martes, noviembre 28

El registro fósil ibérico y el santoral católico, en la religiosidad popular de España y Portugal (21)

 por Heraclio ASTUDILLO POMBO. Dep. MACS, UdL.

Fósiles ibéricos relacionados, por la tradición popular española, con diversos santos y santas (11)

Fósiles relacionados con santa Lucía de Siracusa, en Navarra   

Introducción

Prosigue el tema dedicado a aquellos tipos de fósiles que la fantasía popular, por diversas razones subjetivas, ha vinculado con santa Lucía de Siracusa. En esta ocasión se trata de equínidos fósiles y de las interpretaciones, creencias y usos que antaño se les dio en una zona de Navarra.

Las “piedras de santa Lucía” del Valle de Allín (Navarra).
Antiguamente, en las localidades de Aramendia, Galdeano y Muneta, situadas en el Valle de Allín, en la comarca de Tierra Estella, los fósiles de los erizos de mar de la especie Micraster coranginum, muy abundantes en esa zona, donde eran conocidos con el nombre popular de “piedras de santa Lucía” y también como “Santa Lutziaren arriak”.

Aspecto del retablo "Santa Lucia e storie della sua vita", dedicado a santa Lucía de Siracusa, obra del artista Quirizio da Murano, pintor italiano del Renacimiento temprano, activo en Venecia entre 1460 y 1478. El retablo está expuesto en la Pinacoteca de la Accademia dei Concordi, en Rovigo (Italia). La imagen central muestra a la santa ricamente ataviada y con los atributos del martirio en sus manos. A derecha e izquierda, diversos episodios de su vida y su nartirio.
Imagen: Wikipedia

En la mitología vasca, Ortzi o Ostri, en vascuence, es el dios del cielo; el lugar donde se encuentra el sol, la luna y las estrellas, se forma la lluvia, el granizo, la nieve, el viento, el relámpago, el trueno, el rayo, el arco iris, etc.. Una variante de esta palabra, que aparece en el diccionario de Aymeric Picaud, se utilizaba para nombrar a dios en el siglo XII: Urtzi.

Antiguamente, en algunas zonas del País Vasco, al rayo se le había llamado “ortzi” literalmente: “luz o resplandor del (Señor del) cielo”, y también “luz del (Señor del) trueno”, residuo lingüístico de épocas históricas muy antiguas. Tales denominaciones incluyen la presencia de un prefijo que hacía referencia a una antigua divinidad pagana, venerada y temida en la época precristiana, denominada: "In", "Urtz", "Ortz" u "Ost". Tales nombres fueron usados por los "vascones" para nombrar al "Señor del cielo". Era el supuesto causante de la luminosidad del sol y de la luna, del fulgor del rayo (relámpgo) y del estruendo subsiguiente (trueno), era la divinidad dispensadora de los diversos fenómenos celestes y meteorológicos asociados a la luz y a las tormentas. 

Este hecho lingüistico pone de manifiesto que en la antigüedad existía una vinculación de causalidad entre la aparición de los fenómenos meteorológicos y la acción de una antigua, poderosa y temible divinidad celeste, causante de de la luz diurna, productor de lluvias, tempestades, granizo, rayos, relámpagos y truenos. Posiblemente, esta antigua deidad pagana, tras la cristianización de toda esta región debió acabar siendo asimilada, degradada y neutralizada, al ser transformada en un genio o espíritu meteorológico denominado "Aidegaxto", "Aide-Gaixto" u "Odei". Un personaje  maléfico y peligroso de la mitología vasca, puesto que se suponía que era el que lanzaba los rayos, producía el granizo y las lluvias torrenciales, soplaba los vientos huracanados, etc. motivos por los que fue relacionado con otros seres maléficos como el Diablo y las brujas. 

Con la instauración del cristianismo en la mayor parte del territorio y con el predominio social, el vacío dejado por la antigua divinidad pagana patrona de los fenómenos celestes y meteorológicos, fue llenado por santa Lucía de Siracusa, la santa cristiana que era la nueva patrona protectora de la luz del día, del brillo del sol y de la visión de personas y animales. Se trataba de un personaje femenino mítico, introducido en los territorios cristianizados por los clérigos de la Iglesia católica.

Obsérvese el aspecto cruciforme de los cuatro surcos mayores del sistema ambulacral visible en este ejemplar de Micraster coranginum, por este motivo la mentalidad popular habría identificado el fósil como una clase de 'piedra bendita', pues estaba marcada con el signo de la cruz, el signo Cristo.

