciudad de Valencia, con destinoa Alejandría, en dirección a Tierra Santa. El motivo del viaje de Bernat de sa Cot era realizar una una peregrinación desde Alejandría hasta Damasco, con el fin de visitar diversos de los Santos Lugares que se hallaban en ese itinerario, en cumplimiento de una promesa.
En la carta mencionada, el Infante D. Juan le ordena que durante su itinerario de peregrinaje, lleve a cabo la búsqueda, compra, recolección y transporte, de vuelta Valencia, de una serie variada de substancias, materiales, productos y objetos diversos, al ir pasando por una serie de lugares determinados de Tierra Santa.
La mayoría de los encargos del Infante D. Juan, el futuro rey Juan I de Aragón, eran cosas que entonces se consideraban como verdaderas "reliquias sagradas", motivo por el que se les creía dotadas de milagrosas virtudes protectoras. Basándose en esta creencia eran usadas con fines preventivos o curativos, como defensa contra diferentes temores imaginarios y varias dolencias reales. Por estos motivos, las personas supersticiosas y acomodadas consideraban muy deseable su posesión, muy recomendable su adquisición y conveniente su proximidad para casos de necesidad.
Tal vez por esa misma época histórica, durante el siglo XIV, algunos otros peregrinos de otros países europeos que viajaban a Tierra Santa, también actuaban como recaderos voluntarios o forzados, con la misión de realizar encargos semejantes, para personas supersticiosas, ricas y poderosas, con las que habían adquirido tal compromiso, por obligación de vasallaje, feudal, real o episcopal.
Las “pedres de santa Catarina” con flores
De la mencionada carta en catalán, dirigida por el Infante D. Juan al peregrino Bernat de sa Cot, hemos seleccionado una frase por que consideramos que apoya totalmente nuestra tesis y que se presenta a continuación:
“item, [iiii peces] de les pedres de santa Catarina on ha flors”, que traducido al castellano significaría: “también, 4 ejemplares de las piedras de santa Catalina, [de aquellas] en las que hay flores”
Retrato imaginario de Juan I de Aragón, apodado "El Cazador" por su desmedida afición a esta actividad recreativa. Obra de Manuel Aguirre y Monsalbe. (Ca. 1851-1854). Diputación Provincial de Zaragoza.
Imagen: Wikipedia
Creemos, con suficiente fundamento, basándonos en nuestra amplia experiencia sobre aspectos etnopaleontológicos relacionados con los equínidos fósiles, que con esta frase el Infante D. Juan de Aragón, le estaba solicitando a su vasallo Bernat de sa Cot, la recolecta o adquisición piadosa, a cambio de un donativo caritativo o limosna, de cuatro ejemplares de cierto tipo particular de erizos marinos fósiles. En este caso particular, suponemos que posiblemente, se trataría erizos marinos fósiles,del género Clypeaster, puesto que sabemos que en la parte superior del caparazón de las diversas especies de este género, el conjunto formado por los surcos y poros del sistema ambulacral, forma unas vistosas figuras estrelladas, en relieve positivo, que se asemejan a la representación de una flor de 5 pétalos.
Aspecto del caparazón de un erizo fósil del género Clypeaster. A la izquierda, visto por su parte superior y a la derecha por su parte inferior. En la imagen de la izquierda puede verse claramente como el conjunto del sistema ambulacral forma una figura en relieve que se asemeja mucho a una gran flor de cinco pétalos. El ejemplar fotografiado pertenece a la especie Clypeaster reidii, especie relativamente frecuente en el Mioceno mediterráneo
Imagen: Folklore de los Fósiles Ibéricos
También cabría la remota posibilidad de que el Infante D. Juan, en la petición de su carta, se refiriera a fragmentos de corales coloniales fósiles, del tipo llamado "corales estrellados", conocidos antiguamente como "piedras estrelladas", a las cuales también se le atribuían "virtudes protectoras" imaginarias. Tal nombre vulgar deriva del hecho que cada uno de los cálices de los diferentes pólipos individuales, excavados en la masa calcárea del esqueleto colonial comunal, se asemeja a la figura de una pequeña estrella o astro radiante... o a una pequeña "flor" de forma estrellada.
