Heraclio ASTUDILLO-POMBO, Universitat de Lleida
Fósiles ibéricos relacionados, por la tradición popular española, con algunos santos y santas del panteón católico (5)
Las "piedras de santa Catalina" del convento de Badaya, en Trespuentes, Álava (País Vasco) (Parte 3)
Recapitulación
Se sigue desembrollando el hilo de la madeja que constituye la evolución histórica, arquitectónica, religiosa y estnopaleontológica del complejo monástico alavés del convento de santa Catalina de Badaya. Monasterio ubicado en un lugar recóndito de la sierra brava de Badaya, que a lo largo de su historia cobijó a comunidades de monjes de dos órdenes religiosas distintas, con un protagonismo muy diferente en la propagación de la mítica sagrada asociada a los erizos fósiles del género Micraster, que òdían hallarse en los alrededores del monasterio en que habitaban.
Segunda fase: palacio residencial e iglesia (finales del s. XIV)
Posteriormente, con el retroceso de los invasores musulmanes, hacia el sur de la Península ibérica y el proceso de progresiva pacificación del territorio, los propietarios de la antigua casa fuerte y torre defensiva, debieron realizar unas grandes obras de reforma arquitectónica para conseguir ampliar los primitivos reducidos espacios castrenses y mejorar las funciones de las limitadas instalaciones de uso militar, para adaptarlas a unas nuevas funciones domésticas, las estancias cómodas y prolongadas de los señores feudales y su recreación señorial, contemplativa o cinegética, en el medio natural.
Para poder disponer de mayor amplitud y gozar de más comodidades, los señores de Iruña tubieron que reformar profundamente la vieja casa fuerte, dando origen a la casa fortificada palacio propiedad de los Martínez de Iruña.
Es muy posible que con la primera reforma y ampliación arquitectónica de los antiguos espacios dedicados a usos militares defensivos, también hubieran podido resultar bastante modificadas las primitivas estructuras arquitectónicas de la primitiva ermita románica y primer santuario de santa Catalina de Alejandría. Estos cambios debieron suceder hacia mediados o finales del siglos XIV.
Reconstrucción digital del conjunto arquitectónico formado por la casa palacio y de la iglesia aneja, propiedad de los señores de Iruña, vistos desde el lado Este. Al fondo la fachada Este del palacio, a la derecha parte de la fachada Sur de la iglesia y santuario de santa Catalina. Trabajo realizada por el arquitecto Daniel Luengas Carreño.
Imagen: Askegi, 10. 2016
El nuevo santuario, debido a su mayor capacidad de acogida y a la pacificación de la zona, podría haber pasado de un uso semi-privado a otro semi-público. Por lo tanto durante esta segunda etapa histórica, con unas condiciones más favorables, seguramente habría aumentado la masa de devotos que acudìan a rendir culto de veneración a la imagen de santa Catalina, en su santuario de Badaya. Simultáneamente crecería el número de personas conocedoras del fenómeno prodigioso (paleontológico) y muchas de las cuales se encargarían de de recolectar alguna de las "maravillosas piedras sagradas", que aparecían en el entorno de la casa-palacio de los Iruña y de la iglesia-santuario aneja.
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la segunda fase de ocupación. Se ha construido un palacio anejo y se ha transformado la pequeña ermita en una iglesia mucho mayor
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
El "boom" del fenómeno de grupos de romeros que acudían al santuario de Badaia en la festividad de la santa y en otras fechas señaladas, relacionadas con ella, se iniciaría hacia finales del siglo XVI, con la instalación de una comunidad religiosa agustina, algo más numerosa hacia finales del siglo anterior, la posterior transformación en noviciado y la implicación cada vez más activa de esta Orden religiosa en la difusión social del fenómeno prodigioso (paleontológico) que sucedía en derredor de su convento. Materializándose tal difusión a travé de una creciente publicación de libros durante los siglos XVII y XVIII, en los que se informaba a los lectores de la existencia en aquel lugar sagrado de un prodigio natural de origen milagroso, en el entorno de aquel convento agustiniano, libros que aparecieron en latín y en varias lenguas vernáculas de diversos países de Europa y alguno de las Américas españolas, católicas. La masa social de conocedores del fenómeno paleontológico, se habría ampliado exponencialmente y el proceso de difusión se habría acelerado enormemente, al ser presentado como un fenómeno natural prodigioso, sucedido con la finalidad de manifestar la satisfacción divina por el asentamiento de una comunidad agustina en aquel agreste y solitario lugar de la sierra de Badaya.