En esta zona navarra ciertos tipos de "piedras" denominadas popularmente “piedras de santa Lucía” fueron usadas como objetos protectores contra la caída de rayos sobre edificaciones y personas. Con tal finalidad fueron colocadas sobre los tejados o los alféizares de las ventanas como defensa contra el impacto de rayos y centellas. Así mismo, las personas que tenían que permanecer a la intemperie mucho tiempo, por su oficio, las transportaban sobre su persona, para evitar morir fulminados. Este uso tan particular nos indica que los erizos fósiles habrían sido identificados con las llamadas "piedras del rayo", es decir, un tipo de piedras caídas del cielo, que descendían desde las nubes de tormenta, a gran velocidad y con gran fuerza, que bajaban acompañando al rayo en su caída.
En las zonas rurales, h
asta mediados del siglo XX, esta clase de piedras protectoras se usaron para defender viviendas, graneros, pajares, establos, cabañas de pastor, personas itinerantes, etc. contra el impacto del rayo y contra los estragos típicos causados, en vidas y bienes, por el denominado "fuego del cielo".

Fotografía tomada a principios del siglo XX, en una localidad del Reino Unido, en la que se pueden ver 10 ejemplares de erizos fósiles de la especie Echinocorys scutatus, alineados en el estrecho alfeizar de una ventana inglesa. Considerados como "piedras de la buena suerte" eran denominadas popularmente "lucky stones". Tal exposición se hacía con la finalidad de alejar de aquella vivienda, la "mala suerte" en general y la caída de rayos, en particular. Por medio de esta exposición de numerosas "piedras de rayo" se creía que se evitaba que algún rayo pudiera alcanzar esa casa, pues su presencia la protegía mágicamente.
Imagen: Herbert Toms, 1928.


Como esta santa cristiana, además, también estaba vinculada con la protección del brillo de la luz solar, por lo tanto también protegía el calor del astro rey, tan necesario para la salud como para la economía humana. Esta era la razón por la que, primitivamente su festividad religiosa se celebraba muy cerca del 21 de diciembre, momento del solsticio invernal, el día que marca un punto de inflexión en el ciclo anual del sol. Como en la antigüedad, ese momento se consideraba muy crítico y peligroso, pues se creía en la lucha permanente entre las fuerzas del mal, aliadas de la oscuridad y de la muerte contra las fuerzas del bien, aliadas de la luz y de la vida. Antiguamente, con el acortamiento progresivo del periodo luminoso diario y el enfriamiento del clima, se creía que en esa época del año las fuerzas del bien parecían estar perdiendo su enfrentamiento, corriendo grave peligro de colapso, ante el empuje victorioso de las fuerzas contrarias, el frío y la oscuridad.

La supuesta misión protectora de la santa consistía en ayudar al sol durante este periodo crítico en que parecía flojear, protegiendo la luz y el calor del sol, y por tanto colaborar en la protección de la vida, la productividad de los campos y la fertilidad de los rebaños. En esa época del año era evidente que los días se iban acortando y las noches se iban alargando y el frío se iba haciendo cada vez más intenso, estos hechos que parecían indicar que las fuerzas del mal le estaban ganando a las fuerzas del bien.

Se desconoce si las denominadas “piedras de santa Lucía” navarras, del valle de Allin, además de su función defensiva contra el impacto del rayo o el golpe del relámpago, tuvieron algún otro uso popular supersticioso, de tipo mágico-religioso, quizás relacionado con la prevención o el tratamiento de las deficiencias visuales.

En
 esta zona geográfica navarra, como en otros lugares ya comentados en ocasiones anteriores, además de los ejemplares de la especie Micraster coranginum que son la especie predominante, también se pueden encontrar con mucha menor abundancia otros tipos de equinoideos fósiles, como son Micraster brevis y Echinocorys vulgaris que a pesra de que resultan mucho menos frecuentes, también son visibles. A los ejemplares de esas otras especies también se les aplicaba el mismo nombre popular y por tanto se les atribuyó el mismo tipo de vinculación sagrada y en consecuencia la misma propiedad mágico-religiosa, la de ser objetos que repelían el rayo o que alejaban el lugar de su caída y los mismos usos como amuletos antifulminantes, por creer que se trataba de las supuestas "piedras de rayo".


Fuentes

- Anguita Jaén, José Mª (1999). BASCLI ET NA VARRI: LOS VASCOS DEL S. XII SEGÚN EL LIBER SANCTI IACOBI (Codex Calíxtinus), VELEIA, 16, 303-327, 1999 
https://ojs.ehu.eus/index.php/Veleia/article/download/24707/22079/98795
- Barandiaran, José M. (1996). Mitologia Vasca. Txertoa Ed.
- Barandiaran, José M. (1996). Ortzi,Urtzi, Ostri, Ostiri. Aunamendi Eusko Entziclopedia https://aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus/eu/ortzi/ar-112424/.
- Leizaola Calvo, Fermín (1991). Fósiles utilizados como protectores y otras creencias en torno a ellos. Zainak, 8. Cuadernos de Antropología-Etnografía, p. 59-66.
- Leizaola Calvo, Fermín (1999). Símbolos mágico-religiosos en el mundo rural de Euskal Herria. Zainak. 18,  Cuadernos de Antropología-Etnografía, p. 195-217

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