Superficie de un coral colonial fósil, del tipo denominado "estrellado" popularmente eran conocidos como "piedras estrelladas", vista con cierto grado de aumento. Se pueden apreciar los cálices con sus respectivos tabiques divisores, internos de cada pólipo individuales. Con un poco de imaginación, el conjunto formado por la columnilla central y los tabiques radiales (septos) de cada pólipo, se asemejaría a una estrellita o pequeño astro radiante
Imagen: Glossopetrae
Evidencias de recolectas paleontológicas durante el siglo XIV
Lo que sí deja muy claro esta carta de 1373, es que ya en aquella lejana época medieval, algunos de los peregrinos que realizaban un viaje de peregrinación a Tierra Santa, para visitar algunos de los Santos Lugares, incluían en su itinerario la visita al Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí, para venerar sus sagradas reliquias corporales y adquirir alguna otra clase de reliquias de las denominadas "reliquias de contacto" como podrían ser anillos bendecidos, estampas o iconos, piedras figuradas.
Además, también se hace evidente que durante su itinerario por la Península del Sinaí, se recolectaban ciertos tipos de fósiles, por motivos religiosos y con finalidades de uso de tipo supersticioso, los cuales por proximidad geográfica a su importante santuario y a sus sagradas reliquias, habían sido asociados a santa Catalina de Alejandría. Tales piedras con supuestas virtudes milagrosas por influencia de la santa alejandrina, luego eran transportaban hasta sus países de origen, en Europa occidental u oriental, algunas para uso y posesión propia y otras por encargo de personas principales, poderosas o/y acaudaladas que le habían hecho el encargo a un peregrino y que quizás también le habían financiado los gastos de un viaje con un itinerario tan largo, en unas condiciones muy duras y penosas y no exento de peligros pues todo el o la mayor parte transcurría por territorios musulmanes, con algunas zonas bajo el poder de tribus nómadas de saqueadores de caravanas de comerciantes o peregrinos europeos.
No hay que descartar la posibilidad de que, en algunos ocasiones, se pudieran haber producido fraudes relacionados con su verdadera procedencia geográfica, realizados por algunos suministradores pícaros o traficantes deshonestos de reliquias sagradas, dado su enorme valor como objetos protectores de uso supersticioso y el enorme riesgo que comportaba la peregrinación a Tierra Santa.
El fraude consistiría en presentar como auténticas "piedras de santa Catalina" del Sinaí, a "piedras" del mismo tipo "más o menos", pero procedentes de otros lugares en los que no acechaba el peligro y a las que se atribuía una supuesta procedencia en el entorno del monasterio del Sinaí, aunque en realidad pudieran proceder de otros lugares menos sagrados y quizás bastante alejados del Monte Sinaí.
Tal vez habían sido recolectadas en Egipto, o en otras partes del norte de África, o en Palestina (actual Israel), Siria o Jordania... o quizás en ciertos lugares del continente europeo, con la intención fraudulenta de ser intercambiadas por generosas limosnas devocionales o o modestas limosnas penitenciales.
Testimonios de viajes de monjes sinaíticos hasta algunas cortes europeas como recolectores de donativos y portadores de reliquias, desde el siglo XI
Se sabe por numerosos documentos que desde la Edad Media, monjes del monasterio del Sinaí, viajaban periódicamente hasta las diversas cortes y palacios de Europa, provistos de diversos tipos de reliquias de la santa alejandrina, con la finalidad de recoger donaciones caritativas, aportadas por reyes, príncipes y nobles occidentales con las que contribuían económicamente al mantenimiento de la comunidad de monjes, a la alimentación de los peregrinos pobres y a la reparación y restauración del santuario y del complejo arquitectónico monástico, amurallado.
Representación escultórica moderna del Duque de Normandía Richard (II) Le Bon. Vestido para entrar en combate, a la usanza de su época histórica medieval.