Tercera fase: ampliación del palacio con un nuevo edificio para instalar el convento jeronimiano (principios del s. XV)
La tercera etapa histórica de veneración de santa Catalina, coincidiría con una leve reforma de las transformadas y ampliadas antiguas casa fuerte y torre de vigilancia de los Martínez de Iruña, para convertirla en un austero y modesto convento, apto para acoger a una pequeña comunidad de frailes ermitaños de la Orden de los jerónimos, que ocuparon el edificio durante buena parte del siglo XV (1413- 1472). En los inicios del siglo XV, no fue necesario ampliar las dimensiones de la iglesia señorial, santuario de santa Catalina, pues tenía capacidad suficiente para acoger a la reducida comunidad de frailes ermitaños jerónimos o a la masa de fieles, devotos de santa Catalina, que acudiesen a las celebraciones religiosas que allí se organizaban en honor de la santa.
Reconstrucción digital de la ampliación del conjunto arquitectónico señorial, mediante el añadido conventual, consistente en un nuevo edificio de dos plantas en forma de L que delimitaba un espacio interior central cerrado, vacío y descubierto.
Vista de la fachada Este del convento jeronimiano, cuya comunidad religiosa se encargaba de las actividades religiosas del santuario de santa Catalina. En primer término terrenos de la huerta monástica. Trabajo realizada por el arquitecto Daniel Luengas Carreño.
Imagen: Askegi, 10. 2016
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la tercera fase de ocupación. Se han construidos dos edificios dispuestos en forma de L que delimitan un gran patio central. Se instala la comunidad de frailes géronimos.
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
En esta tercera época histórica del reformado santuario cataliniano de la sierra de Badaya, probablemente debieron incrementarse las actividades de culto religioso, tanto en intensidad como en frecuencia, con la finalidad de recoger más donativos de los fieles con que sufragar parte de las necesidades de la comunidad religiosa. En consecuencia debió seguir aumentando la masa social de fieles devotos de la santa que acudían a su santuario y por lo tanto, también aumentaría el número de recolectores de piedras de santa Catalina. La búsqueda y recolecta de aquellas "piedras sagradas" se habría concentrado por todos aquellos lugares de los alrededores de aquel primer convento. Especialmente en aquellos más cercanos al santuario de santa Catalina, ya que los supersticiosos recolectores atribuían como causa de la presencia maravillosa de aquellas "piedras", de su forma prodigiosa y de su virtuosidad milagrosa, al hecho de haberse "criado" en el interior del terreno, en las proximidades de aquel templo, santuario dedicado al culto de la memoria y de la imagen de la santa alejandrina.
Posteriormente, con el retroceso de los invasores musulmanes, hacia el sur de la Península ibérica y el proceso de progresiva pacificación del territorio, los propietarios de la antigua casa fuerte y torre defensiva, debieron realizar unas grandes obras de reforma arquitectónica para conseguir ampliar los primitivos reducidos espacios castrenses y mejorar las funciones de las limitadas instalaciones de uso militar, para adaptarlas a unas nuevas funciones domésticas, las estancias cómodas y prolongadas de los señores feudales y su recreación señorial, contemplativa o cinegética, en el medio natural.
Para poder disponer de mayor amplitud y gozar de más comodidades, los señores de Iruña tubieron que reformar profundamente la vieja casa fuerte, dando origen a la casa fortificada palacio propiedad de los Martínez de Iruña.
Es muy posible que con la primera reforma y ampliación arquitectónica de los antiguos espacios dedicados a usos militares defensivos, también hubieran podido resultar bastante modificadas las primitivas estructuras arquitectónicas de la primitiva ermita románica y primer santuario de santa Catalina de Alejandría. Estos cambios debieron suceder hacia mediados o finales del siglos XIV.
Reconstrucción digital del conjunto arquitectónico formado por la casa palacio y de la iglesia aneja, propiedad de los señores de Iruña, vistos desde el lado Este. Al fondo la fachada Este del palacio, a la derecha parte de la fachada Sur de la iglesia y santuario de santa Catalina. Trabajo realizada por el arquitecto Daniel Luengas Carreño.
Imagen: Askegi, 10. 2016
El nuevo santuario, debido a su mayor capacidad de acogida y a la pacificación de la zona, podría haber pasado de un uso semi-privado a otro semi-público. Por lo tanto durante esta segunda etapa histórica, con unas condiciones más favorables, seguramente habría aumentado la masa de devotos que acudìan a rendir culto de veneración a la imagen de santa Catalina, en su santuario de Badaya. Simultáneamente crecería el número de personas conocedoras del fenómeno prodigioso (paleontológico) y muchas de las cuales se encargarían de de recolectar alguna de las "maravillosas piedras sagradas", que aparecían en el entorno de la casa-palacio de los Iruña y de la iglesia-santuario aneja.
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la segunda fase de ocupación. Se ha construido un palacio anejo y se ha transformado la pequeña ermita en una iglesia mucho mayor
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
El "boom" del fenómeno de grupos de romeros que acudían al santuario de Badaia en la festividad de la santa y en otras fechas señaladas, relacionadas con ella, se iniciaría hacia finales del siglo XVI, con la instalación de una comunidad religiosa agustina, algo más numerosa hacia finales del siglo anterior, la posterior transformación en noviciado y la implicación cada vez más activa de esta Orden religiosa en la difusión social del fenómeno prodigioso (paleontológico) que sucedía en derredor de su convento. Materializándose tal difusión a travé de una creciente publicación de libros durante los siglos XVII y XVIII, en los que se informaba a los lectores de la existencia en aquel lugar sagrado de un prodigio natural de origen milagroso, en el entorno de aquel convento agustiniano, libros que aparecieron en latín y en varias lenguas vernáculas de diversos países de Europa y alguno de las Américas españolas, católicas. La masa social de conocedores del fenómeno paleontológico, se habría ampliado exponencialmente y el proceso de difusión se habría acelerado enormemente, al ser presentado como un fenómeno natural prodigioso, sucedido con la finalidad de manifestar la satisfacción divina por el asentamiento de una comunidad agustina en aquel agreste y solitario lugar de la sierra de Badaya.
Tercera fase: ampliación del palacio con un nuevo edificio para instalar el convento jeronimiano (principios del s. XV)
La tercera etapa histórica de veneración de santa Catalina, coincidiría con una leve reforma de las transformadas y ampliadas antiguas casa fuerte y torre de vigilancia de los Martínez de Iruña, para convertirla en un austero y modesto convento, apto para acoger a una pequeña comunidad de frailes ermitaños de la Orden de los jerónimos, que ocuparon el edificio durante buena parte del siglo XV (1413- 1472). En los inicios del siglo XV, no fue necesario ampliar las dimensiones de la iglesia señorial, santuario de santa Catalina, pues tenía capacidad suficiente para acoger a la reducida comunidad de frailes ermitaños jerónimos o a la masa de fieles, devotos de santa Catalina, que acudiesen a las celebraciones religiosas que allí se organizaban en honor de la santa.
Reconstrucción digital de la ampliación del conjunto arquitectónico señorial, mediante el añadido conventual, consistente en un nuevo edificio de dos plantas en forma de L que delimitaba un espacio interior central cerrado, vacío y descubierto.