Imagen: Wikipedia
Sirva como ejemplo de lo anterior, el caso del monje sinaítico Simeón "el Quinquelingue", que fue encargado por el abad del monasterio de santa Catalina del Sinaí, de viajar a Occidente a recolectar una muy generosa limosna que había concedido el duque de Normandía, Ricardo II (993-1026) al monasterio de santa Catalina del Sinaí. Hacia el año de 1026 este monje y sus acompañantes, llevaron hasta la localidad francesa de Rouen diversas reliquias de Sta. Catalina, como contrapartida espiritual y forma de mostrar agradecimiento a la enorme generosidad del duque de Normandía y de su amigo el vizconde Gosselin señor d'Arqués, que además de un generoso donativo para el monasterio del Sinaí, también había decidido sufragar los gastos de fundación de un convento benedictino dedicado al culto de la Santísima Trinidad y de la Santísima Virgen María. Donde para promover el culto a santa Catalina de Alejandría, siguiendo el conejo del monje sinaíta Simeón, deberían ser expuestas sus sagradas reliquias en una capilla. Estas reliquias consistían en una falange de un dedo de la mano de la santa y de una copa llena del licor oleoso perfumado que brotaba milagrosamente de su sepulcro, con el que conseguía curar diversos problemas salutíferos.
Estas primeras reliquias de santa Catalina llegadas a Normandía, en el siglo XI, contribuyeron de forma muy notable al conocimiento de su figura sagrada y a la difusión de su culto en toda Francia.
Con el paso del tiempo, la fama y popularidad de las milagrosas reliquias de santa Catalina de Rouen se fueron extendiendo a las regiones vecinas y era tan grande la atracción ejercida sobre sus devotos franceses que de todas partes de Francia acudía un gran número de peregrinos para venerar las milagrosas reliquias. La fama que propagaron todos aquellos que se habían beneficiado de su milagrosa influencia benéfica favoreció que los verdaderos patrones del santuario, primero pasasen a un segundo plano, para acabar siendo totalmente eclipsados por la fama de la santa alejandrina. De manera que aquel nombre que primero fue popular, al cabo de pocos años se convirtió en el nombre definitivo, con lo aquel santuario y el convento, pasaron a ser conocidos y denominado oficialmente como Santa Catalina del Monte, por estar edificado en la cima de un altozano.
Posibles influencias culturales y orígenes orientales, en el surgimiento del fenómeno devocional alavés y de otros países europeos
La existencia de una carta fechada en el año de 1373, enviada por el Infante D. Juan, hijo del rey Pedro III de Aragón, mencionada en el párrafo anterior, ordenando a un súbdito suyo llamado Bernat de sa Cot, que le traiga de su próximo viaje de peregrinación a Tierra Santa varias "piedras de santa Catalina", de un tipo particular, "de aquellas en las que hay flores" sienta un precedente histórico de que el nombre particular de "piedras de santa Catalina", para identificar una clase de fósiles, procedentes de Oriente Próximo, ya era usado en el siglo XIV. Lógicamente, siendo santa Catalina de Alejandría la santa más importante de la Iglesia en la época medieval y que su monasterio del monte Sinaí era el más importante de toda la cristiandad, pues en el se conservaban sus sagradas reliquias, está claro que las deseadas piedras milagrosas debían proceder de algunos lugares de la Península del Sinaí, no muy alejados del citado monasterio sinaítico.
Vista general del Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí, que aparece al fondo. El complejo monástico, está amurallado para protegerse de los ataques de los salteadores del desierto. Está formado por varias iglesias, regidas por diversas confesiones religiosas, incluye una mezquita musulmana. Las reliquias de santa Catalina, se conservan en un santuario regido por monjes ortodoxos griegos y solo tienen acceso a ellas los devotos pertenecientes a la religión ortodoxa.
Imagen: Monasterio de Santa Catalina del Sinaí,
Existe la posibilidad de que la instauración del culto a santa Catalina, en este lugar de la sierra de Badaya, no sea producto de un capricho devocional de un noble caballero, el Señor feudal de Iruña, sino que tenga algo que ver con la presencia, en aquel lugar, de alguna persona que previamente hubiera estado "Tierra Santa" y hubiera visitado el Monasterio de santa Catalina de Alejandría del Monte Sinaí. Ya fuese la estancia en la Península del Sinaí con motivo de haber realizado alguna peregrinación penitencial a los "Santos Lugares" o por haber participado en alguna de las diversas Cruzadas, organizadas para la defensa o reconquista de los "Santos Lugares" cristianos, en poder de los musulmanes.
La Primera Cruzada se desarrolló a finales del siglo XI (1095/6-1099), la Segunda Cruzada se desarrolló a mediados del siglo XII (1144-1148) y la La Tercera Cruzada hacia finales del siglo XII (1187-1191), es decir, tiempo antes de la construcción o adaptación y consagración de la ermita primitiva de santa Catalina de Badaya. Por lo que la presencia en el lugar de Badaya, de alguna persona que hubiera participado en la Tercera Cruzada no resulta imposible, bien com soldado de la guarnición, bien como ermitaño anacoreta en alguna de las cuevas cercanas.
Foto de satélite de la Península del Sinaí (Egipto) donde aparece situada la ubicación del complejo monástico del Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí. En el que se conservan las reliquias más importantes de la santa.
Imagen: Google Maps
La hipotética estancia de esa persona en la zona de Oriente Próximo, denominada "Tierra Santa" le habría permitido conocer la particular vinculación religiosa, allí establecida entre la santa Virgen y Mártir de Alejandría, con algunos tipos particulares de "piedras" (fósiles) existentes en ciertos lugares que eran atravesados por las rutas que conducían al monasterio de santa Catalina del monte Sinaí, tanto si se seguía el itinerario que partía desde Alejandría (Egipto) como si se seguía el itinerario que partía desde Jerusalén (Israel) o Damasco (Siria), según la ruta marítima que se hubiera seguido al iniciar el peregrinaje "Tierra Santa" por el mar Mediterráneo.
En toda la Península del Sinaí, abundan los yacimientos paleontológicos con abundante fauna marina fósil, unos del Mesozoico, tanto del Jurásico como del Cretácico, así como otros del Cenozoico, del Eoceno y del Mioceno.
En realidad se trataría de los fósiles de ciertos tipos de erizos marinos que resultan bastante abundan en los yacimientos de la zona y muy atractivos a la vista por sus formas. Tal asociación habría sido establecida por los devotos de la santa que habiendo peregrinado desde Alejandría o desde Jerusalén hasta el remoto monasterio dedicado al culto y veneración de sus reliquias, situado en la Península del Sinaí, habían atravesado lugares donde abundaban restos fósiles de fauna marina.
Mapa geológico y geomorfológico de la Península del Sinaí. La antigüedad geocronológica de los diferentes materiales geológicos y de las distintas zonas geográficas peninsulares, aparece representada con distintos colores simbólicos.
Imagen: Morphotectonics inferred from the analysis of topographic lineaments auto-detected from DEMs: Application and validation for the Sinai Peninsula, Egypt
Según una leyenda eclesiástica, tras el martirio, el cadáver de la santa fue trasladado volando por los aires, transportado por ángeles desde el lugar del martirio, en Alejandría, hasta la cumbre de una montaña que forma parte del monte Sinaí, llamada monte Catalina (Gabal Katrîne) o de Santa Catalina (Gebel Sant Kathrine), donde se conservó milagrosamente incorrupto a la intemperie, hasta que 500 años más tarde, fue descubierto, trasladado y protegido en la primera ermita dedicada a su culto, levantada en la cima de aquella montaña sagrada que pasó a llevar el nombre de la santa. Posteriormente, en la base del monte Sinaí, se levantó el monasterio que aún se conserva en la actualidad, para rendir culto a la santa y conservar y venerar sus reliquias, bajo la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa Griega.