Vista de la fachada Este del convento jeronimiano, cuya comunidad religiosa se encargaba de las actividades religiosas del santuario de santa Catalina. En primer término terrenos de la huerta monástica. Trabajo realizada por el arquitecto Daniel Luengas Carreño.
Imagen: Askegi, 10. 2016
A principios del siglo XV, posiblemente, se aceleraría el proceso de conocimiento, asimilación cultural y veneración social de las llamadas popularmente piedras de santa Catalina de Badaya, en realidad ejemplares fósiles de erizos marinos de las especies Micraster coranginum, Micraster brevis y Micraster sp. que podían encontrarse en los alrededores del santuario de Badaya. Simultáneamente se habría ido ampliando el territorio comarcal, provincial o supraprovincial, afectado por su interpretación milagrosa y uso mágico-religioso. Tal proceso social habría sido favorecido por el atractivo renovado del lugar reforzado por la ampliación del primitivo santuario semi-privado, ahora transformado en iglesia, por los Martinez de Iruña, señores feudales del lugar y por la instalación de una pequeña comunidad de frailes ermitaños de la Orden de S. Jerónimo. Comunidad religiosa que se ocupaban de mantener en aquel santuario las actividades de culto religioso, propias de su orden y las dedicadas a la santa alejandrina, posiblemente también organizarían otras abiertas a los devotos seglares, a pesar de ser de clausura , con la finalidad de captar fondos con los que poder mantenerse en aquel lugar.
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la tercera fase de ocupación. Se han construidos dos edificios dispuestos en forma de L que delimitan un gran patio central. Se instala la comunidad de frailes géronimos.
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
Cuarta fase: primera ampliación del convento jeronimiano y construcción de un claustro, para transformarlo en monasterio agustiniano (finales del s. XV)
Hacia el año de 1490, al principio de la cuarta etapa histórica del santuario de santa Catalina de Badaya, se habría producido una gran remodelación y transformación del limitado convento jeronimiano que habían estado ocupando los agustinos desde su instalación en 1474. Ya que había que ampliar su capacidad y mejorar sus servicios e instalaciones ya que los superiores habían decidido instalar un noviciado, por lo que debería acoger una comunidad mucho mayor. Además también se amplió el edificio de la iglesia conventual y se aumentó el número de altares, con sus correspondientes capillas e imágenes patronales, siendo el más importante el dedicado a santa Catalina de Alejandría.
Reconstrucción digital de la ampliación del anterior convento jeronimiano, al cual se le habría añadido una planta más de altura
Vista de la fachada Este del convento agustiniano, cuya comunidad religiosa se encargaba de las actividades religiosas del santuario de santa Catalina. En primer término terrenos de la huerta monástica. Trabajo realizada por el arquitecto Daniel Luengas Carreño.
Imagen: Askegi, 10. 2016
Paralelamente y de forma proporcional habría evolucionado el proceso de búsqueda y recolección de buenos ejemplares de las prodigiosas "piedras de santa Catalina de Badaya. Pues sabemos por algún autor que en el caso de poder escoger entre varios ejemplares, se prefería recolectar aquellas piedras "bien efigiadas", en las que fueran "bien visibles los emblemas de san Agustín: el corazón y el de santa Catalina: la rueda".
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la cuarta fase de ocupación. Se ha recrecido, verticalmente y ampliado horizontalmente uno de los edificios de la primitiva L, el que corresponde a la fachada Este. Se construye un claustro de dos plantas en el patio interior. Se instala la nueva comunidad de frailes y novicios agustinos
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
Es de suponer que tales modificaciones arquitectónicas y organizativas, debieron favorecer el aumento de las actividades religiosas y que estas promovieran la atracción de devotos.
juntamente con la multiplicación de noticias e informaciones fabulosas, sobre la naturaleza prodigiosa de aquellas piedras maravillosas que iban apareciendo en numerosas publicaciones europeas y americanas, seguramente atrajeron la atención muchas personas supersticiosas o devotas, residentes en algunos lugares bastante alejados, hacia aquel lugar prodigioso y hacia aquellas piedras maravillosas.
Quinta fase: segunda ampliación del convento agustiniano (finales del s. XVI)
Se produce una nueva ampliación del convento, para dar acogida a un noviciado de la Orden de san Agustín y a una comunidad de frailes algo mayor, ampliada con los profesores y tutores de los jóvenes novicios.
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la quinta fase de ocupación.
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
Aumenta el número de publicaciones europeas que multiplican las informaciones fabulosas, sobre la naturaleza maravillosas de aquellas extrañas "piedras" que iban apareciendo prodigiosamente en los alrededores del convento agustiniano. Tales noticias seguramente atrajeron la atención de muchas personas supersticiosas o devotas, residentes en la Península o en algunos lugares de países bastante alejados, hacia aquel lugar prodigioso y hacia aquellas "piedras" maravillosas cuyas cualidades mágico-religiosas las hacían bastante atractivas.
Sexta fase: abandono forzado del convento agustiniano (finales del s. XVIII a principios del s. XIX)
La desamortización española fue un largo proceso histórico, económico y social, iniciado a finales del siglo XVIII con la denominada «Desamortización de Godoy» en 1798, aunque hubo un antecedente en el reinado de Carlos III de España, proceso político y legislativo que fue cerrado ya bien entrado el siglo XX (16 de diciembre de 1924).
Consistió en poner en el mercado y hacer adquiribles mediante una subasta pública, previa expropiación forzosa, de todas aquellas tierras y bienes inmobiliarios que, hasta entonces, no se podían enajenar legalmente (vender, hipotecar o ceder) y que se encontraban en poder de las llamadas «manos muertas» o entidades improductivas, es decir, la Iglesia católica y las órdenes religiosas que según los legisladores los habían acumulado "inmerecidamente o gratuitamente", por ser las habituales beneficiarias de donaciones penitenciales, testamentarias y abintestatos (1). También los llamados baldíos y las tierras comunales de los municipios que no se explotaban agrícolamente, pero que aportaban alguna clase de recurso natural que aprovechado convenientemente servían de complemento para la precaria economía de los vecinos más pobres.
Dicho con las palabras de Francisco Tomás y Valiente, la desamortización española presentó «las características siguientes: apropiación por parte del Estado y por decisión unilateral suya, de bienes inmuebles pertenecientes a «manos muertas»; seguida de la venta de los mismos y asignación del importe obtenido con las ventas, a la amortización de los títulos de la deuda pública» emitida por el Estado para financiar sus gastos de cara a cubrir la deuda acumulada en la etapa política anterior. La finalidad prioritaria de las desamortizaciones habidas en España fue conseguir unos ingresos extraordinarios con los que hacer frente a la enorme deuda contraída.
Asimismo se pretendió acrecentar la riqueza nacional, al crear una burguesía y una clase media de labradores que fuesen propietarios de las parcelas que cultivaban, favoreciendo así la creación de unas condiciones económicas de tipo liberal capitalista (privatización, sistema financiero fuerte) para que el Estado pudiera recaudar más y mejores impuestos.
En otros países sucedió un fenómeno de características más o menos parecidas
En el siglo XIX, el gobierno del conde de Toreno, presidente del Consejo de Ministros de, aprobó la Real Orden de Exclaustración Eclesiástica del 25 de julio de 1835, por la que se suprimían todos los conventos en los que no hubiera al menos doce religiosos profesos, los novicios no contaban.
Tras la dimisión del conde de Toreno, en septiembre de 1835, pasó a ser presidente del Consejo de Ministros, Mendizábal (Juan de Dios Álvarez Méndez) .
El 11 de octubre de 1835 se decretó la supresión de todos los monasterios de todas las órdenes monacales y militares.
Los siguientes decretos serían, simplemente, un desarrollo del Decreto del 11 de octubre de 1835. El 19 de febrero de 1836 se decretó la venta de los bienes inmuebles de todos aquellos monasterios suprimidos y expropiados y el 8 de marzo de 1836 se amplió la supresión a todos los monasterios y congregaciones de varones.