Las “pedres de santa Catarina” procedentes de Tierra Santa
Introducción
Se ha conservado en el Archivo de la Corona de Aragón, una carta del Infante D. Juan, hijo primogénito del rey Pedro IV de Aragón "el Ceremonioso" (1319 -1387), fechada en Valencia el 19 de septiembre de 1373, ordenando a un súbdito suyo llamado Bernat de sa Cot, que próximamente había de embarcarse en el puerto de la ciudad de Valencia, con destinoa Alejandría, en dirección a Tierra Santa. El motivo del viaje de Bernat de sa Cot era realizar una una peregrinación desde Alejandría hasta Damasco, con el fin de visitar diversos de los Santos Lugares que se hallaban en ese itinerario, en cumplimiento de una promesa.
En la carta mencionada, el Infante D. Juan le ordena que durante su itinerario de peregrinaje, lleve a cabo la búsqueda, compra, recolección y transporte, de vuelta Valencia, de una serie variada de substancias, materiales, productos y objetos diversos, al ir pasando por una serie de lugares determinados de Tierra Santa.
La mayoría de los encargos del Infante D. Juan, el futuro rey Juan I de Aragón, eran cosas que entonces se consideraban como verdaderas "reliquias sagradas", motivo por el que se les creía dotadas de milagrosas virtudes protectoras. Basándose en esta creencia eran usadas con fines preventivos o curativos, como defensa contra diferentes temores imaginarios y varias dolencias reales. Por estos motivos, las personas supersticiosas y acomodadas consideraban muy deseable su posesión, muy recomendable su adquisición y conveniente su proximidad para casos de necesidad.
Tal vez por esa misma época histórica, durante el siglo XIV, algunos otros peregrinos de otros países europeos que viajaban a Tierra Santa, también actuaban como recaderos voluntarios o forzados, con la misión de realizar encargos semejantes, para personas supersticiosas, ricas y poderosas, con las que habían adquirido tal compromiso, por obligación de vasallaje, feudal, real o episcopal.
Las “pedres de santa Catarina” con flores
De la mencionada carta en catalán, dirigida por el Infante D. Juan al peregrino Bernat de sa Cot, hemos seleccionado una frase por que consideramos que apoya totalmente nuestra tesis y que se presenta a continuación:
“item, [iiii peces] de les pedres de santa Catarina on ha flors”, que traducido al castellano significaría: “también, 4 ejemplares de las piedras de santa Catalina, [de aquellas] en las que hay flores”
Retrato imaginario de Juan I de Aragón, apodado "El Cazador" por su desmedida afición a esta actividad recreativa. Obra de Manuel Aguirre y Monsalbe. (Ca. 1851-1854). Diputación Provincial de Zaragoza.
Imagen: Wikipedia
Creemos, con suficiente fundamento, basándonos en nuestra amplia experiencia sobre aspectos etnopaleontológicos relacionados con los equínidos fósiles, que con esta frase el Infante D. Juan de Aragón, le estaba solicitando a su vasallo Bernat de sa Cot, la recolecta o adquisición piadosa, a cambio de un donativo caritativo o limosna, de cuatro ejemplares de cierto tipo particular de erizos marinos fósiles. En este caso particular, suponemos que posiblemente, se trataría erizos marinos fósiles,del género Clypeaster, puesto que sabemos que en la parte superior del caparazón de las diversas especies de este género, el conjunto formado por los surcos y poros del sistema ambulacral, forma unas vistosas figuras estrelladas, en relieve positivo, que se asemejan a la representación de una flor de 5 pétalos.
Aspecto del caparazón de un erizo fósil del género Clypeaster. A la izquierda, visto por su parte superior y a la derecha por su parte inferior. En la imagen de la izquierda puede verse claramente como el conjunto del sistema ambulacral forma una figura en relieve que se asemeja mucho a una gran flor de cinco pétalos. El ejemplar fotografiado pertenece a la especie Clypeaster reidii, especie relativamente frecuente en el Mioceno mediterráneo
Imagen: Folklore de los Fósiles Ibéricos
También cabría la remota posibilidad de que el Infante D. Juan, en la petición de su carta, se refiriera a fragmentos de corales coloniales fósiles, del tipo llamado "corales estrellados", conocidos antiguamente como "piedras estrelladas", a las cuales también se le atribuían "virtudes protectoras" imaginarias. Tal nombre vulgar deriva del hecho que cada uno de los cálices de los diferentes pólipos individuales, excavados en la masa calcárea del esqueleto colonial comunal, se asemeja a la figura de una pequeña estrella o astro radiante... o a una pequeña "flor" de forma estrellada.