El Reglamento del 24 de marzo de 1836 especificaba todos los cometidos de las juntas diocesanas encargadas de cerrar los conventos y monasterios y, en general, de todo lo necesario para la aplicación del Decreto del 8 marzo que solo afectaba a las propiedades de Órdenes masculinas.
Ruinas del complejo monástico de santa Catalina de Badaya, según una fotografía antigua de autor desconocido, realizada hacia finales del siglo XIX. Fondo Bernardo Estornés Lasa
Imagen: Auñamendi Eusko Entziklopedia
Con el abandono de la comunidad religiosa ocupante del convento, desde hacía más de tres siglos y medio, desapareció buena parte del activo propagandismo oficial y del soporte religioso, a una antigua superstición popular, vinculada a los erizos fósiles del género Micraster, asociados a santa Catalina de Badaya, desde hacía siglos.
Las tradiciones y costumbres populares, asociadas a los erizos fósiles del género Micraster del monasterio de santa Catalina de Badaya, empezaron a languidecer y a irse minorizando entre los habitantes de la comarca y los de comarcas circundantes, empezando por irse abandonando su práctica regular y siguiendo por irse olvidando su significado y su trascendencia. De manera que a mediados del siglo XX poca gente adulta de las localidades próximas, preguntada por el tema se acordaba de aquellas piedras de santa Catalina, tan famosas y respetadas antaño. (2)
En la actualidad, pocas personas saben que Don Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura en 1989, contribuyó en 1952 a refrescar el recuerdo de la existencia esta clase de piedras, entre sus lectores, al citarlas en el libro titulado Del Miño al Bidasoa, publicado en 1952 por la editorial barcelonesa Noguer.
En el libro, basado en las vivencias y documentación utilizada por el propio autor, se narra el viaje de un vagabundo que se desplaza a pie desde la zona del río Miño hasta la del río Bidasoa. Cuando el itinerario del personaje protagonista transcurre por la provincia de Álava y llega a la localidad de Trespuentes, se cita a esta clase de piedras y se añaden unos pocos detalles sobre ellas.
Notas
(1) Abintestato es un término jurídico que proviene del latín y que deriva de la palabra ab intestato que significa sin testamento.
Según la Real Academia Española el abintestato es el procedimiento judicial por el que se adjudica la herencia o bienes de una persona fallecida, que al morir no deja testamento, a un determinado beneficiario.
(2) Si alguien estuviera interesad@ en conocer más detalles sobre esta clase de piedras prodigiosas y su influencia social o la influencia que tuvieron las publicaciones impresas, en su su conocimiento y difusión, por toda Europa, puede consultarse el siguiente articulo:
Algunos aspectos históricos, paleontológicos y etnopaleontológicos relacionados con las "piedras de santa Catalina" (Micraster coranginum) de Badaya (Álava, España)
Hacia el año de 1490, al principio de la cuarta etapa histórica del santuario de santa Catalina de Badaya, se habría producido una gran remodelación y transformación del limitado convento jeronimiano que habían estado ocupando los agustinos desde su instalación en 1474. Ya que había que ampliar su capacidad y mejorar sus servicios e instalaciones ya que los superiores habían decidido instalar un noviciado, por lo que debería acoger una comunidad mucho mayor. Además también se amplió el edificio de la iglesia conventual y se aumentó el número de altares, con sus correspondientes capillas e imágenes patronales, siendo el más importante el dedicado a santa Catalina de Alejandría.
Reconstrucción digital de la ampliación del anterior convento jeronimiano, al cual se le habría añadido una planta más de altura
Vista de la fachada Este del convento agustiniano, cuya comunidad religiosa se encargaba de las actividades religiosas del santuario de santa Catalina. En primer término terrenos de la huerta monástica. Trabajo realizada por el arquitecto Daniel Luengas Carreño.