Superficie de un coral colonial fósil, del tipo denominado "estrellado" popularmente eran conocidos como "piedras estrelladas", vista con cierto grado de aumento. Se pueden apreciar los cálices con sus respectivos tabiques divisores, internos de cada pólipo individuales. Con un poco de imaginación, el conjunto formado por la columnilla central y los tabiques radiales (septos) de cada pólipo, se asemejaría a una estrellita o pequeño astro radiante
Imagen: Glossopetrae
Evidencias de recolectas paleontológicas durante el siglo XIV
Lo que sí deja muy claro esta carta de 1373, es que ya en aquella lejana época medieval, algunos de los peregrinos que realizaban un viaje de peregrinación a Tierra Santa, para visitar algunos de los Santos Lugares, incluían en su itinerario la visita al Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí, para venerar sus sagradas reliquias corporales y adquirir alguna otra clase de reliquias de las denominadas "reliquias de contacto" como podrían ser anillos bendecidos, estampas o iconos, piedras figuradas.
Además, también se hace evidente que durante su itinerario por la Península del Sinaí, se recolectaban ciertos tipos de fósiles, por motivos religiosos y con finalidades de uso de tipo supersticioso, los cuales por proximidad geográfica a su importante santuario y a sus sagradas reliquias, habían sido asociados a santa Catalina de Alejandría. Tales piedras con supuestas virtudes milagrosas por influencia de la santa alejandrina, luego eran transportaban hasta sus países de origen, en Europa occidental u oriental, algunas para uso y posesión propia y otras por encargo de personas principales, poderosas o/y acaudaladas que le habían hecho el encargo a un peregrino y que quizás también le habían financiado los gastos de un viaje con un itinerario tan largo, en unas condiciones muy duras y penosas y no exento de peligros pues todo el o la mayor parte transcurría por territorios musulmanes, con algunas zonas bajo el poder de tribus nómadas de saqueadores de caravanas de comerciantes o peregrinos europeos.
No hay que descartar la posibilidad de que, en algunos ocasiones, se pudieran haber producido fraudes relacionados con su verdadera procedencia geográfica, realizados por algunos suministradores pícaros o traficantes deshonestos de reliquias sagradas, dado su enorme valor como objetos protectores de uso supersticioso y el enorme riesgo que comportaba la peregrinación a Tierra Santa.
El fraude consistiría en presentar como auténticas "piedras de santa Catalina" del Sinaí, a "piedras" del mismo tipo "más o menos", pero procedentes de otros lugares en los que no acechaba el peligro y a las que se atribuía una supuesta procedencia en el entorno del monasterio del Sinaí, aunque en realidad pudieran proceder de otros lugares menos sagrados y quizás bastante alejados del Monte Sinaí.
Tal vez habían sido recolectadas en Egipto, o en otras partes del norte de África, o en Palestina (actual Israel), Siria o Jordania... o quizás en ciertos lugares del continente europeo, con la intención fraudulenta de ser intercambiadas por generosas limosnas devocionales o o modestas limosnas penitenciales.
Testimonios de viajes de monjes sinaíticos hasta algunas cortes europeas como recolectores de donativos y portadores de reliquias, desde el siglo XI
Se sabe por numerosos documentos que desde la Edad Media, monjes del monasterio del Sinaí, viajaban periódicamente hasta las diversas cortes y palacios de Europa, provistos de diversos tipos de reliquias de la santa alejandrina, con la finalidad de recoger donaciones caritativas, aportadas por reyes, príncipes y nobles occidentales con las que contribuían económicamente al mantenimiento de la comunidad de monjes, a la alimentación de los peregrinos pobres y a la reparación y restauración del santuario y del complejo arquitectónico monástico, amurallado.