Imagen: Askegi, 10. 2016
Paralelamente y de forma proporcional habría evolucionado el proceso de búsqueda y recolección de buenos ejemplares de las prodigiosas "piedras de santa Catalina de Badaya. Pues sabemos por algún autor que en el caso de poder escoger entre varios ejemplares, se prefería recolectar aquellas piedras "bien efigiadas", en las que fueran "bien visibles los emblemas de san Agustín: el corazón y el de santa Catalina: la rueda".
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la cuarta fase de ocupación. Se ha recrecido, verticalmente y ampliado horizontalmente uno de los edificios de la primitiva L, el que corresponde a la fachada Este. Se construye un claustro de dos plantas en el patio interior. Se instala la nueva comunidad de frailes y novicios agustinos
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
juntamente con la multiplicación de noticias e informaciones fabulosas, sobre la naturaleza prodigiosa de aquellas piedras maravillosas que iban apareciendo en numerosas publicaciones europeas y americanas, seguramente atrajeron la atención muchas personas supersticiosas o devotas, residentes en algunos lugares bastante alejados, hacia aquel lugar prodigioso y hacia aquellas piedras maravillosas.
Quinta fase: segunda ampliación del convento agustiniano (finales del s. XVI)
Se produce una nueva ampliación del convento, para dar acogida a un noviciado de la Orden de san Agustín y a una comunidad de frailes algo mayor, ampliada con los profesores y tutores de los jóvenes novicios.
Bloque diagrama representando el estado de edificación del terreno durante la quinta fase de ocupación.
Imagen: Cortesía de Daniel Luengas Carreño
Aumenta el número de publicaciones europeas que multiplican las informaciones fabulosas, sobre la naturaleza maravillosas de aquellas extrañas "piedras" que iban apareciendo prodigiosamente en los alrededores del convento agustiniano. Tales noticias seguramente atrajeron la atención de muchas personas supersticiosas o devotas, residentes en la Península o en algunos lugares de países bastante alejados, hacia aquel lugar prodigioso y hacia aquellas "piedras" maravillosas cuyas cualidades mágico-religiosas las hacían bastante atractivas.
Sexta fase: abandono forzado del convento agustiniano (finales del s. XVIII a principios del s. XIX)
La desamortización española fue un largo proceso histórico, económico y social, iniciado a finales del siglo XVIII con la denominada «Desamortización de Godoy» en 1798, aunque hubo un antecedente en el reinado de Carlos III de España, proceso político y legislativo que fue cerrado ya bien entrado el siglo XX (16 de diciembre de 1924).
Consistió en poner en el mercado y hacer adquiribles mediante una subasta pública, previa expropiación forzosa, de todas aquellas tierras y bienes inmobiliarios que, hasta entonces, no se podían enajenar legalmente (vender, hipotecar o ceder) y que se encontraban en poder de las llamadas «manos muertas» o entidades improductivas, es decir, la Iglesia católica y las órdenes religiosas que según los legisladores los habían acumulado "inmerecidamente o gratuitamente", por ser las habituales beneficiarias de donaciones penitenciales, testamentarias y abintestatos (1). También los llamados baldíos y las tierras comunales de los municipios que no se explotaban agrícolamente, pero que aportaban alguna clase de recurso natural que aprovechado convenientemente servían de complemento para la precaria economía de los vecinos más pobres.
Dicho con las palabras de Francisco Tomás y Valiente, la desamortización española presentó «las características siguientes: apropiación por parte del Estado y por decisión unilateral suya, de bienes inmuebles pertenecientes a «manos muertas»; seguida de la venta de los mismos y asignación del importe obtenido con las ventas, a la amortización de los títulos de la deuda pública» emitida por el Estado para financiar sus gastos de cara a cubrir la deuda acumulada en la etapa política anterior. La finalidad prioritaria de las desamortizaciones habidas en España fue conseguir unos ingresos extraordinarios con los que hacer frente a la enorme deuda contraída.
Asimismo se pretendió acrecentar la riqueza nacional, al crear una burguesía y una clase media de labradores que fuesen propietarios de las parcelas que cultivaban, favoreciendo así la creación de unas condiciones económicas de tipo liberal capitalista (privatización, sistema financiero fuerte) para que el Estado pudiera recaudar más y mejores impuestos.
En otros países sucedió un fenómeno de características más o menos parecidas
En el siglo XIX, el gobierno del conde de Toreno, presidente del Consejo de Ministros de, aprobó la Real Orden de Exclaustración Eclesiástica del 25 de julio de 1835, por la que se suprimían todos los conventos en los que no hubiera al menos doce religiosos profesos, los novicios no contaban.
Tras la dimisión del conde de Toreno, en septiembre de 1835, pasó a ser presidente del Consejo de Ministros, Mendizábal (Juan de Dios Álvarez Méndez) .
El 11 de octubre de 1835 se decretó la supresión de todos los monasterios de todas las órdenes monacales y militares.
Los siguientes decretos serían, simplemente, un desarrollo del Decreto del 11 de octubre de 1835. El 19 de febrero de 1836 se decretó la venta de los bienes inmuebles de todos aquellos monasterios suprimidos y expropiados y el 8 de marzo de 1836 se amplió la supresión a todos los monasterios y congregaciones de varones.
El Reglamento del 24 de marzo de 1836 especificaba todos los cometidos de las juntas diocesanas encargadas de cerrar los conventos y monasterios y, en general, de todo lo necesario para la aplicación del Decreto del 8 marzo que solo afectaba a las propiedades de Órdenes masculinas.
Ruinas del complejo monástico de santa Catalina de Badaya, según una fotografía antigua de autor desconocido, realizada hacia finales del siglo XIX. Fondo Bernardo Estornés Lasa
Imagen: Auñamendi Eusko Entziklopedia
Con el abandono de la comunidad religiosa ocupante del convento, desde hacía más de tres siglos y medio, desapareció buena parte del activo propagandismo oficial y del soporte religioso, a una antigua superstición popular, vinculada a los erizos fósiles del género Micraster, asociados a santa Catalina de Badaya, desde hacía siglos.
Las tradiciones y costumbres populares, asociadas a los erizos fósiles del género Micraster del monasterio de santa Catalina de Badaya, empezaron a languidecer y a irse minorizando entre los habitantes de la comarca y los de comarcas circundantes, empezando por irse abandonando su práctica regular y siguiendo por irse olvidando su significado y su trascendencia. De manera que a mediados del siglo XX poca gente adulta de las localidades próximas, preguntada por el tema se acordaba de aquellas piedras de santa Catalina, tan famosas y respetadas antaño. (2)
En la actualidad, pocas personas saben que Don Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura en 1989, contribuyó en 1952 a refrescar el recuerdo de la existencia esta clase de piedras, entre sus lectores, al citarlas en el libro titulado Del Miño al Bidasoa, publicado en 1952 por la editorial barcelonesa Noguer.
En el libro, basado en las vivencias y documentación utilizada por el propio autor, se narra el viaje de un vagabundo que se desplaza a pie desde la zona del río Miño hasta la del río Bidasoa. Cuando el itinerario del personaje protagonista transcurre por la provincia de Álava y llega a la localidad de Trespuentes, se cita a esta clase de piedras y se añaden unos pocos detalles sobre ellas.
Notas
(1) Abintestato es un término jurídico que proviene del latín y que deriva de la palabra ab intestato que significa sin testamento.
Según la Real Academia Española el abintestato es el procedimiento judicial por el que se adjudica la herencia o bienes de una persona fallecida, que al morir no deja testamento, a un determinado beneficiario.
(2) Si alguien estuviera interesad@ en conocer más detalles sobre esta clase de piedras prodigiosas y su influencia social o la influencia que tuvieron las publicaciones impresas, en su su conocimiento y difusión, por toda Europa, puede consultarse el siguiente articulo:
Algunos aspectos históricos, paleontológicos y etnopaleontológicos relacionados con las "piedras de santa Catalina" (Micraster coranginum) de Badaya (Álava, España)
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