Representación escultórica moderna del Duque de Normandía Richard (II) Le Bon. Vestido para entrar en combate, a la usanza de su época histórica medieval.
Imagen: Wikipedia
Sirva como ejemplo de lo anterior, el caso del monje sinaítico Simeón "el Quinquelingue", que fue encargado por el abad del monasterio de santa Catalina del Sinaí, de viajar a Occidente a recolectar una muy generosa limosna que había concedido el duque de Normandía, Ricardo II (993-1026) al monasterio de santa Catalina del Sinaí. Hacia el año de 1026 este monje y sus acompañantes, llevaron hasta la localidad francesa de Rouen diversas reliquias de Sta. Catalina, como contrapartida espiritual y forma de mostrar agradecimiento a la enorme generosidad del duque de Normandía y de su amigo el vizconde Gosselin señor d'Arqués, que además de un generoso donativo para el monasterio del Sinaí, también había decidido sufragar los gastos de fundación de un convento benedictino dedicado al culto de la Santísima Trinidad y de la Santísima Virgen María. Donde para promover el culto a santa Catalina de Alejandría, siguiendo el conejo del monje sinaíta Simeón, deberían ser expuestas sus sagradas reliquias en una capilla. Estas reliquias consistían en una falange de un dedo de la mano de la santa y de una copa llena del licor oleoso perfumado que brotaba milagrosamente de su sepulcro, con el que conseguía curar diversos problemas salutíferos.
Estas primeras reliquias de santa Catalina llegadas a Normandía, en el siglo XI, contribuyeron de forma muy notable al conocimiento de su figura sagrada y a la difusión de su culto en toda Francia.
Con el paso del tiempo, la fama y popularidad de las milagrosas reliquias de santa Catalina de Rouen se fueron extendiendo a las regiones vecinas y era tan grande la atracción ejercida sobre sus devotos franceses que de todas partes de Francia acudía un gran número de peregrinos para venerar las milagrosas reliquias. La fama que propagaron todos aquellos que se habían beneficiado de su milagrosa influencia benéfica favoreció que los verdaderos patrones del santuario, primero pasasen a un segundo plano, para acabar siendo totalmente eclipsados por la fama de la santa alejandrina. De manera que aquel nombre que primero fue popular, al cabo de pocos años se convirtió en el nombre definitivo, con lo aquel santuario y el convento, pasaron a ser conocidos y denominado oficialmente como Santa Catalina del Monte, por estar edificado en la cima de un altozano.
Posibles influencias culturales y orígenes orientales, en el surgimiento del fenómeno devocional alavés y de otros países europeos
La existencia de una carta fechada en el año de 1373, enviada por el Infante D. Juan, hijo del rey Pedro III de Aragón, mencionada en el párrafo anterior, ordenando a un súbdito suyo llamado Bernat de sa Cot, que le traiga de su próximo viaje de peregrinación a Tierra Santa varias "piedras de santa Catalina", de un tipo particular, "de aquellas en las que hay flores" sienta un precedente histórico de que el nombre particular de "piedras de santa Catalina", para identificar una clase de fósiles, procedentes de Oriente Próximo, ya era usado en el siglo XIV. Lógicamente, siendo santa Catalina de Alejandría la santa más importante de la Iglesia en la época medieval y que su monasterio del monte Sinaí era el más importante de toda la cristiandad, pues en el se conservaban sus sagradas reliquias, está claro que las deseadas piedras milagrosas debían proceder de algunos lugares de la Península del Sinaí, no muy alejados del citado monasterio sinaítico.
Vista general del Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí, que aparece al fondo. El complejo monástico, está amurallado para protegerse de los ataques de los salteadores del desierto. Está formado por varias iglesias, regidas por diversas confesiones religiosas, incluye una mezquita musulmana. Las reliquias de santa Catalina, se conservan en un santuario regido por monjes ortodoxos griegos y solo tienen acceso a ellas los devotos pertenecientes a la religión ortodoxa.
Imagen: Monasterio de Santa Catalina del Sinaí,
Existe la posibilidad de que la instauración del culto a santa Catalina, en este lugar de la sierra de Badaya, no sea producto de un capricho devocional de un noble caballero, el Señor feudal de Iruña, sino que tenga algo que ver con la presencia, en aquel lugar, de alguna persona que previamente hubiera estado "Tierra Santa" y hubiera visitado el Monasterio de santa Catalina de Alejandría del Monte Sinaí. Ya fuese la estancia en la Península del Sinaí con motivo de haber realizado alguna peregrinación penitencial a los "Santos Lugares" o por haber participado en alguna de las diversas Cruzadas, organizadas para la defensa o reconquista de los "Santos Lugares" cristianos, en poder de los musulmanes.
La Primera Cruzada se desarrolló a finales del siglo XI (1095/6-1099), la Segunda Cruzada se desarrolló a mediados del siglo XII (1144-1148) y la La Tercera Cruzada hacia finales del siglo XII (1187-1191), es decir, tiempo antes de la construcción o adaptación y consagración de la ermita primitiva de santa Catalina de Badaya. Por lo que la presencia en el lugar de Badaya, de alguna persona que hubiera participado en la Tercera Cruzada no resulta imposible, bien com soldado de la guarnición, bien como ermitaño anacoreta en alguna de las cuevas cercanas.
Foto de satélite de la Península del Sinaí (Egipto) donde aparece situada la ubicación del complejo monástico del Monasterio de santa Catalina del Monte Sinaí. En el que se conservan las reliquias más importantes de la santa.
Imagen: Google Maps
La hipotética estancia de esa persona en la zona de Oriente Próximo, denominada "Tierra Santa" le habría permitido conocer la particular vinculación religiosa, allí establecida entre la santa Virgen y Mártir de Alejandría, con algunos tipos particulares de "piedras" (fósiles) existentes en ciertos lugares que eran atravesados por las rutas que conducían al monasterio de santa Catalina del monte Sinaí, tanto si se seguía el itinerario que partía desde Alejandría (Egipto) como si se seguía el itinerario que partía desde Jerusalén (Israel) o Damasco (Siria), según la ruta marítima que se hubiera seguido al iniciar el peregrinaje "Tierra Santa" por el mar Mediterráneo.
En toda la Península del Sinaí, abundan los yacimientos paleontológicos con abundante fauna marina fósil, unos del Mesozoico, tanto del Jurásico como del Cretácico, así como otros del Cenozoico, del Eoceno y del Mioceno.
En realidad se trataría de los fósiles de ciertos tipos de erizos marinos que resultan bastante abundan en los yacimientos de la zona y muy atractivos a la vista por sus formas. Tal asociación habría sido establecida por los devotos de la santa que habiendo peregrinado desde Alejandría o desde Jerusalén hasta el remoto monasterio dedicado al culto y veneración de sus reliquias, situado en la Península del Sinaí, habían atravesado lugares donde abundaban restos fósiles de fauna marina.
Mapa geológico y geomorfológico de la Península del Sinaí. La antigüedad geocronológica de los diferentes materiales geológicos y de las distintas zonas geográficas peninsulares, aparece representada con distintos colores simbólicos.
Imagen: Morphotectonics inferred from the analysis of topographic lineaments auto-detected from DEMs: Application and validation for the Sinai Peninsula, Egypt
Según una leyenda eclesiástica, tras el martirio, el cadáver de la santa fue trasladado volando por los aires, transportado por ángeles desde el lugar del martirio, en Alejandría, hasta la cumbre de una montaña que forma parte del monte Sinaí, llamada monte Catalina (Gabal Katrîne) o de Santa Catalina (Gebel Sant Kathrine), donde se conservó milagrosamente incorrupto a la intemperie, hasta que 500 años más tarde, fue descubierto, trasladado y protegido en la primera ermita dedicada a su culto, levantada en la cima de aquella montaña sagrada que pasó a llevar el nombre de la santa. Posteriormente, en la base del monte Sinaí, se levantó el monasterio que aún se conserva en la actualidad, para rendir culto a la santa y conservar y venerar sus reliquias, bajo la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa Griega.